viernes, 30 de abril de 2021

ESCOLÁSTICA Y BIBLIA









  Por Manuel de León

“Atenas y Jerusalén” es un texto de los más importantes del siglo XX del filósofo Lev Schestov. Atenas es la búsqueda de la verdad eterna e increada, rationes aeternae, lo eterno; Jerusalén es la verdad de Dios como creador de cuanto existe. Atenas busca vanamente verdades eternas, razones absolutas, mientras Jerusalén proporciona un hallazgo definitivo y absoluto porque es obra divina, de Dios, el inefable Dios.

Lev Schestov[1] sostiene que la escolástica recibió mucha sabiduría de mano de los griegos sin contrastarla con la Biblia. Al contrario la Biblia sería armonizada con la sabiduría griega, sin tomarse la molestia de ver lo que la Escritura decía e interpretando y callando lo que no podía armonizarse. Uno de los ejemplos que pone Shestov se refiere a la armonización del amor o doctrina del amor bíblico. Los filósofos de la Edad Media y escolásticos conociendo por el apóstol Pablo que lo principal y esencial para el hombre no reside en la razón ni en el conocimiento que hace presuntuoso al hombre y que todos los dones de la razón no son nada sin amor, se vieron obligados a proceder a una purificación y catarsis del amor en la Biblia. El amor lo transformarán en lo que Spinoza llamó amor Dei intelectualis.  Santo Tomás, es cierto -dice Shestov-, se refiere al texto del salmo 4:6: "Hay muchos que dicen: ¿Quién nos mostrará el bien? Señor, levanta la luz de tu rostro sobre nosotros". También cita el conocido texto de San Pablo, Romanos 1: 20. “las cualidades invisibles de Dios, es decir, su eterno poder y su naturaleza divina”. Sin embargo, estas citas que aclaran el objetivo de los filósofos medievales no pasan de ser una búsqueda de los “principios metafísicos” en la Biblia para no ofender el antiguo ideal.

“¡Qué pequeñas son las palabras bíblicas -dirá Schestov- que "elevan la luz de tu rostro sobre nosotros" se asemejan a esos rationes aeternae (verdades eternas) por las cuales la filosofía medieval, hipnotizada por la sabiduría griega, las había intercambiado! Aquí nuevamente nos vemos obligados a recordar el árbol del conocimiento y el árbol de la vida. El árbol del conocimiento portaba las verdades eternas y el "bien y el mal por los cuales somos dignos de alabanza y culpables", es decir, dignos de la alabanza y la culpa de quien, con su "serás como Dios", redujo el alma humana a esclavitud. ¿Se puede imaginar algo que se parezca menos al Dios viviente del pensamiento bíblico que las verdades eternas, incapaces de cambiar cualquier cosa que traigan al hombre, congeladas y petrificadas? Es cierto que los filósofos escolásticos podían citar, y no fallaron en hacerlo: "Yo soy el Señor y no cambio". Pero es aquí donde se justifica el comentario de Gilson: nuestros conceptos se deshacen cuando intentamos introducir en ellos el contenido de la Biblia. La inmutabilidad de Dios no tiene nada en común con la inmutabilidad de las verdades eternas. Los últimos no cambian porque no tienen el poder de cambiar; Dios no cambia porque, no desea cambiar y no juzga bien hacerlo”.

La honda huella que deja en los lectores Schestov, de familia judía, máximo exponente del existencialismo ruso y gran conocedor de la Biblia, es por sus clarividentes explicaciones del conocimiento y su modo de entender la Escritura y la escolástica. Sobre todo, considera que hemos bebido y estamos tan estrictamente vinculados a los principios griegos (Atenas) que cuando intentamos oponernos “la verdad de la Biblia nos parece no solo delirante sino también sacrílega” (Jerusalén). Quienes se opusieron con la Biblia en la mano, pronto volverían sus ojos a los griegos. Quien se opuso a Pelagio y sus amigos porque creía en la libertad de elegir entre el bien y el mal, pronto aceptaría que la salvación del hombre dependía de sus méritos y obras. “San Agustín con los fragmentos de los Salmos y otros libros de la Biblia que interpola con tanta alegría en ellos, uno no puede dejar de notar algo artificial a pesar de todo el ingenio del autor. “No es un vuelo libre, sino una lucha contra la ley de la gravedad, demasiado humana”

Creemos que la escolástica como corriente teológica y filosófica medieval utilizó parte de la filosofía grecolatina antigua para comprender la revelación bíblica. Los místicos usarían muchos conceptos ajenos a la Biblia como si Dios y el hombre fuesen objetos de experimentación. Unos y otros buscaban reflexionar sobre su fe y en especial sobre la doctrina de la gracia. Cuando se dice que “la gracia no suprime la naturaleza”, no deja de ser otro truco de la razón para preservar su autoridad y puede parecer que el no suprimir la naturaleza es un tributo amoroso del Creador. Schestov pone de ejemplo a Tomás de Aquino sobre una cuestión sin importancia. Esto es, cómo la razón explica la naturaleza de los leones, halcones y otros animales antes del pecado que ahora matan y comen y se pregunta si antes, en el Paraíso, estaban domesticados.

 Contesta Aquino “que esto es irrazonable. La naturaleza de los animales no se modificó a través del pecado del hombre, por tanto es irrazonable suponer que los carnívoros se alimentaran de hierba antes de la caída. El problema es que en la Biblia, en Isaías 65:25 Dios no pregunta cómo debe ser con arreglo a la naturaleza de las cosas sino que afirma que “el lobo y el cordero se alimentarán juntos, y el león comerá paja como el buey, y el polvo será el alimento de la serpiente. No dañarán ni destruirán en toda mi montaña sagrada”. Isaías no deseaba saber la naturaleza, ni aspiraba a transformar la verdad revelada en principios metafísicos evidentes e inmutables. La razón humana busca la inmutabilidad, lo inquebrantable, las cosas que constituyen la esencia del conocimiento. Sin embargo, para Isaías lo que la razón busca con avidez no tiene ningún atractivo, sino que le aterroriza, pues el saber que “dos más dos son cuatro” es un paso hacia la muerte. El conocimiento, los caminos que al hombre parecen derechos, tienen un final de muerte. Cada línea de la Biblia está enfocada a explicar el problema del ser humano frente a Dios que está más allá de la razón.

