viernes, 30 de abril de 2021

ESCOLÁSTICA Y BIBLIA









  Por Manuel de León

“Atenas y Jerusalén” es un texto de los más importantes del siglo XX del filósofo Lev Schestov. Atenas es la búsqueda de la verdad eterna e increada, rationes aeternae, lo eterno; Jerusalén es la verdad de Dios como creador de cuanto existe. Atenas busca vanamente verdades eternas, razones absolutas, mientras Jerusalén proporciona un hallazgo definitivo y absoluto porque es obra divina, de Dios, el inefable Dios.

Lev Schestov[1] sostiene que la escolástica recibió mucha sabiduría de mano de los griegos sin contrastarla con la Biblia. Al contrario la Biblia sería armonizada con la sabiduría griega, sin tomarse la molestia de ver lo que la Escritura decía e interpretando y callando lo que no podía armonizarse. Uno de los ejemplos que pone Shestov se refiere a la armonización del amor o doctrina del amor bíblico. Los filósofos de la Edad Media y escolásticos conociendo por el apóstol Pablo que lo principal y esencial para el hombre no reside en la razón ni en el conocimiento que hace presuntuoso al hombre y que todos los dones de la razón no son nada sin amor, se vieron obligados a proceder a una purificación y catarsis del amor en la Biblia. El amor lo transformarán en lo que Spinoza llamó amor Dei intelectualis.  Santo Tomás, es cierto -dice Shestov-, se refiere al texto del salmo 4:6: "Hay muchos que dicen: ¿Quién nos mostrará el bien? Señor, levanta la luz de tu rostro sobre nosotros". También cita el conocido texto de San Pablo, Romanos 1: 20. “las cualidades invisibles de Dios, es decir, su eterno poder y su naturaleza divina”. Sin embargo, estas citas que aclaran el objetivo de los filósofos medievales no pasan de ser una búsqueda de los “principios metafísicos” en la Biblia para no ofender el antiguo ideal.

“¡Qué pequeñas son las palabras bíblicas -dirá Schestov- que "elevan la luz de tu rostro sobre nosotros" se asemejan a esos rationes aeternae (verdades eternas) por las cuales la filosofía medieval, hipnotizada por la sabiduría griega, las había intercambiado! Aquí nuevamente nos vemos obligados a recordar el árbol del conocimiento y el árbol de la vida. El árbol del conocimiento portaba las verdades eternas y el "bien y el mal por los cuales somos dignos de alabanza y culpables", es decir, dignos de la alabanza y la culpa de quien, con su "serás como Dios", redujo el alma humana a esclavitud. ¿Se puede imaginar algo que se parezca menos al Dios viviente del pensamiento bíblico que las verdades eternas, incapaces de cambiar cualquier cosa que traigan al hombre, congeladas y petrificadas? Es cierto que los filósofos escolásticos podían citar, y no fallaron en hacerlo: "Yo soy el Señor y no cambio". Pero es aquí donde se justifica el comentario de Gilson: nuestros conceptos se deshacen cuando intentamos introducir en ellos el contenido de la Biblia. La inmutabilidad de Dios no tiene nada en común con la inmutabilidad de las verdades eternas. Los últimos no cambian porque no tienen el poder de cambiar; Dios no cambia porque, no desea cambiar y no juzga bien hacerlo”.

La honda huella que deja en los lectores Schestov, de familia judía, máximo exponente del existencialismo ruso y gran conocedor de la Biblia, es por sus clarividentes explicaciones del conocimiento y su modo de entender la Escritura y la escolástica. Sobre todo, considera que hemos bebido y estamos tan estrictamente vinculados a los principios griegos (Atenas) que cuando intentamos oponernos “la verdad de la Biblia nos parece no solo delirante sino también sacrílega” (Jerusalén). Quienes se opusieron con la Biblia en la mano, pronto volverían sus ojos a los griegos. Quien se opuso a Pelagio y sus amigos porque creía en la libertad de elegir entre el bien y el mal, pronto aceptaría que la salvación del hombre dependía de sus méritos y obras. “San Agustín con los fragmentos de los Salmos y otros libros de la Biblia que interpola con tanta alegría en ellos, uno no puede dejar de notar algo artificial a pesar de todo el ingenio del autor. “No es un vuelo libre, sino una lucha contra la ley de la gravedad, demasiado humana”

