lunes, 30 de noviembre de 2020

FRAGMENTOS FILOSÓFICOS, nº 61

 





FRAGMENTOS FILOSÓFICOS. FRAGMENTO 61:
 RAZÓN FINITA Y RAZÓN SUPRAFINITA.

 Por José Pablo Noriega de Lomas

   En "Razón y Realidad" ensayamos la argumentación "a posteriori" para probar la existencia de Dios. Pero la tradición también lo ha intentado "a priori". Así, el argumento ontológico demuestra Su Existencia partiendo de la Idea de Ser Perfecto. 

   De la demostración de San Anselmo (aprovecho aquí para corregir las posiciones de "Razón y Realidad" al respecto) puede iniciarse la argumentación "a priori" o metafísico-deductiva(como señala Manuel de León en esta misma página).

   Así, por ejemplo: De la existencia del Ser Perfecto se concluye que es tal, también en la Bondad. Pero ésta busca su comunicación, por lo que es natural que cree seres finitos con la mayor perfección posible. Ello implica que son entes con conciencia, lo que significa que deben llegar a conocer la Bondad. Si esto es así, La amarán. Esto es lo que se sabe como Caridad. Y de ella brota todo el Orden Moral.

   O bien: Del Ser Perfecto se llega al concepto de Soberanía, puesto que si es tal no puede tener nada por encima. Aquí se logra el principio del Orden Político. Y de éste, el Jurídico. 

   Podría seguirse así con este orden de cosas, pero para los efectos nos basta lo dicho, en lo que se refiere a la posibilidad de construir "a priori". Así que, en conclusión, como se puede ver, desde la Razón puede formarse un orden propio, aunque la fe se haya anticipado.

   Pero también la Razón debe salvar los hechos, y no puede ir contra ellos. Por eso, según hemos mostrado en el ensayo citado, hemos visto que no todo es racionalizable : No se puede racionalizar el mal desde nuestra inteligencia. Por ello, hay que recurrir a Dios como Razón que supera la nuestra ("Mis caminos no son vuestros caminos" dice el Señor Dios en la Biblia) ;como Inteligencia Suprafinita. Por su parte, ello no supone que se niegue nuestra racionalidad, sino que ésta tiene que saber que es limitada. Por tanto, en este universo, hemos hablado de la racionalidad limitada de la realidad. 


lunes, 16 de noviembre de 2020

Desarrollos e interpretaciones del marxismo


 

 

 

 

DESARROLLOS E INTERPRETACIONES DEL MARXISMO
 

 Por José Pablo Noriega de Lomas

  

   Es nuestra intención de analizar los desarrollos e interpretaciones más importantes de Marx dentro de la tradición que él inauguró. Veremos pues, por una parte, el desarrollo del marxismo europeo, con un apartado importante para la escuela de Frankfurt, y, por otra el marxismo ruso, en otra tradición propia que inaugura Plejánov y continúa en el marxismo soviético u ortodoxo.

     Como hemos visto, el Marx materialista desarrolló un sistema filosófico que abarca no solamente el mundo de la historia sino, en general, el conjunto de las Ciencias del Hombre con sus desarrollos filosóficos propios, aunque no haya elaborado explícitamente una metafísica, lo cual será la obra particular de Engels con la doctrina  conocida como materialismo dialéctico.

     En lo esencial el materialismo marxista, conocido como materialismo histórico, defiende que el núcleo originante de la realidad se encuentra en la base económica y social. Así, el hombre mediante las fuerzas productivas, mantiene unas relaciones determinadas con la naturaleza, que dan lugar a la estructura social. Este núcleo, como hemos visto, constituye la infraestructura de la que brotará otro conjunto de realidades políticas, estatales, jurídicas, filosóficas, artísticas e ideológicas que forman la superestructura. Ésta, pues, se asienta en la infraestructura y deriva de ella.