Puede resultar evidente que en “un universo donde el mal es un hecho dado, su realidad no pueda ser negada”. Sin embargo, el “hecho dado” no puede limitar la omnipotencia divina. Lo que nosotros razonamos como mal, para Dios puede ser bien u otra cosa. “El justo vivirá por la fe” y las evidencias de la razón, el conocimiento y las verdades eternas del intelecto, no tienen nada que ver con la fe.  Ciertamente no se le da a la fe la facultad de vencer las verdades de la razón, pues a las verdades de la razón precisamente ningún poder en el mundo puede vencerlas. Sin embargo, “casi todos los principios psicológicos, -dirá C.G.Jung - todas las verdades relacionadas con la psique, deben, si se quiere que sean absolutamente verdaderas, ser inmediatamente revertidas. Las únicas declaraciones que tienen validez psicológica con respecto a la imagen de Dios son las paradojas o las antinomias” (CW12, par 11 n6). Una religión se empobrece interiormente cuando pierde o diluye sus paradojas; pero su multiplicación enriquece porque sólo la paradoja se acerca a comprender la plenitud de la vida. La no ambigüedad y la no contradicción son unilaterales y, por tanto, inadecuadas para expresar lo incomprensible”.

Otro de los pensadores de la mística es también ruso, Vladimir Nicolayevich Lossky[2], investigador de la tradición teológica patrística y que profundizó sus estudios sobre el pensamiento de la Edad Media bajo la dirección de Etienne Gilson, con cuya dirección estudiaría la mística del Maestro Eckhart. Su primera publicación en ruso sería “Teología negativa en las enseñanzas de Dionisio Areopagita”. El estudio de la obra de Eckhart le había llevado a la relevancia de la idea de incomprensibilidad de Dios e investigar las raíces de la teología apofática (negativa) en los escritos de los teólogos alejandrinos, sacerdotes capadocios y, especialmente, Pseudo Dionysus. La mayoría de la crítica de Lossky[3] va dirigida contra la escuela del cristianismo occidental medieval, las especulaciones racionales que exceden la teología académica y la espiritualidad demás de una retórica virulenta contra una eclesiología predominantemente legalista e institucional. Se refería a las energías gastadas en el tema del “filioque” donde las divergencias entre griegos y latinos concluyó en la doble procedencia del Espíritu Santo, que resultaba del Padre y del Hijo. Su resolución teológica habría durado diez siglos y provocando el cisma de Oriente o Gran Cisma.

Una de las investigaciones de Lossky estaba relacionada con la teología del Maestro Eckhart, la oscuridad y la luz en el conocimiento de Dios, teología de la imagen, de la persona y de la creación. En “Visión de Dios” (Vision de Dieu) desarrolla este pensamiento.  Dice Waldo Ross:[4] “Todo el pensamiento teológico de Vladimir Lossky está centrado sobre el misterio de la luz de Dios, sobre aquella magna incógnita con la cual está perpetuamente comprometido el ser humano, incógnita desde donde emerge toda la creación y hacia donde vuelve constantemente esa misma creación”. Lossky explica la mística de Dionisio el Areopagita afirmando que la visión de Dios solo es posible por la vía negativa: “Dionisio distingue dos vías teológicas posibles: una procede por afirmaciones (teología catafática o positiva); la otra procede por negaciones (teología apofática o negativa). La primera nos conduce a un cierto conocimiento de Dios, pero es una vía imperfecta. La segunda nos conduce a una total ignorancia: es la vía perfecta, la única que conviene respecto a Dios, incognoscible por naturaleza. En efecto, todos los conocimientos tienen por objeto lo que es. Ahora bien, Dios está más allá de todo lo que existe. Para aproximarse a Él es preciso negar todo lo que le es inferior, es decir, todo lo que es. Si al ver a Dios se conoce lo que se ha visto, esto es señal de que no se ha visto a Dios mismo, sino cualquier cosa inteligible, cualquier cosa inferior a Él”. También en Lossky hay un sentimiento demasiado optimista del ser humano como justificación de la creación a través del hombre: “El primer hombre estaba llamado, según San Máximo, a reunir en sí la totalidad del ser creado: debía al mismo tiempo alcanzar la unión perfecta con Dios y conferir así el estado deificado a toda la creación.”  Yo sigo sin entender esta divinización o deificación del hombre para “entregar a Dios el mundo entero”.

El pensador ruso Berdiaev fue un verdadero genio de la filosofía religiosa contemporánea, como Eckhart lo fue de la filosofía mística de la Edad Media. Para entender al metafísico oculto detrás del profeta vigoroso[5] es preciso pensar en él como en un alma rebelde impulsada por la sed de absoluto. "Yo afirmo la primacía del espíritu no sólo sobre la naturaleza sino también sobre la sociedad y la civilización", escribió. En su búsqueda por desentrañar lo que llamó “la libertad increada” o la libertad originaria del espíritu humano, anterior al Ser, es lo que caracteriza la personalidad de este filósofo. La inquietud metafísica y la preocupación existencial estarán al servicio de la libertad por lo que el psicólogo y filósofo Henri Vallon lo llamó “el Apóstol de la libertad”. Así mismo dirá Javier de Haro Requena[6] “Los dos términos que continuamente aparecen en la obra de Berdiaev, a la hora de caracterizar al hombre y su espíritu, son microcosmos y microtheos: el hombre es un microcosmos en cuanto que todas las cosas son dadas para que despierten su autoconciencia y conozca. Con ello, responde al problema filosófico de la objetivación, raíz cognoscitiva de la ideología. El conocimiento no es una repetición o espejo del objeto conocido sino un acto creativo de la libertad que se deja afectar por las cosas y las transforma en razón de un ideal. Lo que responde a la ideología es un juicio crítico a partir de la propia experiencia”.

