Arsenio Alonso



Artículos publicados anteriormente en la Revista Arbil













1.-Vida y muerte en la mística martirial de San Ignacio de Antioquía. 

por Arsenio Alonso Rodríguez
El presente trabajo gira en torno a las categorías vida y muerte en la mística martirial de San Ignacio de Antioquía. El presente ensayo, escrito en enero de 1988, se publica por primera vez ahora. Se basa en las fuentes auténticas conservadas, las siete cartas del santo, dirigidas a las distintas Iglesias, compuestas todas ellas camino del martirio, que tuvo lugar en Roma en época de Trajano. 


Si es verdad que los Santos deben ser para la vida de la Igle­sia puntos referenciales, hitos o señales que no se agotan en sí mismos sino que apuntan a Aquel que es el Camino. Y si hay algo perenne en sus vidas por encima del espacio y del tiempo; y algo ­irreductible y común a la vida de todo bautizado, entonces los cristianos del siglo XX podemos legítimamente acercarnos a un cristiano de comienzos del siglo II llamado Ignacio, hermano nuestro por la fe que nos une en Cristo, obispo de Antioquía y mártir y preguntarnos qué nos puede decir y aportar su vida hoy. 



Ignacio es un místico.Y para entender su mística hay que tener presentes tres fuentes interpretativas: el pensamiento paulino, la teología de Juan y por último sus escritos que marcan un esti­lo e impronta propios. Mas, si se quiere,la literatura mistica de ­cualquier siglo puede ser una cuarta fuente que ayude a ahondar y captar su experiencia vital en la medida en que repite temas y conceptos, símbolos y claves comunes. 


Para aproximarme a él he creído conveniente girar en torno a los conceptos de vida y muerte. ¿Qué es el vivir?¿Cómo vivir una vi­da auténticamente humana?¿Qué es en fin, la vida? ¿qué es el morir? ¿Qué es la muerte como hecho biológico:"odiable" o "amable"?

Ante la muerte:¿la encubre?,¿la ignora? ¿la niega?,¿la teme?¿es un absurdo?,etc.

¿Cómo se define el ser del hombre según la antropología de Ignacio? ¿Qué papel desempeña la figura del "enamorado del Amor" en sus car­tas? 






Antes de entrar en materia hay que dilucidar una cuestión previa. De una lectura superficial de las cartas de Ignacio se extrae una cierta sospecha. ¿No rezuman sus escritos, con frecuencia, arrogancia, altanería, autosuficiencia y, en suma, soberbia? Si esto es­ así, para qué pues, seguir. Egolatría y mística es como un círculo cuadrado: 



 "Ojalá goce yo de las fieras …hago votos para que
 se muestren veloces conmigo! …Yo mismo las azuzaré
para que me devoren rápidamente y si ellas no quisieren yo mismo las forzaré"( Rom.V,2) 


"Alagad más bien a las fieras, para que se conviertan en sepulcro mío y no dejen rastro de su cuerpo, con lo que después de mi muerte no seré molesto a nadie" (Rom. IV,2) 


Y sin embargo,de una lectura atenta, este obispo de Antioquía se revela como un hombre sincera y profundamente humilde. Veamos. 


* Se considera un novato y principiante en el camino de la fe: "Ahora empiezo a ser discípulo"(Efes.III,l; Rom.V,3; etc. ) 


* A los tralianos les dice necesitar de humildad y man¬sedumbre para desbaratar al Principe de este mundo y les exhorta a que se revistan de mansedumbre (Tral.IV,2; VIII,l). 


* Rehusa hablar a los tralianos de sus carismas y comu¬nicaciones sobrenaturales por temor de dañarles al no  ser comprendido (Tral.V,l-2) 


* Siente como un latigazo todo título de honor que se le otorga como a confesor de la fe (Tral.IV,l). 


* A los romanos les dice: "No quiero que busquéis el agrado de los hombres ... sino el agrado de Dios"(Rom.II,l). 


* Se confiesa muchas veces el último de los fieles de ¬su Iglesia antioquena, llamándose al estilo de S. Pablo un abortivo (Efes.XXI,2;Mag.XIV,l;XI;Esmir.XI,l; ... ) 


* Si bien es cierto que está encadenado (y en este sen¬tido estaría más cerca de Cristo), sin embargo él no puede compararse con ningún cristiano de Magnesia aun¬que estén sueltos (Mag.XII). 