     Conforme a esto, el desenvolvimiento de la historia se expresa fundamentalmente como la sucesión de las formas económicas y sociales de la infraestructura. Así, nos encontramos con el sistema feudal o con el burgués, siendo las alteraciones de la infraestructura las causas primeras del discurrir de la historia. Por tanto, la historia también se produce, y de manera fundamental, como lucha de clases en la medida en que las clases sociales buscan el poder en el enfrentamiento, más o menos declarado o larvado, y mediante las revoluciones cambian el curso de la historia, dando lugar a etapas que están marcadas por el predominio social y político de clases determinadas. Así, por ejemplo, la clase feudal o la burguesía.

     Pero el devenir histórico no es un proceso indefinido, sino que tiene un fin, una escatología en la que todo él desemboca. Este fin escatológico es el comunismo. Efectivamente, la sociedad capitalista se manifiesta también como sociedad que alberga la contradicción. Ella se encuentra dividida fundamentalmente dividida en dos grandes clases antagónicas que son la burguesía y el proletariado. Así, la burguesía es la clase dominante y el proletariado forma la clase emergente que lleva en sí el germen de una sociedad nueva. De esta manera, el paso final, el ésjaton de la historia estará constituido por la toma del poder por el proletariado que instaurará la sociedad comunista. Esta sociedad significará el fin de la prehistoria humana e inaugurará el reino en el que por fin se podrá hablar de liberación humana y del fin de las contradicciones. Ello en la medida en que se logra la igualdad y se acaba con las clases sociales, que con su dinámica marcaban los estadios anteriores de la evolución humana.

     Pero este esquema del marxismo, aunque sea muy potente, no puede abarcar la totalidad del campo antropológico. En este sentido pensamos que, aunque el paso al comunismo responde al de una necesidad histórica movida por el desarrollo de la misma base material, existe también un momento subjetivo, cual es el de la toma de conciencia del proletariado, según indicamos en otra parte del presente trabajo. Por ello, nos parece que las interpretaciones del comunismo que intentaron la síntesis entre Marx y Kant tienen su momento de verdad.

 

  1. DESARROLLOS EUROPEOS DEL MARXISMO

 

     Así, Vorländer y Woltmann señalaron que para que se pudiera alcanzar el comunismo se necesitaba de la consciente voluntad moral de los hombres, con lo que aquél no sólo responde a las necesidades económicas o sociales de la historia, sino que también se presenta como ideal moral de la humanidad.[1]

     En este sentido, el llamado austromarxismo, cuyo representante más importante es Max Adler mantiene que el socialismo obtiene su legitimidad de un juicio ético. De este modo manifiesta: “el desarrollo económico no produce también el nuevo estado social, sino solamente las condiciones del mismo. Esto significa que el nuevo orden es en principio valorado como el mejor y por esta razón es realizado…”[2]. Parece, pues claro, que la dimensión ética de las condiciones subjetivas del socialismo no puede ser eliminada, pues el hombre es un ser moral y para plantear la adecuación de los ordenamientos políticos y económicos necesita de este momento, en la medida en que una sociedad determinada no alcanza  su realización si no se valida también como moralmente superior a la que le precede. Como consecuencia, puede decirse que la moral es una dimensión humana que no puede ser obviada calificándola sólo como superestructura,  dejando así el problema de la realización del comunismo, como  nuevo orden social, al determinismo de las fuerzas económicas y sociales.

     Por otra parte, el desarrollo del revisionismo marxista, que se reconocía como tal, impulsó el desarrollo de corrientes que intentaron reconstruir el marxismo dentro de lo que entendía que eran las posiciones ortodoxas, pero que, de hecho, suponían una interpretación del pensamiento genuino de Marx (el que consideramos como Marx materialista, que comienza a expresarse, según exponemos, en los Manuscritos de economía y filosofía de 1844).

     En este sentido, puede contarse con Labriola, padre del marxismo italiano. Pensamos que no se equivoca cuando entiende que la etapa del comunismo no es en la consideración de Marx una profecía milenarista, sino que está fundada, como etapa social y política del porvenir que entonces le parecía próximo, en una previsión alentada por la misma constitución estructural de la sociedad capitalista y sus tendencias. Así señala: “en la doctrina del comunismo crítico, es la sociedad entera que, en un momento de su proceso general, descubre la causa de su mal andar y, en un punto sobresaliente de su curva la muestra a sí misma para manifestar su propio movimiento”[3]. Por ello, como vemos, no entiende Labriola que el paso al comunismo sea un problema cronológico, sino morfológico, en tanto que es la sociedad entera, la misma constitución de la misma la que exige el paso al comunismo.