Por otra parte está, como otra de las dimensiones del espíritu en el hombre, el ser microtheos. Intentaré explicar esta palabra “pequeño dios” dentro del hombre, que siempre chirría agudamente y distorsiona mi interior inusitadamente como ocurre a los reverentes y escrupulosos judíos que no se atreven a pronunciar el nombre de Dios. Según Javier de Haro lo que le mueve a Berdiaev a elaborar esta metafísica de la libertad es porque el hombre “está hecho de tal forma que es irreductible a cualquier poder, renace de sus cenizas, es capaz de cuestionar los fundamentos de cualquier estado totalitario o ideología. Hay “algo” dentro del hombre que le permite “vivir en la verdad y no en la mentira”, dirá Havel en El poder de los sin poder (1979), un misterio que lo llama a ser él mismo y a reconocerse igual y semejante a cualquier hombre”.  Hay hombres humildes e intuitivos, “buscadores populares de Dios” como su amigo Akimuschka: “Era un sencillo campesino, un jornalero. Era muy corto de vista y parecía como si hubiera de tropezar y caerse. Era analfabeto (…). Al tratar a Akimuschka me di cuenta de que contrariamente a lo que corrientemente se cree, no existe ningún abismo entre el pueblo y la clase intelectual. Akimuschka me decía que se sentía lejos del labrador absorbido por las cuestiones materiales, y que, en cambio, se sentía afín a mí, porque conmigo podía conversar de cuestiones espirituales que le interesaban. Existe la unidad en el reino del espíritu”.

No puedo negar que en la Biblia existe ese sentido místico entendido siempre como iluminación o visión de Dios. Sin embargo, la experiencia de cada personaje bíblico es diferente, su vida esconde matices reveladores más trascendentes. Dios ofrece un rostro diferente a cada hombre e insinúa caminos desemejantes o mejores a los que el hombre piensa o intuye. Son relatos y experiencias que no se pueden explicar racionalmente, pero donde entendemos la relación y proximidad de Dios con el ser humano que generalmente le sobrecoge hasta el “temor y temblor”. Así lo vemos en Abraham, donde Dios le ha ofrecido una descendencia mayor que las arenas del mar, pero le manda sacrificar a su único hijo Isaac, su descendencia. La Biblia dice que Abraham tuvo fe y recibió de nuevo a su hijo. Se pregunta Kierkegaard en medio de la angustia personal ¿cómo puedo estar seguro de que Dios me exige ese sacrificio? El diálogo con Dios es un monólogo del existencialista danés que se pegunta “¿me puedo equivocar y creer que Dios me dice lo que no me dice?”. Ahí radica la angustia, la incomodidad y el riesgo que trae consigo el estadio religioso. Sin embargo la fe, te hace descansar cuando saltas a los brazos de Dios y quedas a solas con Dios. “Si un árabe, en el desierto, descubriese de pronto un manantial dentro de su tienda, que le surtiese de agua en abundancia, se consideraría muy afortunado; y lo mismo le ocurre a un hombre cuyo ser físico está siempre vuelto hacia lo exterior, pensando que la felicidad mora fuera de él, cuando finalmente entra en sí mismo y descubre que la fuente nace dentro de él; no hace falta decir que ese manantial es su relación con Dios”.[7]

Muchos de los personajes bíblicos tienen experiencias donde Dios irrumpe en sus vidas de una manera especial, iluminativa y liberadora. Es una experiencia de una fuerza irresistible y seductora que hace salir a Abraham de Ur de los caldeos para emprender caminos inciertos para llegar a lugares indeterminados. Muchos de estos relatos implican al lector pero no para tener una experiencia religiosa, sino “ver el rostro de Dios” desde el corazón y percatarse de la necesidad de un cambio radical. Jacob, nieto de Abrahán, continúa la experiencia de su abuelo (Génesis 28:10-19). Un trasiego constante huyendo de su hermano Esaú, Jacob tiene una visión de una escalera que une la tierra con los cielos inaccesibles, donde adquiere conciencia del pacto de fe en Dios de sus antepasados y erige una estela para memoria. Moisés tiene también una experiencia sobrecogedora con la zarza ardiendo que no se consumía. Tiene un cambio radical que se traduce en la liberación y esperanza de un pueblo. Otros personajes bíblicos muestran sus experiencias de Dios en medio de sueños, visiones y éxtasis. A Daniel le fueron revelados misterios en visión nocturna Daniel 2:19-21 9 “Entonces el secreto fue revelado a Daniel en visión de noche, por lo cual bendijo Daniel al Dios del cielo.20 Y Daniel habló y dijo: Sea bendito el nombre de Dios de siglos en siglos, porque suyos son el poder y la sabiduría. 21 El muda los tiempos y las edades; quita reyes, y pone reyes; da la sabiduría a los sabios, y la ciencia a los entendidos”. Isaías dice: “Esto me hizo ver el Señor Jehová” (Am 7,1). Ezequiel siente el enorme poder del Espíritu en sus visiones: “Yo miré: un viento huracanado venía del norte; y vi una gran nube con fuego fulgurante y resplandeciente a su alrededor, y, en su interior, como el destello de un relámpago en medio del fuego” (Ez 1,4).