* Camina ciertamente gozoso al martirio pero no sabe, en definitiva si será digno de sufrirlo (Tral.IV,2) . 


A los cristianos de Roma les previene que si llegado  allí vacilare ante la muerte, no le crean entonces, sino ahora que les escribe vivo con ansias de muerte (Rom. VII).
Declara necesitar de la oración y caridad de todos ante la misericordia de Dios para que se le conceda fuerza y se muestre hasta el fin discípulo del Señor y logre ­así unirse a El por el martirio.(Mag.XIV,l;Tral.XIII,3; Filad.V,l;Rom.III,2;VIII,3; ... ) 

Cuando Ignacio desafía las fieras, el fuego, la cruz, las desgarraduras de su cuerpo, los quebrantamientos de sus huesos y aún los tormentos mismos del diablo (Rom.V,3) no es un fanfarrón o autosu­ficiente (fuerza prometeica que se apoya en el solo esfuerzo y po­der del hombre), no son sus fuerzas las que han de sostenerle enel sufrimiento sino la gracia de Cristo como se ve desde una crítica sistemática y contextual de su obra: 

"El que está cerca de la espada, cerca está de Dios; el que está entre las fieras,está entre Dios. Sólo se requiere que ello sea en el nombre de Jesucristo. Yo lo soporto todo con miras a unirme a su pasión, confortándome El mismo, hombre que es perfecto"(Esmir. IV,2). 

Ignacio no hace más que ponerse aquí en la misma línea que ­San Pablo cuando les escribe también a los romanos: 

"Quién,pues, podrá separarnos del amor de Cristo? ¿la ­tribulación?, ¿o la angustia?, ¿o el hambre?,¿o la desnudez?, ¿o el riesgo?, ¿o la persecución?,¿o la espada? 

Por ti somos entregados cada día en manos de la muerte: somos tratados como ovejas destinadas al matadero. Pero en medio de todas estas cosas triunfamos por virtud de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que, ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni virtudes, ni lo presente, ni lo venidero, ni la fuerza o violencia, ni lo alto, ni lo profundo, ni otra ninguna ­criatura podrá jamás separarnos del amor de Dios, que se funda en Jesucristo nuestro Señor" (Rom.8,35-39) 

No hay lugar a dudas. Ignacio -como Pablo- habla el más alto  y tenso lenguaje de las almas místicas tocadas del divino furor del amor de Cristo.

II

¿Qué es vivir para Ignacio? Vivir es tener vida en Cristo, ser en Cristo, encontrarse en Cristo (Mag.I,2)puesto que El es la Vida. Vivir es un fundirse en El (en la línea de S.Pablo: "ya no soy yo sino Cristo quien vive en mí"). Dejar que El more,inhabite en nosotros "a fin de ser nosotros templos suyos y El en nosotros Dios nuestro"(Efes.XV,3). 

Pero no es un vivir solipsista, pura relación individualista de un yo con el tú de Dios, sino como siendo miembros de un cuerpo. Se vive desde el plural, grupalmente,corporativamente,como Pueblo de Dios. Esto es: viviendo en Cristo desde su Cuerpo que es la Iglesia. Ser cristiano y ser Iglesia son aspectos inseparables, las dos caras de una misma moneda. "Todos somos portadores, pues, de Cristo" (Efes. IX,2). 

Luego, no hay vida en nosotros sin Iglesia, sin aquella que es signo sacramental de Cristo. Un cristiano solo no es cristiano. Por eso Ignacio puede decir in¬distintamente que "muere por Cristo,está encadenado por Cristo, sometido a condena por  El" (Rom.I,l;Tral.I,l ... ) o bien que su espíritu se ofrece como víctima  por los hermanos (Tral.XIII,3; (Efes.XXI,l;VIII,l). Por tanto, "el que camina en sentir ajeno a la Iglesia, ese no puede tener parte en la pasión del Señor" (Filad.III,3).

¿Qué hay que hacer para tener vida en Cristo?  Hay que imitarle.