     Pero consideramos que el autor italiano  se equivoca al interpretar como propio del sistema marxista el dar consistencia  a la superestructura, pues ésta en el pensamiento de Marx no tiene una entidad fuerte y propia, en tanto que deriva de la infraestructura material, tal como mostramos en el capítulo dedicado al tema del materialismo de Marx[4]. Aún con todo parece que el pensamiento de Labriola se mantiene en una cierta ambigüedad al intentar conciliar la evidencia de la entidad de la superestructura, con la propia manera de ver este tema en Marx[5]. En este sentido, como mantener esta inconsistencia de la superestructura resulta difícil en cualquier tipo de pensamiento, es lógico que el intento de solucionar este problema dentro de los límites del marxismo de lugar a interpretaciones (por lo general en todo el marxismo occidental, como veremos), que intentan pasar por ortodoxas cuando, en realidad, no lo son. Por ello, se concilian mal afirmaciones que mantienen que la estructura de la historia no es exclusivamente económica con otras que señalan la primacía de la infraestructura.

     Por su parte, esto no significa que el materialismo marxista presente el advenimiento del comunismo de una manera mecanicista sino que, como el mismo Labriola indica, el marxismo no presenta una forma voluntarista que desconoce la realidad objetiva de las cosas y el punto de maduración necesario en el devenir de las realidades sociales.[6]

     Con respecto a Mondolfo no pretendemos negar que lo primordial de la realidad del hombre según Marx se encuentre en la praxis, pero nos parece necesario señalar que en el pensador de Tréveris el centro, la parte más importante de ella se encuentra en el momento económico y social y que el núcleo de todas las realidades humanas radica en la base material. Por ello creemos que deberían matizarse en el sentido dicho la siguiente cita, que expone la interpretación de Mondolfo: “¿Cómo se modifica el ambiente histórico y social? Se modifica a través de la actividad del hombre, que Marx llama praxis, que comprende toda forma de actividad humana, teórica y práctica al mismo tiempo. Esta actividad del hombre que modifica continuamente la situación existente, al modificar las circunstancias se modifica a sí misma, produce un cambio interior en su propio espíritu, hasta que el producto reacciona sobre su mismo productor”[7].

     En efecto, esa praxis, tal como estamos defendiendo, se resuelve verdaderamente en la infraestructura, que es la parte que determina la superestructura, pues en este centro se encuentra la clave del materialismo en la medida en que los productos espirituales devienen derivadamente de la praxis material, económica y social. Por tanto. puede decirse de Marx que “él no entiende las cosas como aquello que existe independientemente de los hombres, como materia económica en sí; sino, como una realidad plena y concreta que abarca y comprende en sí a un mismo tiempo los hombres que trabajan y el resultado de su acción”[8]. Pero aunque se afirme lo dicho de Marx, es preciso señalar que, aunque la materia económica tiene su discurrir como praxis humana no por ello esta praxis deja de tener su organización interna, de modo que unas cosas son fundantes y otras fundadas en el materialismo de nuestro autor. Por ello igualmente tampoco puede afirmarse como hace Bobbio que dice  que  según Mondolfo´”el marxismo se sitúa más allá del materialismo”[9] puesto que es claramente una filosofía materialista, que hace provenir los hechos espirituales del centro económico de la vida del hombre.

     Por otra parte, como vemos en el presente trabajo, el pensamiento de Karl Marx no desarrolló propiamente una Metafísica ni una Filosofía de la Naturaleza. En este sentido, fue su amigo Friedrich Engels, según vemos, el que trabajó y expuso sus conclusiones teóricas en estos campos de la Filosofía, cerrando la posibilidad de una Weltanschauung completa. Por eso estrictamente no se puede aseverar que la obra de Marx exponga una Weltanschauung, cosa que por su parte sí consiguió la filosofía soviética. En efecto, no se puede afirmar tal cosa a no ser que tengamos como una misma cosa lo que no es, es decir, las obras distintas de Marx y Engels,  el materialismo histórico y el dialéctico respectivamente.