Creemos que la escolástica como corriente teológica y filosófica medieval utilizó parte de la filosofía grecolatina antigua para comprender la revelación bíblica. Los místicos usarían muchos conceptos ajenos a la Biblia como si Dios y el hombre fuesen objetos de experimentación. Unos y otros buscaban reflexionar sobre su fe y en especial sobre la doctrina de la gracia. Cuando se dice que “la gracia no suprime la naturaleza”, no deja de ser otro truco de la razón para preservar su autoridad y puede parecer que el no suprimir la naturaleza es un tributo amoroso del Creador. Schestov pone de ejemplo a Tomás de Aquino sobre una cuestión sin importancia. Esto es, cómo la razón explica la naturaleza de los leones, halcones y otros animales antes del pecado que ahora matan y comen y se pregunta si antes, en el Paraíso, estaban domesticados.

 Contesta Aquino “que esto es irrazonable. La naturaleza de los animales no se modificó a través del pecado del hombre, por tanto es irrazonable suponer que los carnívoros se alimentaran de hierba antes de la caída. El problema es que en la Biblia, en Isaías 65:25 Dios no pregunta cómo debe ser con arreglo a la naturaleza de las cosas sino que afirma que “el lobo y el cordero se alimentarán juntos, y el león comerá paja como el buey, y el polvo será el alimento de la serpiente. No dañarán ni destruirán en toda mi montaña sagrada”. Isaías no deseaba saber la naturaleza, ni aspiraba a transformar la verdad revelada en principios metafísicos evidentes e inmutables. La razón humana busca la inmutabilidad, lo inquebrantable, las cosas que constituyen la esencia del conocimiento. Sin embargo, para Isaías lo que la razón busca con avidez no tiene ningún atractivo, sino que le aterroriza, pues el saber que “dos más dos son cuatro” es un paso hacia la muerte. El conocimiento, los caminos que al hombre parecen derechos, tienen un final de muerte. Cada línea de la Biblia está enfocada a explicar el problema del ser humano frente a Dios que está más allá de la razón.

Puede resultar evidente que en “un universo donde el mal es un hecho dado, su realidad no pueda ser negada”. Sin embargo, el “hecho dado” no puede limitar la omnipotencia divina. Lo que nosotros razonamos como mal, para Dios puede ser bien u otra cosa. “El justo vivirá por la fe” y las evidencias de la razón, el conocimiento y las verdades eternas del intelecto, no tienen nada que ver con la fe.  Ciertamente no se le da a la fe la facultad de vencer las verdades de la razón, pues a las verdades de la razón precisamente ningún poder en el mundo puede vencerlas. Sin embargo, “casi todos los principios psicológicos, -dirá C.G.Jung - todas las verdades relacionadas con la psique, deben, si se quiere que sean absolutamente verdaderas, ser inmediatamente revertidas. Las únicas declaraciones que tienen validez psicológica con respecto a la imagen de Dios son las paradojas o las antinomias” (CW12, par 11 n6). Una religión se empobrece interiormente cuando pierde o diluye sus paradojas; pero su multiplicación enriquece porque sólo la paradoja se acerca a comprender la plenitud de la vida. La no ambigüedad y la no contradicción son unilaterales y, por tanto, inadecuadas para expresar lo incomprensible”.

Otro de los pensadores de la mística es también ruso, Vladimir Nicolayevich Lossky[2], investigador de la tradición teológica patrística y que profundizó sus estudios sobre el pensamiento de la Edad Media bajo la dirección de Etienne Gilson, con cuya dirección estudiaría la mística del Maestro Eckhart. Su primera publicación en ruso sería “Teología negativa en las enseñanzas de Dionisio Areopagita”. El estudio de la obra de Eckhart le había llevado a la relevancia de la idea de incomprensibilidad de Dios e investigar las raíces de la teología apofática (negativa) en los escritos de los teólogos alejandrinos, sacerdotes capadocios y, especialmente, Pseudo Dionysus. La mayoría de la crítica de Lossky[3] va dirigida contra la escuela del cristianismo occidental medieval, las especulaciones racionales que exceden la teología académica y la espiritualidad demás de una retórica virulenta contra una eclesiología predominantemente legalista e institucional. Se refería a las energías gastadas en el tema del “filioque” donde las divergencias entre griegos y latinos concluyó en la doble procedencia del Espíritu Santo, que resultaba del Padre y del Hijo. Su resolución teológica habría durado diez siglos y provocando el cisma de Oriente o Gran Cisma.