Otras veces lo que acontece es un encuentro con lo divino que trastoca tu existencia como en el caso de Job quien siempre había sido fiel y justo. Sin embargo, en el hombre siempre hay una justicia propia, una profunda raíz moral, que tiene que salir a la superficie para ser juzgada. “Quizá habrán pecado mis hijos” (Job 1:5). No contempla la posibilidad de pecados propios, ni la necesidad de ofrecer holocaustos por sí mismo. No es consciente de su propio estado, de sus tendencias e incapacidades para rendirse quebrantado ante Dios. Aunque tiene la percepción de ser “hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal”, no tiene clara la verdadera santidad de Dios. Y Dios se le aparece en el centro de la tormenta como la Gloria y lo Excelso se mostró en la nube a Israel por el desierto. El torbellino de la tempestad es el signo de la distancia, de la trascendencia de Dios y la voz es el signo de la intimidad, de la cercanía de Dios. Desde la tormenta Dios se pasea por la Creación mostrando sus obras a Job, los misterios que encierran, la infinita sabiduría que apenas el hombre puede vislumbrar.

En el caso de Ezequiel el encuentro con la divino también se expresa de una forma dolorosa: “Se me partió el corazón por dentro, se estremecieron todos mis huesos, me quedé como un borracho, como aquel a quien le domina el vino, por causa de Jehová” (Jeremías 23,9-) También de admiración: Yo miré: un viento huracanado venía del norte; y vi una gran nube con fuego fulgurante y resplandeciente a su alrededor, y, en su interior, como el destello de un relámpago en medio del fuego” (Ezequiel 1,4). La interpretación de los sueños de José al faraón, de Daniel a Nabucodonosor están en la Biblia muy bien descritos, pero sin duda lo más hermoso es cuando a Salomón Dios le habló en sus sueños. (1 Reyes 3:4-5) El rey fue a Gabaón a sacrificar allí, porque ese era el lugar alto principal. Salomón ofreció mil holocaustos sobre ese altar. 5Y en Gabaón el SEÑOR se apareció a Salomón de noche en sueños, y Dios le dijo: Pide lo que quieras que yo te dé.

Hay experiencias -dirá Ediht González[8]- de fuertes  luchas con ángeles como en Oseas 12:5, experiencias de encuentro amistoso: “Yahveh hablaba con Moisés cara a cara, como habla un hombre a su amigo” (Ex 33,11); experiencias que dan nombres para referirse a ‘aquel’ con quien se ha tenido el encuentro: Elohim fuerza-capacidad-poder, justicia (Ex 12,12), el Santo (Is 5,16), el Viviente (Jr 10,10), el Dios de las alturas (Mi 6,6), el Dios de alabanza (Sal 109,1), el Dios de fortaleza (Sal 43,2), el Creador: (Qo 12,1), el Rey (Is 6,5), el Mesías, el Príncipe (Dn 9,25); la Palabra que crea: “Dijo Dios: haya luz y hubo luz” (Gn 1,3); la Palabra que ordena: “Vete de tu tierra y de tu patria y de la casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré” (Gn 21,1); la Palabra que se revela: “Dijo Dios a Moisés: ‘Yo soy el que soy’, y añadió: ‘Esto dirás a los israelitas: Yo soy me ha enviado a vosotros”(Ex 3,14), y muchos otros nombres que abundan en el Antiguo Testamento, en los que directa o indirectamente se narra la presencia de Dios”. En el Nuevo Testamento sus personajes tienen también vivencias únicas y diferentes que trataremos aparte.

 



[1] Atenas y Jerusalén. Lev Schestov

[2] El misticismo renano en el pensamiento de Wladimir Lossky. Edrisi Fernandes.

[3] “Perteneciente a la generación de la emigración, Lossky representa junto a Berdiaeff, Chestov, Boulgakof, Ouspensky y otros, la más alta expresión de la mística existencial rusa en este siglo” -dice Waldo Ross-.

[4] Nota sobre la teología mística de Vladimir Lossky. Waldo Ross. (Profesor de la Universidad de Glasgow)

[5] El misticismo de Berdaiev. Pedro Ancarola; Berdiaev y el misticismo. Mario R. Cancel.

[6] Totalitarismo y experiencia de libertad. La ética política en Nikolai Berdiaev. Javier de Haro Requena

[7] Temor y temblor. S. Kierkegaard. Traducción, estudio preliminar y notas: Vicente Simón Merchán

[8] La experiencia mística en la Sagrada Escritura. Edith González Bernal

miércoles, 28 de abril de 2021

FRAGMENTOS FILOSÓFICOS, nº 76

 




FRAGMENTOS FILOSÓFICOS. FRAGMENTO 76:
 ESPÍRITU EN EL MUNDO.

 

Por José Pablo Noriega de Lomas

  En la Antigüedad Oriental decía Buda que si el ser humano tuviera otra pasión tan fuerte como la sexualidad, sería imposible la liberación, es decir, alcanzar el nirvana, que es la pacificación del alma, y viene acompañado de la perfecta felicidad. Más tarde, en la Antigüedad Occidental, los filósofos epicúreos defendieron que los placeres espirituales eran superiores a los de otro tipo.

   Con estas referencias queremos ejemplificar que la naturaleza espiritual del hombre se encuentra llamada a imponerse sobre el cuerpo. Y que por ello en nada beneficia la exaltación de la sexualidad, sino que al contrario impide y estorba el vuelo del espíritu. 

   Por tanto, hay que reconocer que muchos de los estímulos de nuestro mundo circundante no son los adecuados, pues éstos serían los que suscitaran la espiritualidad; y corrigieran el desarrollo que, a decir de Foucault, empuja a los occidentales a la creciente exaltación del sexo desde la Edad Moderna.

    Como consecuencia, parece necesario deconstruir el discurso que aúnan determinadas políticas económicas con otras sexuales, pues no existe necesidad intrínseca del la asociación en cuestión. En este sentido, se trata de encontrar alternativas que provoquen los estímulos que hagan crecer nuestro ser espiritual, porque como decía el gran filósofo Rahner somos espíritus en el mundo.

   En definitiva, se trata de recuperar y ahondar en lo espiritual, sacándolo de su postración. Así es, porque son cosas diferentes la política económica, la política sexual y la política religiosa. 


domingo, 25 de abril de 2021

FRAGMENTOS FILOSÓFICOS, nº 75

 





FRAGMENTOS FILOSÓFICOS. FRAGMENTO 75:
 EL PRESTIGIO DE LA CIENCIA.