     De ahí que las afirmaciones de Gramsci en el sentido de considerar el marxismo como una Weltanschauung no podeamos considerarlas como adecuadas, a no ser que consideren lo que hemos señalado con respecto a la obra de Marx y Engels. Por ello no compartimos la siguiente afirmación gramsciana: “Marx es un creador de Weltanschauung”[10]. En el mismo sentido se ve en una carta dirigida a su esposa cuando afirma que el materialismo histórico no es “una regla práctica de investigación histórica” sino “una concepción del mundo en su totalidad”[11].

     Tampoco se atiene Gramsci al núcleo materialista de Marx, que considera que la infraestructura se encuentra en la sociedad civil y condiciona el resto de realidades superestructurales, pues Gramsci no parece tener en cuenta la tesis de la primacía de la base material, de la estructura económica. En este sentido, considera que forman parte de la sociedad civil elementos que en Marx son superestructurales y cuyo cambio depende de los cambios políticos que se producen cuando las clases, tomando el poder, cambian la superestructura. Por ello el autor italiano considera que estos elementos de la superestructura tienen una vida autónoma que exige un trabajo en los mismos por parte de los comunistas.[12]

     Esto es así en Gramsci hasta tal punto que la clase revolucionaria debe hacerse con la hegemonía ideológica antes de tomar el poder. Así: “puede y debe haber una hegemonía incluso antes de la llegada al poder”[13]. Por eso la conquista del poder por la clase obrera para el marxista italiano depende del elemento cultural, mientras que para el filósofo alemán este elemento superestructural se cambia una vez que se ha tomado políticamente el poder, una vez que se ha instaurado la nueva sociedad con la dictadura del proletariado. En este sentido, pueden leerse los pasajes dedicados al tema en la obra La lucha de clases en Francia[14]. En ellos nos ilustra Marx a propósito de lo que significó para él la dictadura del proletariado y por tanto se puede entender lo que implica el elemento de fuerza que la acompaña. En efecto, ella representa la dictadura política de la clase obrera que luego trastoca toda la ideología. Igualmente se puede ver  con respecto a estos conceptos el conjunto de medidas que según El manifiesto comunista[15] toma el proletariado cuando alcanza el poder.

     Según Luckacs es central en el pensamiento de Marx la categoría de totalidad en cuanto que es el conjunto, el todo el que domina sobre las partes, y una totalidad orgánica es la que se da en Marx en la que según el autor húngaro la relación entre base y superestructura pasa a segundo plano. Así: “lo que distingue de forma decisiva el marxismo de la ciencia burguesa no es el predominio de las motivaciones económicas en la explicación de la historia, sino el punto de vista de la totalidad. La categoría de totalidad, el dominio determinante y omnilateral del todo sobre las partes es la esencia del método que Marx ha asumido de Hegel…”[16].

     Por nuestra parte no negamos que la categoría de totalidad pueda ser aplicada y sea ejercida en la obra del autor de nuestra investigación. Pero consideramos que ello no es lo central de su obra porque es fundamental la consideración de la esencia de la sociedad humana como ordenada, y no de cualquier manera. Por el contrario en este orden de las sociedades humanas el contenido económico es el determinante, siendo la relación que los hombres mantienen en la naturaleza, que por su parte se concreta en la base económica, a través del trabajo la que crea lo que es prioritario en el orden lógico y ontológico de la estructura social. Esto implica que las sociedades humanas son entidades jerárquicamente ordenadas, en las que las categorías ideológicas y espirituales o, en general, las pertenecientes al ámbito de la superestructura están ordenadas a la base material, siendo ésta preeminente en lo que puede ser considerado como totalidad social.