Una de las investigaciones de Lossky estaba relacionada con la teología del Maestro Eckhart, la oscuridad y la luz en el conocimiento de Dios, teología de la imagen, de la persona y de la creación. En “Visión de Dios” (Vision de Dieu) desarrolla este pensamiento.  Dice Waldo Ross:[4] “Todo el pensamiento teológico de Vladimir Lossky está centrado sobre el misterio de la luz de Dios, sobre aquella magna incógnita con la cual está perpetuamente comprometido el ser humano, incógnita desde donde emerge toda la creación y hacia donde vuelve constantemente esa misma creación”. Lossky explica la mística de Dionisio el Areopagita afirmando que la visión de Dios solo es posible por la vía negativa: “Dionisio distingue dos vías teológicas posibles: una procede por afirmaciones (teología catafática o positiva); la otra procede por negaciones (teología apofática o negativa). La primera nos conduce a un cierto conocimiento de Dios, pero es una vía imperfecta. La segunda nos conduce a una total ignorancia: es la vía perfecta, la única que conviene respecto a Dios, incognoscible por naturaleza. En efecto, todos los conocimientos tienen por objeto lo que es. Ahora bien, Dios está más allá de todo lo que existe. Para aproximarse a Él es preciso negar todo lo que le es inferior, es decir, todo lo que es. Si al ver a Dios se conoce lo que se ha visto, esto es señal de que no se ha visto a Dios mismo, sino cualquier cosa inteligible, cualquier cosa inferior a Él”. También en Lossky hay un sentimiento demasiado optimista del ser humano como justificación de la creación a través del hombre: “El primer hombre estaba llamado, según San Máximo, a reunir en sí la totalidad del ser creado: debía al mismo tiempo alcanzar la unión perfecta con Dios y conferir así el estado deificado a toda la creación.”  Yo sigo sin entender esta divinización o deificación del hombre para “entregar a Dios el mundo entero”.

El pensador ruso Berdiaev fue un verdadero genio de la filosofía religiosa contemporánea, como Eckhart lo fue de la filosofía mística de la Edad Media. Para entender al metafísico oculto detrás del profeta vigoroso[5] es preciso pensar en él como en un alma rebelde impulsada por la sed de absoluto. "Yo afirmo la primacía del espíritu no sólo sobre la naturaleza sino también sobre la sociedad y la civilización", escribió. En su búsqueda por desentrañar lo que llamó “la libertad increada” o la libertad originaria del espíritu humano, anterior al Ser, es lo que caracteriza la personalidad de este filósofo. La inquietud metafísica y la preocupación existencial estarán al servicio de la libertad por lo que el psicólogo y filósofo Henri Vallon lo llamó “el Apóstol de la libertad”. Así mismo dirá Javier de Haro Requena[6] “Los dos términos que continuamente aparecen en la obra de Berdiaev, a la hora de caracterizar al hombre y su espíritu, son microcosmos y microtheos: el hombre es un microcosmos en cuanto que todas las cosas son dadas para que despierten su autoconciencia y conozca. Con ello, responde al problema filosófico de la objetivación, raíz cognoscitiva de la ideología. El conocimiento no es una repetición o espejo del objeto conocido sino un acto creativo de la libertad que se deja afectar por las cosas y las transforma en razón de un ideal. Lo que responde a la ideología es un juicio crítico a partir de la propia experiencia”.

Por otra parte está, como otra de las dimensiones del espíritu en el hombre, el ser microtheos. Intentaré explicar esta palabra “pequeño dios” dentro del hombre, que siempre chirría agudamente y distorsiona mi interior inusitadamente como ocurre a los reverentes y escrupulosos judíos que no se atreven a pronunciar el nombre de Dios. Según Javier de Haro lo que le mueve a Berdiaev a elaborar esta metafísica de la libertad es porque el hombre “está hecho de tal forma que es irreductible a cualquier poder, renace de sus cenizas, es capaz de cuestionar los fundamentos de cualquier estado totalitario o ideología. Hay “algo” dentro del hombre que le permite “vivir en la verdad y no en la mentira”, dirá Havel en El poder de los sin poder (1979), un misterio que lo llama a ser él mismo y a reconocerse igual y semejante a cualquier hombre”.  Hay hombres humildes e intuitivos, “buscadores populares de Dios” como su amigo Akimuschka: “Era un sencillo campesino, un jornalero. Era muy corto de vista y parecía como si hubiera de tropezar y caerse. Era analfabeto (…). Al tratar a Akimuschka me di cuenta de que contrariamente a lo que corrientemente se cree, no existe ningún abismo entre el pueblo y la clase intelectual. Akimuschka me decía que se sentía lejos del labrador absorbido por las cuestiones materiales, y que, en cambio, se sentía afín a mí, porque conmigo podía conversar de cuestiones espirituales que le interesaban. Existe la unidad en el reino del espíritu”.

