jueves, 8 de mayo de 2014

Precisiones en torno a la resurrección de Cristo













 Precisiones en torno a la resurrección de Cristo

Arsenio Alonso Rodríguez

La teología católica así como las demás confesiones cristianas (ortodoxos, protestantes y anglicanos) coinciden en las siguientes convicciones esenciales  en torno a la resurrección de Jesús, negada alguna de las cuales, se saldría fuera del Símbolo de la fe que las une en este punto capital de su credo.
Así, pues, de la resurrección de Cristo hay que decir cuanto sigue. A saber:
1.       Es un hecho real. No un hecho ideal, simbólico o construcción del sujeto. Real, significa pues,  que acontece al sujeto como “cosa” afectante que está fuera de él. El sujeto se encuentra con el Resucitado. El Resucitado, se le apareció. Se dejó ver a los testigos. En este sentido el sujeto no pone nada. El encuentro con el Resucitado es puro don, sola gracia.

2.       En tanto que hecho real, es un hecho  que acontece en la historia de los hombres. Esto es,  acontece en un tiempo y en un espacio de este mundo. En el “acá” de este mundo espacio-temporal en el que habitamos los hombres. No ocurre siempre ni en cualquier lugar. En este sentido puede y debe calificarse la resurrección como  hecho histórico.
3.      Simultáneamente, la resurrección de Cristo es además un hecho que transciende la realidad de este mundo y la historia de nuestro mundo. Jesús ya no vuelve a morir nunca más[i]. No está sometido ya a las leyes de este mundo (se le puede tocar y atraviesa las pareces, come y no necesita comer, no se le reconoce y se le reconoce vivamente, estuvo un tiempo con ellos y luego ya nunca más hasta el fin glorioso de su venida). Por ello, paradójicamente,  siendo un hecho histórico no puede ser objeto de estudio por la ciencia histórica. La ciencia  puede acreditar el sepulcro vacío,  el testimonio de los testigos oculares  (Cf.  1 Cor 15, 3-5) y el movimiento de inusitada expansión que emergió en medio de un aparente fracaso: la cruz. La ciencia puede y debe aportar importantes criterios de credibilidad para la fe en el Resucitado pero la razón de la ciencia histórica no puede saltar hacia  aquello que la trasciende: la resurrección misma. En este sentido, la resurrección de Cristo es un misterio de fe en sentido estricto; paradógica manifestación luminosa  de Dios como “tiniebla” (Gregorio de Nisa).
 El hecho histórico detectado por la ciencia histórica, no se identifica con el hecho real de la historia. El hecho real es más que el hecho histórico y éste no agota o aprehende en su totalidad nunca a aquél. Este fue el error del historicismo modernista

4.      La resurrección, decimos, se trata de un misterio de fe en sentido estricto en cuanto que:
 a) “la resurrección sólo puede entenderse  adecuadamente… como plenitud peculiar de Cristo a partir del misterio absoluto de la encarnación […] La resurrección de Cristo no es un caso particular  de una resurrección en general, inteligible en sí misma, sino el suceso irrepetible surgido de la esencia y de la muerte de Cristo que es el fundamento de la resurrección de los redimidos por El”. [ii]
    b) La resurrección de Cristo es soteriológica, es salvífica. Trae e     inagura la salvación en la medida en que “es objetivamente el comienzo de la glorificación del mundo; es un suceso conexo ontológicamente con esa glorificación. En dicho inicio queda decidida fundamentalmente, e incluso iniciada la plenitud del mundo. En otros términos, la resurrección rebasa el destino privado de Cristo; ella crea el `cielo´”[iii]