     Por otra parte, es característico de la interpretación de Luckacs del marxismo la afirmación de que el método dialéctico o la dialéctica no pueden ser aplicadas al conocimiento de la naturaleza, como Engels pretendió. Según ello la dialéctica y su método solamente puede ser empleado en los fenómenos sociales, en cuanto que en ellos se da la interacción entre sujeto y objeto y la unidad de teoría y praxis. De este modo expone. “Esta limitación del método a la realidad histórico social es muy importante. Los equívocos que se originan en las exposición engelsiana de la dialéctica se apoyan principalmente en el hecho de que Engels – siguiendo el falso ejemplo de Hegel- extiende el método dialéctico al conocimiento de la naturaleza; mientras que en el conocimiento de la naturaleza no se hallan presentes las determinaciones decisivas de la dialéctica: la interacción entre sujeto y objeto, la unidad de teoría y praxis”[17]

     En este tema, aunque puedan ser discutibles las últimas afirmaciones sobre el concepto de dialéctica, no se equivoca Lúckacs en cuanto que distingue a Marx de Engels, señalando como es creación del último la dialéctica de la naturaleza. Otra cosa muy distinta hace la ortodoxia soviética al entender la dialéctica de la naturaleza como propiamente marxista. Efectivamente, como vemos, la obra de Marx no formuló las categorizaciones de lo que luego será el materialismo dialéctico, porque esto pertenece propiamente a su compañero Engels, que consideró sus teorías como universalizables, constituyendo, de este modo, el fenómeno histórico y social un caso de lo que se puede englobar más generalmente en las leyes de la dialéctica. Así pues, en la teoría del materialismo dialéctico no se entiende lo social y lo natural más que como partes de un todo omnicomprensivo, planteamiento  al que Marx ni se asomó.

     Por otra parte, el agente de la historia es para Lúckacs la conciencia de clase y el proletariado, en cuanto que se hace consciente de su tarea, en cuanto que toma conciencia de sí mismo asume la tarea de transformar la sociedad capitalista en la comunista.[18] Por ello cree que el sujeto histórico es la clase en tanto que portadora de conciencia. De esta manera, se  resuelven los problemas históricos en la medida en que la clase obrera toma conciencia de sí y busca su supresión. Así dice Lúckacs. “el proletariado no se realiza si no es suprimiéndose”[19].

     Con respecto a esto último, parece que el autor húngaro tiende a una interpretación de Karl Marx en su que reduce su concepto de la dialéctica histórica y sus ideas escatológicas al puro elemento subjetivo de la toma de conciencia. En efecto, nos parece que la visión de Marx es otra porque si bien analiza el momento en que el proletariado toma conciencia, el momento subjetivo en el que el proletariado se hace clase para sí, también subyace en todos sus análisis la causalidad económica y social, de tal manera que la constitución histórica del proletariado depende del desarrollo económico y social que ha alcanzado la evolución histórica de la humanidad. Por ello, aunque puede aseverarse que la lucha de clases y la conciencia de la clase proletaria son los eslabones que llevan al comunismo, tampoco se puede olvidar que en Marx ello responde a las condiciones materiales o económicas que abocan a las crisis capitalistas y exigen el comunismo como necesidad histórica de la época contemporánea.

     Así que, en conclusión, puede indicarse que el desarrollo de esta problemática en Lúckacs es unilateral pues solamente tiene en cuenta uno de los aspectos de la dialéctica histórica que en Marx desemboca en el advenimiento comunismo, cual es el factor de la conciencia de clase. Por ello olvida así los aspectos materiales, que son económicos, sociales y objetivos y que son decisivos a la hora de hablar de las condiciones que permiten el paso a la sociedad sin clases.

     Más ortodoxo con respecto a la pureza del marxismo parece la obra traducida al español como El asalto a la razón[20], donde se traza una historia del irracionalismo que partiendo de Schelling llega hasta el nacional-socialismo. Así, entiende la historia de la filosofía como la historia de una superestructura ideológica que depende de la base de las fuerzas productivas y las relaciones de clases. De este modo: “La historia de la filosofía, lo mismo que la del arte y la de la literatura no es –como creen los historiadores burgueses-  simplemente la historia de las ideas filosóficas o de las personalidades que las sustentan. Es el desarrollo de las fuerzas productivas, el desarrollo social, el desenvolvimiento de la lucha de clases, el que plantea los problemas a la filosofía y señala a ésta los derroteros para su solución”[21].