No puedo negar que en la Biblia existe ese sentido místico entendido siempre como iluminación o visión de Dios. Sin embargo, la experiencia de cada personaje bíblico es diferente, su vida esconde matices reveladores más trascendentes. Dios ofrece un rostro diferente a cada hombre e insinúa caminos desemejantes o mejores a los que el hombre piensa o intuye. Son relatos y experiencias que no se pueden explicar racionalmente, pero donde entendemos la relación y proximidad de Dios con el ser humano que generalmente le sobrecoge hasta el “temor y temblor”. Así lo vemos en Abraham, donde Dios le ha ofrecido una descendencia mayor que las arenas del mar, pero le manda sacrificar a su único hijo Isaac, su descendencia. La Biblia dice que Abraham tuvo fe y recibió de nuevo a su hijo. Se pregunta Kierkegaard en medio de la angustia personal ¿cómo puedo estar seguro de que Dios me exige ese sacrificio? El diálogo con Dios es un monólogo del existencialista danés que se pegunta “¿me puedo equivocar y creer que Dios me dice lo que no me dice?”. Ahí radica la angustia, la incomodidad y el riesgo que trae consigo el estadio religioso. Sin embargo la fe, te hace descansar cuando saltas a los brazos de Dios y quedas a solas con Dios. “Si un árabe, en el desierto, descubriese de pronto un manantial dentro de su tienda, que le surtiese de agua en abundancia, se consideraría muy afortunado; y lo mismo le ocurre a un hombre cuyo ser físico está siempre vuelto hacia lo exterior, pensando que la felicidad mora fuera de él, cuando finalmente entra en sí mismo y descubre que la fuente nace dentro de él; no hace falta decir que ese manantial es su relación con Dios”.[7]

Muchos de los personajes bíblicos tienen experiencias donde Dios irrumpe en sus vidas de una manera especial, iluminativa y liberadora. Es una experiencia de una fuerza irresistible y seductora que hace salir a Abraham de Ur de los caldeos para emprender caminos inciertos para llegar a lugares indeterminados. Muchos de estos relatos implican al lector pero no para tener una experiencia religiosa, sino “ver el rostro de Dios” desde el corazón y percatarse de la necesidad de un cambio radical. Jacob, nieto de Abrahán, continúa la experiencia de su abuelo (Génesis 28:10-19). Un trasiego constante huyendo de su hermano Esaú, Jacob tiene una visión de una escalera que une la tierra con los cielos inaccesibles, donde adquiere conciencia del pacto de fe en Dios de sus antepasados y erige una estela para memoria. Moisés tiene también una experiencia sobrecogedora con la zarza ardiendo que no se consumía. Tiene un cambio radical que se traduce en la liberación y esperanza de un pueblo. Otros personajes bíblicos muestran sus experiencias de Dios en medio de sueños, visiones y éxtasis. A Daniel le fueron revelados misterios en visión nocturna Daniel 2:19-21 9 “Entonces el secreto fue revelado a Daniel en visión de noche, por lo cual bendijo Daniel al Dios del cielo.20 Y Daniel habló y dijo: Sea bendito el nombre de Dios de siglos en siglos, porque suyos son el poder y la sabiduría. 21 El muda los tiempos y las edades; quita reyes, y pone reyes; da la sabiduría a los sabios, y la ciencia a los entendidos”. Isaías dice: “Esto me hizo ver el Señor Jehová” (Am 7,1). Ezequiel siente el enorme poder del Espíritu en sus visiones: “Yo miré: un viento huracanado venía del norte; y vi una gran nube con fuego fulgurante y resplandeciente a su alrededor, y, en su interior, como el destello de un relámpago en medio del fuego” (Ez 1,4).