5. La Resurrección de Cristo entra  dentro del “designio de benevolencia”   revelado por Dios. El apóstol san Pablo, al comienzo de su carta a los cristianos de Éfeso (Cf. 1, 3-14) eleva una oración de Bendición a Dios, Padre de nuestro señor Jesucristo. “El tema de este himno de alabanza es el proyecto de Dios respecto al hombre, definido con términos de alegría, de estupor y de acción de gracias, como “designio de benevolencia” (v.9), de misericordia y de amor. ¿Por qué el apóstol eleva  a Dios, desde lo profundo de su corazón, esta bendición? Se pregunta el Papa Benedicto XVI. Porque mira su obrar, responde, en la historia de la salvación, que alcanza su cumbre en la encarnación, muerte y resurrección de Jesús y contempla cómo el Padre celestial nos ha elegido antes aun de la creación del mundo para ser sus hijos adoptivos en su hijo unigénito Jesucristo (cf. 8, 14ss; Ga 4,4s.). Nosotros existimos en la mente de Dios desde la eternidad, en un gran proyecto que Dios ha custodiado en sí mismo y que ha decidido poner por obra y revelar “en la plenitud de los tiempos” (Ef 1, 10).[iv]
Sólo dentro de este plan de salvación cobra sentido la resurrección de Cristo y la consiguiente salvación del mundo por El y para El creado.
6.    Por  último, conviene recordar cómo la teología cristiana es siempre   teología negativa o teología apofática. Ella nos previene contra los riesgos del racionalismo, esto es, contra el intento de “dominar a Dios por sus conceptos, un Dios  del que ya no se sabe si puede decir “yo soy”, un Dios más y más encerrado en los límites de la razón humana, un Dios hecho a la medida del hombre… un Dios bien inútil; un día u otro cedería inevitablemente el lugar al hombre ” (De Lubac).[v] Y así ocurrió con el ateísmo de masas que eclosionó en las centurias siguientes (siglos XIX y XX).
La teología apofática  nos advierte de la inaccesibilidad e incomprensibilidad de Dios, el Misterio strictu sensu. Esta incomprensibilidad  no es una cuestión antropológica, debida a la situación actual del hombre, especialmente a su corporalidad. Así pensaba el neoplatonismo; sino a una cuestión teológica, a la realidad misma de Dios que es siempre mayor y más desemejante que la creatura,  pese a toda semejanza. Nos lo dice bellamente San Gregorio de Nisa: “En esto consiste el verdadero conocimiento de lo que buscamos: en ver en el no ver, pues lo que buscamos trasciende todo conocimiento, totalmente circundado por la incomprensibilidad como por una tiniebla”.[vi]





Tertulias del Círculo teológico,
En Oviedo, a 3 de mayo de 2014





[i] No se trata  de la devolución de la vida a un muerto, para después volver a morir, como en el caso de los milagros de resurrecciones de Jesús; tal es el caso de la resurrección de Lázaro o el hijo de la viuda de Naín. La resurrección en sentido propio y estricto, sólo tuvo lugar una sola vez con Cristo. (Cf también, la Asunción de la Virgen María). La resurrección del resto, será en Cristo con la consumación de la creación y la historia  cuando “El vuelva” (Cf. Parusía, Juicio Final, fin del mundo).
[ii] RAHNER, K.: Diccionario teológico, Barcelona, 1966, voz “Resurrección de Cristo”.
[iii] Ibid. p.640
[iv] BENEDICTO XVI: Audiencia general, 5 de diciembre de 2012. Aula Pablo VI.
[v] DE LUBAC, H.: El ateísmo y sentido del hombre, Madrid, 1969, p.68.
[vi] SAN GREGORIO DE NISA: Sobre la vida de Moisés II, 163. Cfr.  PSEUDO-DIONISIO (S.VI) quien influyó en toda la Edad Media, incluido SAN ALBERTO MAGNO Y SANTO TOMÁS S.XIII); SAN AGUSTÍN (S.V), JUAN ESCOTO ERIUGENA, S. IX), NICOLÁS DE CUSA (S. XV,) entre otros. La literatura mística se hace eco tambiénde la “oscuridad luminosa” de Dios. (por ejemplo, S Juan de la Cruz: “Entréme donde no supe/y quedéme no sabiendo/toda sciencia trascendiendo”/, etc.)

lunes, 17 de febrero de 2014

LA NECESIDAD DE SEGUIR LAS ENSEÑANZAS DE LAS MANIFESTACIONES DIVINAS .






1.- LA NECESIDAD DE SEGUIR LAS ENSEÑANZAS DE LAS MANIFESTACIONES DIVINAS.


2.- Un Cuento sobre la vida: ¿Pero hay alguna otra vida?


Por el Dr. Vafa Massarrat. Médico de Familia. Asturias.