 Por José Pablo Noriega de Lomas

   La ciencia es una institución que goza de un gran prestigio, pero éste no siempre es merecido. Efectivamente, una clasificación clásica y reconocida de las ciencias es aquella que las divide en Formales (Lógica y Matemáticas), Naturales(Física, Biología...), y Humanas (Historia, Pedagogía, Antropología...) Nada tenemos que objetar ni se objeta en el mundo científico al valor de verdad de las Ciencias Formales y Naturales, pues, aunque haya cambios de paradigma la verdad del anterior queda subsumida la del posterior (por ejemplo, la Física newtoniana en la de la relatividad). 

   Pero, en lo que se refiere a las llamadas Ciencias Humanas, el valor de verdad que sostienen las actualmente constituidas es muy discutible, pues sus cultivadores están muy divididos en escuelas que se contradicen, lo que prueba que no han alcanzado el estatuto de la la verdad (transcendentalidad).

   Valgan los ejemplos de la Pedagogía y la Historia. Así, la primera está dividida en escuelas cuyos métodos de enseñanza y aprendizaje difieren entre sí ;y no está claro cuál sea verdadero, por mucha algoritmización que empleen. 

   En lo que atañe a la segunda, ocurre lo mismo, y lo vamos a expresar con un ejemplo nidio, cual es el de la Historia de España. Es obvio que no es la misma la que escribió Ricardo de la Cierva que la que dirigió Tuñón de Lara. Con ello se muestra lo que defendemos en el presente fragmento: que las Humanidades (y entre ellas la Historia) no han alcanzado la transcendentalidad del conocimiento, el estatuto de la verdad. Por ello, su prestigio no está justificado. 


lunes, 19 de abril de 2021

FRAGMENTOS FILOSÓFICOS, nº 74

 





FRAGMENTOS FILOSÓFICOS. FRAGMENTO 74: 
IGUALDAD E IDENTIDAD.

Por José Pablo Noriega de Lomas

   En este tiempo, el ideal comunista aparece mezclado con la ideología de género. Pero esta confluencia no registra necesidad intrínseca. De hecho, históricamente no ha sido de esa manera, porque los fundadores del comunismo contemporáneo (Marx y Engels), y los discípulos más aventajados (Lenin, Trotsky, Stalin, Gramsci...) desarrollaron su pensamiento como pensamiento comunista (y también materialista). Y así ha sido hasta el pasado reciente: Por ejemplo, en España la asociación del comunismo con la ideología de género data de los años 70. Así, se ve que ésta última es una adherencia.

   Creemos que en el tema, en general, se confunde igualdad con identidad, por lo que los argumentos están mal comprendidos, originando anfibologías. En efecto, la igualdad entre hombre y mujer está reconocida, y no se niega en el discurso social. Se concede la igualdad en dignidad, en derechos, en valor y en otros campos. Pero lo que no es verdad es que los dos géneros sean idénticos. En este sentido, son obvias las diferencias anatómicas, fisiológicas e incluso culturales.

   Parece que el debate podría mejorarse si esta distinción entre igualdad e identidad se tuviera más en cuenta, de la misma manera que se reconoce, según planteamos, que comunismo ideología de género no son la misma realidad. 


viernes, 9 de abril de 2021

UNA CHISPA DE DIOS

 





UNA CHISPA DE DIOS

 

 Por  Sixto Castañeira Fernández


En el año 1755 un horrible terremoto destruyó la ciudad de Lisboa donde perdieron la vida  30.000 personas. Ante catástrofes como terremotos, pestes, pandemias,  uno se siente obligado a pararse a pensar en el sentido de la vida y del sufrimiento y se le ofrecen pensamientos, lecturas, enseñanzas  que le abren a la luz de la razón y de la fe.

En su tiempo Leibniz, muerto en 1716, distinguía tres tipos de mal, -metafísico, físico y moral- , centraba su atención en el origen del bien y sostenía la teoría de la armonía  del universo preestablecida por  Dios en  el mejor de los mundos posibles. Ante este terremoto Voltaire, ateo, defendía que la razón no podía conciliar la existencia del mal y el sufrimiento de inocentes con la existencia de un Dios de bondad, creador de este mundo. Este mundo no era el mejor de los posibles.

 

2. La Ilustración sometió toda la realidad al exclusivo análisis de la razón y del conocimiento científico. La razón es interpretada como una luz mental que ilumina el entendimiento; la razón es luz, la fe oscuridad; las creencias religiosas son consideradas “supersticiones”. El hombre ocupa el centro del universo, ajeno a poderes superiores.

 La Ilustración rompió con la tradición: el cristianismo era el alma de Europa y la matriz de la civilización occidental; al romperse la unidad de las creencias cristianas en las que vivía, la sociedad entra en crisis. El hombre reemplaza a Dios y quiere corregir la creación para hacer un mundo mejor, a su medida. La soberbia de la razón.

Hay muchas ilustraciones, pero la francesa se apropió del nombre; comenzó en el siglo XVII y no se interrumpió hasta hoy. Hay dos ilustraciones fundamentales: una Ilustración sin Dios, cuyo representante puede ser Voltaire, y una Ilustración con Dios, la Ilustración cristiana, que tampoco se ha interrumpido hasta hoy.

 La Ilustración cristiana considera que solo Dios conoce totalmente la verdad, pues la razón no puede alcanzar el saber absoluto que concilie Dios y el mal. Existen grandes interrogantes para los que nuestra razón no tiene respuesta por la vía del conocimiento científico, preguntas religiosas sobre el destino del hombre y el sentido de la vida. Quien busca un sentido para el mundo y la existencia se pregunta por Dios y esa pregunta es razonable. La conciencia moral del hombre tiene necesidad de  la existencia de Dios.