La imitación es la condición de posibilidad para acceder al verdadero vivir, a la Vida que es Cristo. Pero esta imitación no consiste solamente en la observancia de la ley moral, ni en una vida que no se aparte de las enseñanzas de Cristo (Efes.VIII,2) sino en conformarse especialmente a su pasión y muerte (por eso suplica a los romanos: "permitidme ser imitador de la pasión de mi Dios"(Rom.VI,3).

Imitar su pasión y muerte es la prueba de fuego, la señal inequivoca del ser cristiano,del ser discípulo. "Si no estamos dispuestos a morir por El, para imitar su pasión, ya no tendremos vida en nosotros" (Mag.V,2). 

Comprender esto es “ empezar a ser disClpulo”, es saber lo que a  uno le conviene”(Rom.V,3), es “acercarse a la perfección” (Filad.V,l)
.
¿Cuál es la señal del cristiano? Ignacio contesta (al estilo de-nuestros catecismos): la señal del cristiano es la Santa Cruz. Luego la persecución no es algo episódico y circunstancial en la vida del creyente, sino el sello indeleble que acompaña al discipulado en todo tiempo y lugar. La Señal de hallarse en el verdadero cami¬no. No es un "apesar de" sino un "gracias a". Justamente porque los profetas vivieron según Cristo, por eso fueron perseguidos, y¬ por eso son “divinísimos”(Mag.VIII,l).

Ante esta situación, nada pues de entristecerse, y menos deses-perar. No es un castigo ni una pena impuesta. El martirio (= morir por Cristo) es una gracia, un don, un regalo (Rom.I,2;Efes.XX,l),

ser tocado en herencia, misericordia de Dios, una suerte (Filad.V,l) El salto al ser con y en Cristo, a la perfecci6n, a la imitación  plena. Por tanto hay que exultar de gozo y gratitud (Efes.XXI,l).¬ Aunque hay que ser dignos del martirio (Tral.IV,2;Efes.XX,l), no es mérito propio. Por eso ahora más que nunca hay que ser comedido para no perecer por vanagloria. Ganar en prudencia y mansedumbre - para desbaratar al Príncipe de este mundo (Tral.IV,2). Ser humilde, reconocerse pequeño porque no hay mérito propio en ello: es un re-galo. Un regalo que hay que cuidar con temor de perderlo (Mag.XIV,I; etc). Sabe que para los incrédulos él es un escándalo, objeto de burla y fanfarronería (Efes.XVIII,l); pero hay que cerrar los ojos, tapar los oídos a"voces engañosas" que aparten del camino. Por el¬ contrario, hay que acelerar la marcha, "correr a una con Cristo"  cual atleta.Necesita no prestar atención a los que le hinchan a -fuerza de darle títulos (Tral.IV,l). Algunos hermanos no van a -comprender (Tral.V,2); otros, creyendo que le van hacer un favor, van a intentar impedírselo, apartarle de la Vida. Hay que pedirles que no lo hagan, que "no le engañen con lo terreno"; y si hay al¬guno que "sabe lo que a él le apremia" que tenga lástima de él ( Rom. VI, 3).
.
Lo único que hay que hacer es pedir a los hermanos fuerza, tan-to interior como exterior, a fin de que no se quede todo en palabras (Rom.III,2); que se acuerden de uno en sus oraciones (Mag.XIV,:

Filad.V,l), en sus súplicas (Tral.XIII,3); que rueguen por él para llegar a la meta (Rom.VIII,3); y si sus fuerzas flaquean en el último instante, rogar para que no le hagan caso y se remitan a las palabras que les escribió cuando ardía en ansias de morir por Cristo (Rom. VII,2).

* * *
Conviene insistir sobre la idea de Imitación en Ignacio.Con todo lo dicho hay que añadir que imitar no es observar o ajustarse - a "el algo" (= obra) de la vida de alguien (ideologización de la fe o fe reducida a lo ético o moral); y menos observar la doctrina de un alguien que ya murió para quedar muerto. Cristo así quedaría reducido a un maestro, pensador o filósofo al estilo de Platón o Sócrates. El maestro viviría en su obra, y ésta, haría que su autor "viviera" en mi memoria y por tanto en "mi  vida" en la medida en que me ayuda a orientarla mediante criterios y pautas referenciales de tipo moral.