PREGUNTA: ¿Qué necesidad tienen de las enseñanzas divinas quienes, considerándose independientes de ellas, destacan por sus obras bondadosas y por su benevolencia hacia todos? Me refiero a personas poseedoras de una conducta digna de alabanza, movidas por el amor y la amabilidad hacia todas las criaturas, animadas por su preocupación para con los pobres y por sus esfuerzos en aras de la paz universal. ¿Cuál es la condición de dichas personas?
RESPUESTA: Has de saber que tales obras, tales esfuerzos y tales palabras son dignos de alabanza y aprobación, y que constituyen la gloria de la humanidad. Así y todo esas obras, por sí solas, no son suficientes; son un cuerpo de gran encanto, pero carente de espíritu. No, la causa de la vida perdurable, del honor eterno, de la iluminación universal, de la salvación y prosperidad verdaderas, es ante todo el conocimiento de Dios. Sabido es que el conocimiento de Dios trasciende todo conocimiento y que es la mayor gloria del mundo humano. Pues del conocimiento de la realidad de las cosas se deriva el beneficio material gracias al cual progresa la civilización. Pero el conocimiento de Dios es la causa del progreso y la atracción espirituales; por su intermedio se consiguen la percepción de la verdad, la exaltación de la humanidad, la civilización divina, la rectitud moral y la iluminación.
En segundo lugar, viene el amor a Dios, cuya luz brilla en la lámpara de los corazones de quienes conocen a Dios. Sus brillantes rayos iluminan el horizonte y otorgan al hombre la vida del Reino. En verdad, el fruto de la existencia humana, es el amor a Dios, por cuanto ese amor es el espíritu de vida y la gracia eterna. Si el amor a Dios no existiera, el mundo contingente se hallaría en tinieblas; si el amor a Dios no existiera, los corazones de los hombres estarían muertos y privados de las sensaciones propias del existir; si el amor a Dios no existiera, la luz de la unidad no iluminaría a la humanidad; si el amor a Dios no existiera, el Este y el Oeste no se abrazarían entre sí como dos amantes; si el amor a Dios no existiera, la división y la desunión no se transformarían en fraternidad; si el amor a Dios no existiera, la indiferencia no desembocaría en el cariño; si el amor a Dios no existiera, el extraño no se convertiría en amigo. El amor en el mundo humano ha brillado por el amor a Dios y ha aparecido por la bondad y la gracia divinas.
Es evidente que la realidad de la humanidad es diversa, que las opiniones varían y que los sentimientos difieren; como evidente es que tal diferencia de opiniones, pensamientos, inteligencia y sentires entre las razas humanas surgen de una necesidad esencial. Las diferencias de las criaturas en los planos del ser constituyen uno de los requisitos de la existencia (la cual se despliega en una infinidad de formas). Por tanto, precisamos de un poder universal que domine los sentimientos, las opiniones y los pensamientos de todos, un poder gracias al cual estas divisiones no trasciendan, un poder que dé amparo a todos los hombres bajo el pabellón de la unidad. Es claro y evidente que el mayor poder del reino humano es el amor a Dios. El amor a Dios reúne a la diversidad de los pueblos bajo la sombra de la tienda del afecto. Confiere a familias y naciones, otrora antagonistas y hostiles, el amor y la unidad más grandes.
Observa como después de Cristo, mediante el poder del amor a Dios, cuántas naciones, razas, familias y tribus se cobijaron a la sombra de la Palabra de Dios. Las divisiones y diferencias de un millar de años se desvanecieron del todo. Las nociones de raza y patria desaparecieron por completo. La unión de almas y seres se consumó, y todos se convirtieron en cristianos verdaderos y espirituales.
La tercera virtud de la humanidad es la benevolencia, que sirve de fundamento a las buenas obras. Algunos filósofos consideran que la intención es superior a la acción, ya que la benevolencia, siendo luz absoluta, se halla purificada y santificada de las impurezas del egoísmo, de la enemistad, y del engaño. Ahora bien, entra dentro de lo posible que un hombre realice una obra que en apariencia sea justa, pero que en realidad esté motivada por la codicia. Por ejemplo, un carnicero cría una oveja y la protege. Semejante conducta por parte del carnicero se rige por fines de lucro, el resultado de cuyos esmeros es el sacrificio de la pobre oveja. ¡Cuántas buenas obras obedecen a la codicia! Mas la benevolencia está santificada de tales impurezas.
Brevemente, si al conocimiento de Dios se suma el amor a Dios, la atracción, el éxtasis y la buena voluntad, la obra justa resulta entonces cabal y perfecta. De lo contrario, de no estar asentada en el conocimiento de Dios así como en el amor a Dios y en una intención sincera, aun la obra buena y loable se torna imperfecta. Por ejemplo, el ser humano debe reunir todas las perfecciones para que pueda decirse perfecto. La vista es sumamente apreciada y estimada, mas debe contar con la asistencia del oído; el oído es muy apreciado, mas debe contar con el poder de la palabra; el poder de la palabra es muy grato, mas debe contar con el poder de la razón, y así sucesivamente. Lo mismo ocurre con los otros poderes, órganos y miembros del hombre. Cuando se da una conjunción de todos esos poderes, sentidos, órganos y miembros, el hombre es perfecto.
En el mundo actual nos encontramos con personas deseosas del bien público, personas entregadas, según su capacidad, a proteger a los oprimidos, socorrer a los pobres y apoyar con entusiasmo la paz y el bienestar universales. Son personas que, si bien son perfectas en este sentido, resultan imperfectas si están desprovistas del conocimiento y del amor de Dios.
El médico Galeno, en su comentario al tratado de Platón sobre el arte de gobernar168 afirma que los principios fundamentales de la religión ejercen gran influencia sobre la civilización. Arguye que "la multitud no puede seguir el hilo argumental de las explicaciones filosóficas; y que por esta razón, necesita de símbolos que anuncien las recompensas y los castigos del otro mundo. La prueba de la verdad de esta afirmación -asegura- es que hoy vemos a unas gentes llamadas cristianas, que creen en las recompensas y los castigos. Y esta secta manifiesta obras hermosas, como las que realiza un verdadero filósofo. Vemos claramente que no sienten temor hacia la muerte, que no esperan ni desean nada de la multitud, salvo justicia y equidad, por lo que merecen ser considerados verdaderos filósofos".
Pues bien, repara en cuál no sería el grado de sinceridad, celo, espiritualidad, amistad, y las buenas obras de un creyente en Cristo como para que Galeno, el médico filósofo, que no era cristiano, rindiese tributo a su refinamiento moral y virtudes describiéndolo como auténtico filósofo. Esas virtudes y esa moral no se consiguieron sólo exhibiendo obras buenas. Si la virtud se redujera a una cuestión de hacer y recibir el bien ¿por qué no habríamos de alabar lalámpara encendida aquí presente, cuya iluminación resulta indudablemente beneficiosa? Gracias a su calor y a su luz el sol permite que todos los seres de la tierra se multipliquen, crezcan y se desarrollen. ¿Existe favor mayor que éste? Sin embargo, como ese bien no proviene de la benevolencia, amor y conocimiento de Dios, es imperfecto.