3.Siguiendo las reflexiones del filósofo Voltaire y los ideales de la Ilustración el hombre trató de reemplazar a Dios y eso nos ha llevado del mal físico al mal moral, a la Revolución, al Régimen del Terror, a la barbarie comunista, al totalitarismo nazista, a Auschwizt, la expresión más abominable de la degradación humana. Benedicto XVI lo visitó en 2006 y nos dio la respuesta del creyente: la razón y la fe. Primero, silencio; después, Señor, ¿por qué callaste? ¿por qué lo has permitido? Humilde confesión del misterio de Dios y del misterio del hombre. La humildad de la fe.

4.La ilustración cristiana se vio obligada a reflexionar sobre la justificación de la fe y dar respuesta a  la Revolución francesa en su lucha contra la Religión Católica. El cristiano dispone de la luz de la razón y de la luz sobrenatural de la fe en la búsqueda de  la verdad.

La fe es un don, una gracia de Dios. También se concibe como una luz  sobrenatural; la fe proporciona una visión de Dios, distinta del concepto de Dios de los filósofos. En la educación de la fe los maestros tienen una acción mediadora; San Agustín lo explica con sencillez en pocas palabras: “Verba admonent, intus docet veritas”. “Las palabras nos motivan, nos alertan, nos estimulan, pero dentro  enseña la verdad”. La verdad es el verdadero maestro, la luz divina de la fe; Dios nos ilumina, nos manifiesta la verdad contenida en las palabras. El cristiano escucha la palabra, entiende el contenido de la palabra de Dios y aporta su interpretación; si no las entiende, nadie lo puede hacer por él; el alumno  en su interior reconoce la verdad de las palabras del maestro, convirtiéndose en discípulo.

La fe cristiana no es fruto de la irracionalidad, sino de la razón; es una “fides quaerens intelectum”. “una fe que busca sin cesar una justificación racional”. El ser humano es más que la materia; para conocerlo hay que dirigir la mirada a su interior con una luz  que nos obliga a preguntarnos por el sentido de la vida; del más acá nace el camino para llegar al horizonte donde nos espera: un Padre que nos dio la vida. Necesitamos la fe para reconocer nuestra condición filial, somos hijos, somos amados, sabemos quiénes somos.

5. Séneca escribe “…prope a te est deus, tecum est, intus est…Quis deus incertum est, habitat deus… Lucili, sacer intra nos spiritus est”.  “Cerca de ti está un dios, está contigo, está dentro de ti. Qué dios sea, eso es incierto, un dios habita en nosotros….      Lucilio,  un espíritu sagrado habita en nosotros”. Séneca no conoce la identidad del dios que habita en nosotros; no conocía la Buena Noticia. San Agustín, sí. Los hombres admiran las montañas, los valles, los giros de los astros, pero rara vez dirigen la mirada hacia sí mismos, por lo cual dice: “Intravi in interiora mea…”  “Entré, dirigí mi mirada a mi interior… y allí encontré a quien es “intimior intimitate mea et superior summo meo”, “más intimo que mi intimidad y superior a lo más elevado que hay en mí, lo más espiritual que hay en mí”.

 En mí está el hombre interior, el yo, la persona, el alma,  “imago Dei”, imagen de Dios, “scintilla Dei”, una chispa de Dios. El descubrimiento de la persona, el hombre interior, con el don de la vida y de la libertad, es el triunfo del ideal cristiano. A. Machado lo dice con bellas palabras: “Converso con el hombre que siempre va conmigo”… “quien habla solo, espera hablar con Dios un día”…  “y una fe que nace cuando se busca a Dios y no se alcanza”, pues el hombre recibió  el don de la libertad y puede rechazarlo.

6. La fe se nutre en la familia con una educación cristiana en la que  se trasmiten unos valores a través del cuidado amoroso de la madre especialmente, pues la educación no consiste en hablar  de valores, sino en vivirlos. San agustín afirma: in nostris manibus codices, in nostris oculis facta. “En nuestras manos están los libros, la teoría, ante nuestros ojos los hechos, el ejemplo, la coherencia de vida”. La familia es una “Iglesia doméstica” que proporciona al niño una orientación decisiva. Si a un niño no se le enseña a rezar se le cercena la dimensión celestial, se le priva de identidad espiritual cristiana, patria espiritual de los hombres de la civilización occidental. Esta patria espiritual da sentido a la vida del hombre para el arraigo, donde echar raíces para crecer, pues el progreso humano (passus significa paso y escalón) no es horizontal; el hombre puede “graduarse” y degradarse, descender a un nivel inferior a los animales. Cicerón trata de dar una patria a todos los pueblos del orbe, unidos por la “humanitas”, la cultura grecolatina, por medio del estudio de las “humanidades”, las artes liberales, propias del hombre libre y que hacen libre al hombre; el humanismo. La fe cristiana asume el humanismo romano y le añade un territorio espiritual con la identidad espiritual cristiana con la que el hombre culmina y celebra su verdadera naturaleza.

La fe necesita una instrucción, pues tiene una doctrina moral y unos principios que exigen una instrucción racional que no se puede dar en la familia; necesita la catequesis y la  enseñanza pública, pues todos necesitan encontrar sentido a sus vidas y poder comunicarlo razonablemente a los demás; saber quién soy lleva a la necesidad de la educación religiosa. Los niños pequeños dicen “a mí nadie me quiere, nadie me hace caso”. Necesitan que alguien les diga: eres hijo, eres amado, Dios vela por ti.

La fe purifica de imperfecciones la moral y la razón purifica la fe de excesos e infidelidades de los creyentes a lo largo de la historia.

 La fe orienta el pensamiento filosófico, aportando “fragmentos de revelación” que, una vez descubiertos en la vida cristiana, la razón puede justificar. Los conceptos de dignidad,  persona, igualdad, libertad, fraternidad, tienen un contenido cristiano, pero separados del fundamento cristiano, aunque la razón humana pueda justificarlos, languidecen y acaban perdiendo vigencia sin que muchos los echen de menos.