Otras veces lo que acontece es un encuentro con lo divino que trastoca tu existencia como en el caso de Job quien siempre había sido fiel y justo. Sin embargo, en el hombre siempre hay una justicia propia, una profunda raíz moral, que tiene que salir a la superficie para ser juzgada. “Quizá habrán pecado mis hijos” (Job 1:5). No contempla la posibilidad de pecados propios, ni la necesidad de ofrecer holocaustos por sí mismo. No es consciente de su propio estado, de sus tendencias e incapacidades para rendirse quebrantado ante Dios. Aunque tiene la percepción de ser “hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal”, no tiene clara la verdadera santidad de Dios. Y Dios se le aparece en el centro de la tormenta como la Gloria y lo Excelso se mostró en la nube a Israel por el desierto. El torbellino de la tempestad es el signo de la distancia, de la trascendencia de Dios y la voz es el signo de la intimidad, de la cercanía de Dios. Desde la tormenta Dios se pasea por la Creación mostrando sus obras a Job, los misterios que encierran, la infinita sabiduría que apenas el hombre puede vislumbrar.

En el caso de Ezequiel el encuentro con la divino también se expresa de una forma dolorosa: “Se me partió el corazón por dentro, se estremecieron todos mis huesos, me quedé como un borracho, como aquel a quien le domina el vino, por causa de Jehová” (Jeremías 23,9-) También de admiración: Yo miré: un viento huracanado venía del norte; y vi una gran nube con fuego fulgurante y resplandeciente a su alrededor, y, en su interior, como el destello de un relámpago en medio del fuego” (Ezequiel 1,4). La interpretación de los sueños de José al faraón, de Daniel a Nabucodonosor están en la Biblia muy bien descritos, pero sin duda lo más hermoso es cuando a Salomón Dios le habló en sus sueños. (1 Reyes 3:4-5) El rey fue a Gabaón a sacrificar allí, porque ese era el lugar alto principal. Salomón ofreció mil holocaustos sobre ese altar. 5Y en Gabaón el SEÑOR se apareció a Salomón de noche en sueños, y Dios le dijo: Pide lo que quieras que yo te dé.

Hay experiencias -dirá Ediht González[8]- de fuertes  luchas con ángeles como en Oseas 12:5, experiencias de encuentro amistoso: “Yahveh hablaba con Moisés cara a cara, como habla un hombre a su amigo” (Ex 33,11); experiencias que dan nombres para referirse a ‘aquel’ con quien se ha tenido el encuentro: Elohim fuerza-capacidad-poder, justicia (Ex 12,12), el Santo (Is 5,16), el Viviente (Jr 10,10), el Dios de las alturas (Mi 6,6), el Dios de alabanza (Sal 109,1), el Dios de fortaleza (Sal 43,2), el Creador: (Qo 12,1), el Rey (Is 6,5), el Mesías, el Príncipe (Dn 9,25); la Palabra que crea: “Dijo Dios: haya luz y hubo luz” (Gn 1,3); la Palabra que ordena: “Vete de tu tierra y de tu patria y de la casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré” (Gn 21,1); la Palabra que se revela: “Dijo Dios a Moisés: ‘Yo soy el que soy’, y añadió: ‘Esto dirás a los israelitas: Yo soy me ha enviado a vosotros”(Ex 3,14), y muchos otros nombres que abundan en el Antiguo Testamento, en los que directa o indirectamente se narra la presencia de Dios”. En el Nuevo Testamento sus personajes tienen también vivencias únicas y diferentes que trataremos aparte.

 



[1] Atenas y Jerusalén. Lev Schestov

[2] El misticismo renano en el pensamiento de Wladimir Lossky. Edrisi Fernandes.

[3] “Perteneciente a la generación de la emigración, Lossky representa junto a Berdiaeff, Chestov, Boulgakof, Ouspensky y otros, la más alta expresión de la mística existencial rusa en este siglo” -dice Waldo Ross-.

[4] Nota sobre la teología mística de Vladimir Lossky. Waldo Ross. (Profesor de la Universidad de Glasgow)

[5] El misticismo de Berdaiev. Pedro Ancarola; Berdiaev y el misticismo. Mario R. Cancel.

[6] Totalitarismo y experiencia de libertad. La ética política en Nikolai Berdiaev. Javier de Haro Requena

[7] Temor y temblor. S. Kierkegaard. Traducción, estudio preliminar y notas: Vicente Simón Merchán

[8] La experiencia mística en la Sagrada Escritura. Edith González Bernal

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