Cuando, por el contrario, una persona tiende un vaso de agua hacia otra persona, ésta se siente agradecida y así lo hace saber. Algún irreflexivo podría alegar: "Este sol que otorga luz al mundo, esta diáfana y suprema generosidad, debe ser adorado y alabado. ¿Por qué no habríamos de dar gracias al sol por su generosidad cuando quedamos agradecidos con quien realiza un simple acto de cortesía?" Mas si somos honestos en nuestra indagación de la verdad, vemos que el acto insignificante de cortesía se debe a sentimientos conscientes y reales, y por ende dignos de alabanza. En contraste, la luz y el calor del sol no se deben a sentimientos ni a conciencia alguna, por lo que no son dignos de elogio o alabanza, ni son acreedores de nuestra gratitud y agradecimiento.
De igual manera, cuando alguien realiza una obra buena, aunque ésta sea digna de elogio en cuanto tal, resulta imperfecta si no se funda en el amor y en el conocimiento de Dios. Ahondando más, si reflexionas con justicia, observarás que las buenas obras de quienes ignoran a Dios también se deben fundamentalmente a las enseñanzas divinas. Vale decir que los Profetas del pasado son responsables de que hoy se realicen esas mismas obras. Ellos fueron quienes explicaron la belleza de obrar el bien, quienes expusieron sus consecuencias gloriosas. Con la difusión sucesiva y repetida de enseñanzas tales, los hombres tornaron sus corazones hacia las virtudes. Sintiendo que eran hermosas y que eran motivo de alegría y felicidad, las siguieron.
Por consiguiente, tales actos también provienen de las enseñanzas de Dios. Pero para comprender este asunto no ha menester de controversia, ni de discusión, sino de justicia. Alabado sea Dios, pues tú has estado en Persia y has visto como los persas, gracias a las santificadas brisas de Bahá'u'lláh, son ahora benevolentes para con la humanidad. En tiempos pasados, atormentaban al extranjero con que se cruzasen; llenos de la enemistad, el odio y la malevolencia más acérrimos llegaban al extremo de arrojarle inmundicias. Quemaban los libros del Evangelio y la Torah, y si sus manos se contaminaban al tocarlos, se las lavaban. Actualmente, en sus reuniones y asambleas la gran mayoría de esos persas recitan y entonan dignamente el contenido de estos dos Libros, comentan e interpretan sus enseñanzas. Muestran hospitalidad hacia sus enemigos. Tratan a los lobos sanguinarios con delicadeza, como a las gacelas que moran en las planicies del amor de Dios. Tú has observado sus costumbres y hábitos, y has oído acerca de las costumbres de los persas de otros tiempos. Tamaña transformación de la moral, semejante mejoramiento de la conducta y de la palabra ¿son acaso posibles si no es mediante el amor a Dios? No, por Dios. Si con la ayuda de la ciencia y el conocimiento tratásemos de inculcar esa moral y esas costumbres, en verdad, se necesitaría un millar de años, y aun así no se difundirían entre el común de las gentes.
Hoy en día, gracias al amor a Dios, dicho anhelo ha sido alcanzado con la mayor facilidad.
¡Estad prevenidos, oh poseedores de inteligencia!