La fe culmina con un encuentro de la persona del creyente con la persona de Cristo, en una adhesión amorosa y confiada a Jesús de Nazaret, el rostro humano de Dios, diciendo como el apóstol Tomás: ¡Señor mío y Dios mío!

 A la virtud de la fe están unidas las virtudes de la esperanza que mira al más allá, a la vida eterna junto a Dios y la caridad, que atiende al prójimo, el que necesita mi ayuda y al que yo puedo prestar la ayuda que necesita, hermano por adopción, la realidad concreta. La solidaridad es una virtud cívica, política, pero no es caridad sin esperar nada a cambio. La virtud de la solidaridad nos hace honrados ciudadanos, pero no cristianos. El fundamento de la solidaridad fue formulado por Terencio 275 años a. C:”Homo sum, humani nihil a me alienum puto”. “Soy hombre, nada de lo que es humano lo considero ajeno a mí”. El cristiano da un paso más, se hace samaritano, el amor fraterno, al que necesita mi ayuda  y puedo ayudarle, al que puedo invitarle a compartir la fe o ser testigo de la luz de la fe. Las entidades políticas buscan acercarse a la justicia organizando la convivencia con distintas formas de solidaridad, por lo que cada uno puede elegir una opción política con tal de que esa opción respete los derechos inalienables de la persona, el don de la vida, hijo predilecto (amado antes) de Dios que conoce su rostro desde su concepción. Un grupo de 150 militantes de un partido político firmó como cristiano un manifiesto en apoyo de su partido que promueve y aplaude  las leyes  del aborto y de la eutanasia. ¿Cristianos? Solidarios, sí. Admiten  una doble vida. La sociedad tiene autonomía en leyes sociales, económicas, etc, con un límite: ser acordes con las normas morales. La aprobación indiscriminada de las opciones políticas presupone la aprobación del principio: Lo que es legal es moral. El derecho puede ser justo o injusto y ambos son derecho. Si ningún partido cumple las condiciones mínimas, siempre se puede votar en blanco. La conciencia moral no está vinculada a la ley, sino a la verdad. La verdad es la necesidad más sagrada del ser humano, de la persona, del alma.

7. La fe se trasmitió dejando un legado cultural  de ritos y liturgia cristiana que vivifican la convivencia y la vinculación a los demás para compartir la alegría de la fe.   

En el pesebre de Navidad podemos contemplar al Niño Jesús, el Hijo de Dios Encarnado, el Logos, el Verbo, la Palabra, con el que podemos dialogar con el silencio, la escucha, la oración y la adoración que son los caminos que llevan a Dios. La fe ilumina toda nuestra vida y abarca todos los aspectos de la misma, espiritual, económico, social, familiar, pues la fe exige unidad de vida, coherencia de vida. Necesita el silencio interior; si las pasiones braman, no es posible el silencio donde el alma se encuentra con Cristo; en el silencio la persona se retira y escucha la Palabra; en el retiro espiritual la persona cultiva con la oración y meditación la amistad que Cristo, el Verbo Encarnado que habita en nuestra intimidad, nos ofrece; y en la adoración comparte con sus hermanos la alegría de su fe y agradece su presencia permanente, digna de ser celebrada.

La Encarnación del Verbo está unida a la Redención por la que el hombre recobra su dignidad, el valor de su humanidad y el sentido de su existencia.

 En la Epifanía, los Reyes Magos siguieron  la luz de la razón,  que los llevó a Jerusalén; la luz de la fe los dirigió a Belén de Judá, encontraron al Niño, creyeron en El, lo adoraron, se convirtieron, cambiaron de forma de pensar  y regresaron por otro camino,  por el camino de Jesús, un nuevo horizonte y una nueva esperanza que transforma toda su vida. Los Reyes Magos nos representan en nuestro camino de razón y de fe; también representamos y debemos ser testigos de la luz para los que buscan sinceramente al Niño para adorarlo.

En Semana Santa podemos contemplar a Jesús, el Hijo de Dios, en su Pasión y muerte en la cruz; acompañarlo y agradecer el amor de Dios al hombre. Dios no calla ante el mal ni lo permite;   Dios padece el mal; asume la naturaleza humana,  se hace hombre y muere en la Cruz. Contemplar la muerte en la Cruz del Inocente, ayuda a conciliar la bondad de Dios y el sufrimiento humano; la Cruz da sentido al sufrimiento humano. Resucita al tercer día que es la garantía de nuestra resurrección y da certeza a nuestra esperanza. El misterio de la Encarnación es el misterio de nuestra fe al que siguen los demás misterios. Dios sale a mi encuentro y llama a mi puerta para encontrarse en amistad conmigo.

La renovación doctrinal y moral de la Iglesia  dio origen a la filosofía cristiana  de los filósofos personalistas. El Personalismo comunitario defiende una comunidad de personas en la que cada una reconoce en el prójimo el rostro de Dios y todas colaboran con su esfuerzo y capacidades para el bien común. El Personalismo comunitario es una nueva formulación del Humanismo cristiano.

8. La Ilustración  tiene muchos representantes:

G. Peces-Barba, ilustre catedrático de la Universidad de Madrid, trata de “Rehacer la ilustración” (ABC, 16/12/00), cuando se inicia la emancipación de la humanidad, cuya mayoría de edad se alcanzó con la Ilustración, “cuando el hombre no necesita andaderas y puede caminar por sí mismo”, ajeno a  poderes superiores. De la idea de “dignidad de la persona” se derivan los valores de “libertad, igualdad, derechos humanos o democracia” que la razón puede justificar. La etapa de la Ilustración no se ha cerrado y “quedan acciones y pretensiones pendientes de realizar de lo iniciado en la Ilustración para su liberación ideológica, económica y política, vinculada a razón y la ley, que determina la ética pública; las creencias religiosas quedan limitadas a la ética privada.