Para Ignacio: 1º Se imita a un tú, a Alguien. 2º A Alguien que vive, sí, pero que es la Vida. 3º y además mí vida. Humanizarse es cristiformarse. No es una cuestión funcional sino ontológica: "ser en”.

Por eso no basta acoplarse extrínsecamente a las enseñanzas de Cristo. Hay que vivir en El, con El; dejar que El more e inhabite en nosotros para desde El "vivir, movernos, existir" en la línea de S. Pablo. El otro es consecuencia o resultante de lo primero.

y el supremo acto de identificación es entregar la vida por amor. Dejarse inmolar cual ofrenda eucarística (Rom.IV,l;Efes.VIII, 1).  Es precisamente aquí donde se agarra la verdad de lo humano, donde uno llega a "ser verdaderamente hombre"(Rom.VIII,2).

Con ello la antropología de Ignacio se concreta en lo siguien¬te: ser cristiano es ser radicalmente hombre. Antropología y cristología se funden. El ser cristiano y el ser hombre no son dos polos contrapuestos o enfrentados, ni siquiera se complementan. Hay un solo ser y existir: ser en radicalidad humano es ser en radicalidad cristiano; y se es humanamente en radicalidad en la medida y plenitud de Cristo. Lo cristiano no "añade" nada a lo humano sino que lo radicaliza; más aún, lo humano es tal en la medida en que contiene y afirma lo cristiano. (Es ilustrativo Tral. IX y X). Para Ignacio sin Cristo, la antropología deviene en tanatología.

Con todo lo dicho hasta ahora, Ignacio se perfila como un místico de gran talla y dispara por los aires cualquier asomo de ascetismo que pudiera aparecer en sus cartas.

* * *

¿Cómo concibe Ignacio el morir?

Como S. Pablo, también él cree que la creación sufre y gime con do¬lores de parto. El morir es pues, un nacer, un ser alumbrado. La vía de acceso a la vida verdadera y plena, a la luz pura. Analógicamente a ¬lo que ocurre en una carrera, es llegar,ser de verdad hombre.

Morir es irrumpir en la plenitud de mi vivir, es llegar a ser ("ho¬rno absconditus"en camino hacia el "horno revelatus"). Es caer hacia el  adentro de Dios, hacia su amor insondable, hacia las entrañas del Padre por la fuerza salvadora y redentora de la Pasión de Cristo (p.e.¬Rom.VI ).

* * *

¿Cómo concibe y se sitúa Ignacio ante la muerte?

El es consciente de su muerte, ha hecho suya esa posibilidad real, la ha "interiorizado", la siente acercarse: la muerte no queda ignorada ni tampoco eludida. Su muerte se convierte en un acto humano, en un acto libre. Va hacia ella. La entrega como Cristo. ¡En el sentido más profun¬do no se la quitan! Efes.VIII,1;XVIII,1;XII,1;I,2; Rom.IV,3;V,2-3 ... ).

Ignacio, ciertamente, tiene miedo a la misma muerte como hecho. Sí,su mayor temor es perder a Cristo, pero ello es así porque se levanta ante él la negrura y el espesor de la pasión que le pueden hacer frenar, caer en tentación en el último instante. Ese instante que aceptado y asumido le lanzan a la identificación plena con Cristo.Por eso sus constantes súplicas a los hermanos para que le ayuden con su caridad y oraciones.

Y es que hay algo que se da por sobreentendido: la muerte en sí  misma si es algo es alienación, la suprema esclavitud,"el último enemi¬go en ser vencido". No, la muerte no es buena, sino pasión y cruz; y él, Ignacio, un condenado, una víctima, un cordero que camina al matadero  dudando si será capaz de soportar ese trago.

No hay en su actitud masoquismo. No existe la exaltación del dolor por el dolor, ni la muerte por la muerte. No entender esto es ya no entender nada de su vida ni de la mística de todos los tiempos. Tampoco por lo mismo, el haber calado en la esencia de lo cristiano. Dulcificar la muerte,inmunizarla,restarle su crudeza, es ir en la misma medida va¬ciando de contenido la salvación que nos trajo Cristo por su Pasión y cruz (Cf. J.L.Ruiz de la Peña).


No debe despistarnos la carta a los Romanos (IV y V ). Ignacio no grita, cual legionario, "viva la muerte", porque entonces toda su obra quedaría impregnada de necrofilia. El no es un vocero de la muerte. El sólo canta a la Vida, canta a Cristo,y corre veloz a abrazarse a El.