“En breve VUESTROS FUGACES DÍAS habrán pasado, y la fama y las riquezas, las comodidades, las alegrías proporcionadas por este montón de escombros que es el mundo, habrán desaparecido sin dejar rastro. Emplazad, entonces, a las gentes ante Dios, e invitad a la humanidad a seguir el ejemplo de la Compañía en lo alto. Sed padres amorosos para el huérfano, y un refugio para el desamparado, y un tesoro para el pobre, y una cura para el enfermo. Sed los auxiliadores de cada víctima de la opresión, los protectores de los perjudicados. Pensad en todo momento en hacer algún servicio a cada miembro de la raza humana. No prestéis oído a la aversión y al rechazo, al desdén, la hostilidad, la injusticia: actuad del modo contrario. Sed sinceramente amables, no solo en apariencia. Cada uno de los amados de Dios debe poner su atención en esto: ser la misericordia del Señor para el hombre; ser la gracia del Señor. Que haga algún bien a todo aquel que se cruce en su camino, y sea de algún beneficio para él. Que mejore el carácter de todos y cada uno, y reoriente las mentes de los hombres. De este modo, resplandecerá la luz de la guía divina y las bendiciones de Dios acunarán a toda la humanidad; pues el amor es luz, en cualquier morada que habite, y el odio es oscuridad, dondequiera que haga su nido. ¡Oh amigos de Dios! A fin de que el oculto Misterio pueda quedar revelado, y la secreta esencia de todas las cosas pueda ser descubierta, esforzaos por disipar esa oscuridad por siempre jamás”. (Abdu'l-Baha, Seleccion de los Escritos)

Un Cuento sobre la vida: ¿Pero hay alguna otra vida?


Había una vez tres hermanas que se querían mucho y  siempre jugaban juntas. Años más tarde, cuando estaban todas felizmente casadas, decidieron quedarse embarazadas a la vez, para que sus hijos también tuvieran la posibilidad de crecer juntos. Marcaron un determinado mes y, con pocos días de diferencia, todas quedaron  embarazadas.

Un día, mientras las tres hermanas se habían reunido para hablar, los futuros bebés descubrieron que se podían comunicar entre ellos mentalmente. El primer bebé se dirige a los otros y les dice que vayan disfrutando de la vida todo lo que puedan, ya que: “pronto vamos a crecer, seremos demasiado viejos para estar en la barriga de nuestras mamas, por lo que un día se abrirá el agujero que hay bajo nuestros pies, caeremos y moriremos”.  Muy triste, el segundo bebé razona y dice que él ya ha oído a los pollos y a los cerdos de casa que los humanos los meten en pocilgas muy sucias y frías, los maltratan y solo les dan de comer para que crezcan, luego los sacrifican y se los comen. ¡Seguramente harán lo mismo con nosotros!