 

En primer lugar, prescinde de Dios y distingue una ética pública, vinculada a la Ley y al Derecho, y una ética privada limitada a las creencias religiosas. Es decir, dos vidas con el principio de que  para la ética pública “lo legal es moral”.

En segundo lugar,  no define  qué es la “dignidad de la persona humana”, por qué  la persona humana tiene dignidad, la “dignitas hominis”, palabra usada por Cicerón hace más veinte siglos  y, aunque hoy sea “indiscutible e indiscutida” no lo es por el resultado de un conocimiento científico-tecnológico, sino de la fe en la inalienable dignidad del hombre. En tercer lugar, en el “Considerando quinto del Preámbulo de la Declaración Universal de Derechos Humanos se afirma “Considerando que los pueblos de las Naciones Unidas han reafirmado en la Carta su fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana y…”. Es decir, los representantes de los pueblos de las Naciones Unidas declaran su fe en la dignidad de la persona humana. No la definen ni aclaran su contenido, como el resultado de un conocimiento científico, sino de la fe. Cuando hablamos de la “inalienable dignidad del hombre” no todos pensamos en la “dignitas hominis” de Cicerón. La fe cristiana le da un contenido concreto. El hombre tiene la dignidad de ser hijo de Dios que le da la vida, de ser persona, “imagen de Dios”, “chispa de Dios”.

La Iglesia no fue favorable a la Declaración de los derechos humanos, no porque no creyera en unos derechos descubiertos y vividos en el cristianismo, sino porque se formularon separados de su fundamento y contra su fundamento  cristiano, pues  en la Declaración “todas las connotaciones metafísicas y teológicas del mundo cristiano debían ser eliminadas”.

Y una Ilustración  cristiana con numerosos representantes:

María Zambrano (1904-1991), discípula de Ortega y Gasset, no se queda en la razón racionalista de su maestro por el exceso de confianza en la razón y en la ciencia para el dominio de la naturaleza. En su reflexión filosófica, siguiendo a San Agustín, frente a la soberbia de la razón propone la humildad confiada en la razón misericordiosa de Dios a fin de rescatar la condición filial de la criatura con el Creador. Participa en las Misiones pedagógicas con otros intelectuales para elevar el nivel cultural de los españoles para “rehacer España”. En su obra Hacia un saber sobre el alma expone la idea cristiana del hombre  “como un ser que muere y ama, que muere con la muerte y se salva con el amor” ; la raíz de lo humano en el sentir originario, donde la razón, sin dejar de ser razón, se hace “razón poética”. En el hombre existe  el saber originario que es anterior a la razón y nos invita a entrar en su interior, porque ahí se encuentra la raíz de la verdad y de la esperanza. Frente a la razón racionalista propone la “razón poética” que conjuga la unidad entre filosofía, poesía y religión y su centro es la persona. La filosofía y la religión necesitan del lenguaje metafórico de la poesía para su mejor comprensión.  El hombre es un ser personal y relacional con el otro al que hay que cuidar, el prójimo, el hermano. El hombre no es un “náufrago” que busca un horizonte, sino un ser “sumergido” que busca un horizonte en el que le espera: el Padre.

 

9. La catástrofe de Lisboa fue vivida e interpretada como un problema religioso. La llamada peste del siglo XX, el SIDA,  acabó siendo considerada como una simple enfermedad más Pero hay una diferencia: las enfermedades se padecen y el sida se puede contraer eligiendo una forma de vida arriesgada. En la epidemia del Covid-19 es llamativo el interés en apartar de nuestra vista los muertos, en soledad humana y espiritual, reducidos a un número del que se informa todos los días y muestras de dolor  por los daños colaterales.

Hemos tenido tiempo de pararse a pensar. Albert Camus afirmó: “He perdido la fe. He perdido la esperanza. Es imposible vivir una vida sin sentido”. Murió 10 años después. La fe es un don de Dios.; se puede suplicar; es posible “querer creer” y, dirigiendo la mirada a nuestro interior como San Agustín, reiniciar una vida cristiana con caridad,  esperanza y fe.

9. El profesor Felipe F. Armesto saca unas enseñanzas de esta pandemia: 1ª Humildad, pues, a pesar del progreso técnico y científico y de nuestra arrogancia colectiva de pensar que habitamos una época nueva de la historia, hecha a medida de manos humanas, seguimos pendientes de la naturaleza que no podemos controlar y que pueden acabar con nosotros sin que tengamos nada que ver.

2ª Caridad, para ser solidarios humanitarios confiando en la misericordia de Dios.

3ª Pensar que es saludable menospreciar la salud, pensando que la muerte es a veces caritativa, porque visita y libera a los enfermos, es igualitaria y justa, pues todos la merecemos. La ciencia y la fe deben tratar de ajustarse en la búsqueda de la verdad.

10. El hombre está dotado de libertad: la libertad de producir, promover, disponer; la más elevada es la libertad de donación, de donar el amor a Dios, a la familia y al prójimo. Al terminar el funeral por su madre, uno de sus hijos desde el ambón, nos dirigió estas palabras: “Doy gracias a los presentes, a los ausentes que no han podido acompañarnos por diversos motivos, y a mi madre por haber donado su amor a toda su familia y el amor es eterno. Muchas gracias”. No dijo que era amiga de sus amigas, sino que centró las virtudes de su madre en la más importante: el amor. Sus breves palabras me recordaron  la conocida sentencia de Cicerón: “las verdaderas amistades son eternas”. La amistad es la confidencia de dos personas, dos almas, el hombre interior “que siempre va conmigo”. San Agustín aconsejaba: “Dilige et quod vis fac”. “Ama y haz lo que quieres (hacer)”. Cicerón lo intuía, pero no podía justificarlo. Los cristianos creemos  que Dios es amor, y el hombre una chispa de Dios.

 

   Sixto Castañeira Fernández

   Profesor del Instituto Jovellanos de Gijón, con la Condición de    

   Catedrático. Jubilado