Sin embargo hay que decir también que en Ignacio el dolor y la muerte no son un absurdo sino que hay que interpretarlos en clave de misterio. Si muriésemos ante nadie, la muerte en efecto, sería absurda, porque -¬nadie podría darle sentido. Si muriésemos solamente "ante los hombres", también sería absurda, porque estos dispondrían abusivamente de algo que no conocieron más que en su exterioridad; dispondrían de una vida-¬muerta. Pero S. Pablo dijo:"Ninguno muere para sí mismo, morimos para el Señor"  (Cf.J,L. Aranguren). Y porque morimos "ante Dios" y hacia Dios, la muerte tiene sentido. Sentido expresado en clave de misterio y en prenda de esperanza:Cristo Resucitado. Véanse las citas tan ilustrativas de:

Esmir.IV,2 . Mag. IX, 2 Mag.XI
Esmir.X,2 . Tral. 11,1

Por último apuntar que para Ignacio su muerte es ofrenda, sacrificio, expiación, rescate por los pecados de todos a imitación de la muerte de Cristo (p.e. Trar. XIII,3, etc ... )

III

Ignacio no reconoce la independencia del individuo en la vida espiritual o en la vida mística con Cristo. No tiene como centro el alma individual, sino que esa unión es corporativa: es la Comunidad de los fieles actuando como miembros del Cuerpo de Cristo (Iglesia). Su misticismo, por tanto, brota del marco litúrgico y celebrativo. De ahí su predilección por los símbolos y expresiones sacadas del culto y de la• liturgia.

Con el fin de acercarnos más estrechamente a su mística se podría hacer un pequeño experimento. Esto es, sería interesante oírle a él hablar a solas desde el silencio de su yo, cara a cara a Dios, al estilo de los místicos de otros tiempos. Basta para ello sustituir el género literario epistolar por el poético y salmódico; individualizar la relación con Dios, sustituyendo el nosotros-El por el yo-tú. Olvidar de momento lo marcadamente pastoral-pedagógico y eclesial de su pensamiento 
 siempre orientado hacia las comunidades y hacer aflorar aquella “agua viva que murmura dentro” de el” y que recorre subterraneamente toda su obra.
Mi amor está crucificado y no queda ya en mí fuego que busque alimentarse con nada.
Sólo me queda tu voz como un susurro que no sé expresar(l)
 como un agua viva que murmura dentro de mí y que desde lo íntimo me va diciendo ¡Ven a mí! ... Ven! (2)
Cómo deseo alcanzarte Señor!
Como el piloto anhela prósperos vientos
como el navegante, sorprendido en la tormenta
el Puerto. Así yo Señor (3).
A ti es al que quiero que muriste por nosotros.
A ti es la que quiero
que por nosotros resucitaste (4).
Por tu amor
lo soporto todo. (5)
Tú eres mi alivio (6)
tú eres mi esperanza. (7)
... ...


Pero Señor,
tengo miedo a fallarte
en el último instante (8).
Miedo que al final
mi vida quede sólo
en palabras (9).
Pero por tu amor lo soporto todo (10)
y estoy dispuesto a morir por ti para imitar tu Pasión
con tal que tú tengas vida en mí. (11)
Por ti mis cadenas
se han tornado perlas preciosas (12)
cadenas divinas (13).
Tú eres mi alivio (14)
tú eres mi esperanza (15)
 tú mi fortaleza (16).
Tú eres mi vida para siempre (17)
 tú mi Dios
    y yo tu templo en    el que moras
por eso en justicia te amo (18)




(1)     Tral.IV,l
(2)     Rom.VII,2
(3)     Pol.II,3
(4)     Rom.VI,l
(5)     Esmir.IX,2
(6)     Esmir.IX,2
(7)     Esmir.X,2
(8)     Rom.VII,2
(9)     Rom.III,2
(10)     Tral.XII,2
(11)     Mag.V,2
(12 )     Efes.XI,2
(13)     Esmir.XI,l
(14 )     Esmir.IX,2
(15)     Esmir.X,2
(16)     Esmir.IV,2
(17)     Mag.     1,2
(18)     Efes.XV,3




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