En este momento interviene el tercer bebé que era más optimista y les dice: “Mirad, desde que nuestras mamás quedaron en cinta, todos las felicitan, ellas están más felices, se cuidan más, ya no fuman ni beben alcohol. A nosotros nos han colocado, no solo en un lugar cómodo y caliente, sino que en su propio cuerpo, muy cerca de sus corazones y nos llevan a cualquier sitio done ellas van. Por lo tanto, pienso que las personas que nos han creado con tanto amor, seguramente habrán previsto una vida más allá de esta tripa, que a lo mejor es hasta más grande y luminosa que la que ahora tenemos”. La  conversación termina con las risas del  primer bebé, que le llama ingenuo al tercero y dice: “Es una pena que esta vida sea tan corta, nadie ha vuelto de la otra vida para decir las cosas que tu dices”.

Tres meses más tarde nacen dos niñas y un niño preciosos, que comienzan una nueva vida con mimos, sacrificios y felicidad de sus progenitores. Todos los que les rodean traen regalos y felicitan a los padres por estos niños tan sanos y guapos.

Los tres primos crecen felices y contentos, pero no recuerdan nada de lo que habían hablado en la tripa de sus madres. Hasta que, al cumplir quince años y tras el funeral de uno de los abuelos, se cuestionan el sentido de la vida y de la muerte. El primer niño, que seguía siendo el más pesimista, dice que la vida es para el disfrute del cuerpo y que cuando se acabe, se acabó todo. “Además, nadie volvió del otro mundo para contarnos si hay algo después”. Las dos primas que por un momento parece que se acordaron de su “conversación fetal” discreparon, y una de ellas dijo:

Alguien a quien no conozco, se ha tomado la molestia de crear un universo enorme y maravilloso, ríos, mares, montañas, vegetación, animales y humanos muy complejos, y durante miles de años lo ha estado manteniendo y mejorando, quien hace tantos prodigios seguro que lo hace por Amor.


 Por lo tanto, esta vida, parece que es una preparación para otra más grande y completa. Quizá, al igual que el feto crece y luego muere en ese mundo, nosotros estamos aquí durante unos cuantos años, no sólo para desarrollar nuestras manos pies u ojos, sino que además para crecer en Amor, Generosidad, Cooperación, Sabiduría, Perdón..., es decir, no solo para que crezca nuestra parte animal, sino para que se desarrollen nuestros valores más humanos, para luego utilizarlos cuando ya no haga falta este cuerpo físico.

La otra prima felicita la exposición de la segunda y añade: “ ¡ Ese creador que tú dices  ha previsto tantas cosas buenas para nuestra vida, que no puedo concebir que La Muerte, también creada por él, sea algo tan negativo como todos creemos, seguro que habrá pensado en un sitio mucho mejor a donde ir después de esta vida!.

A veces tengo la sensación que “somos como plantas, y que cuando nuestro Jardinero nota que nuestro tiesto se ha quedado pequeño, nos cambia a un terreno más grande”. El abuelo, unos meses antes de morir, me dio estas oraciones para que sepamos que se iba en paz, feliz y con la sensación de tener los deberes hechos:

“¿Por qué has de estar triste y acongojado? Esa separación es temporal; ese alejamiento y esa aflicción solamente se cuentan por días. Le habrás de encontrar en el Reino de Dios, y habrás de alcanzar eterna unión. La compañía física es efímera, mas la asociación celestial es eterna”.


”¡Oh Hijo del Supremo! He hecho de la muerte una mensajera de alegría para ti ¿por qué te afliges? He hecho que la luz resplandezca sobre ti. ¿Por qué te ocultas de ella?”.


“¡Oh mi Dios! ¡Oh tú perdonador de los pecados, el que confiere los dones, el que disipa las aflicciones! Verdaderamente, Te suplico que perdones los pecados de quienes han abandonado su vestidura física y han ascendido al mundo espiritual”.


“¡Oh mi Señor! Purifícalos de sus transgresiones, disipa sus tristezas y cambia su oscuridad en luz. Haz que entren en el jardín de la felicidad, límpialos con el agua más pura y concédeles que puedan contemplar Tus resplandores sobre el
Monte más sublime”.


Escrito por el Dr. Vafa Massarrat. Médico de Familia. Asturias.
Las oraciones y textos provienen de los escritos Bahá’ís.