     Por ello la filosofía no puede desgajarse de estos factores que son de origen, que son fundadores. “Y los contornos fundamentales y decisivos de una filosofía… no pueden ponerse de relieve sino a base del conocimiento de estas fuerzas motrices de orden primario”[22]. En este sentido, no puede entenderse la misma razón como algo independiente del desarrollo social sino que es un reflejo de la misma situación de la sociedad. “La razón misma no es ni puede ser algo que flota por encima del desarrollo social, algo neutral e imparcial, sino que refleja siempre el carácter racional (o irracional) concreto de una situación social…”[23] Pero, aún con todo, el autor ha de reconocer que la filosofía tiene una legalidad propia, por lo que para el marxismo se hace necesario desenmascarar los falsos pensamientos del pensamiento irracionalista burgués. En este sentido: “Pero si queremos poner en evidencia de un modo real y concreto el carácter reaccionario de las diversas ideologías, será indispensable que demostremos también, en el terreno de los hechos y filosóficamente, su incoherencia interna, su carácter contradictorio etc.”[24]. Así que, a pesar de sus declaraciones programáticas marxistas, parece que queda evidenciado que la filosofía tiene sustantividad propia. Así se ve, por ejemplo, en el caso de Nietzsche, que, aunque se diga que sus planteamientos responden a la época del imperialismo burgués, no por eso dejan de tener en la obra de Luckács su idiosincrasia filosófica propia[25].

     En lo que respecta a Korsch, nos parece que no se equivoca cuando asegura que el marxismo no puede estar contenido en una sola ciencia porque hace incursiones en todas ellas. Tampoco olvida Korsch que todas ellas están conectadas desde la perspectiva económica que funciona como hilo conductor.

     Pero, en alguna medida, lo que se le escapa al autor alemán es poner en relación las dos afirmaciones anteriores y constatar que el marxismo posiblemente acentúe en demasía el aspecto económico, y ello hasta el punto de que ha sido calificado como un reduccionismo económico, que olvida la autonomía de las ciencias humanas para intentar subsumirlas en sus planteamientos economicistas[26]. Por nuestra parte, consideramos que el marxismo constituye una Antropología filosófica por el hecho de ser una teorización general sobre el Hombre que atraviesa el conjunto de las ciencias humanas que se realiza desde los puntos de mira económico y social fundamentalmente.

 Como consecuencia, las legalidades de las ciencias humanas parecen ser un reflejo de lo que es sustantivo: el estudio de la economía. Veamos lo que dice Korsch al respecto de este tema sobre la doctrina marxista: “a pesar de que se intentara preparar expresamente para él y para sus acompañantes más próximos un nuevo compartimento llamado sociología, no permanece en él tranquilamente sino que continuará separándose para alinearse en todo lo demás.’Economía’, ‘filosofía’, ‘historia’, ‘teoría del derecho y del Estado’; ninguno de estos compartimentos es capaz de contenerlo, pero ninguno quedaría a resguardo de sus incursiones si se intentara colocarlo en cualquier otro”[27].

      No obstante, paradójicamente, esto según Korsch  “no excluye que en el marxismo la economía ocupe una posición central, realizando la función de un factor determinante y, en consecuencia, de clave explicativa de la existencia global de los hombres”[28].

     Por otra parte, en lo que atañe al problema de las totalidades, en el capitalismo, según Korsch, se incluyen también las formas superestructurales y, por ello, entiende que la sociedad burguesa forma un todo empírico: “las relaciones materiales de producción de la época capitalista se encuentran junto con las formas de conciencia en las cuales se reflejan…y…sin ellas tales relaciones ni siquiera pueden subsistir”[29]. Por nuestra parte, no negamos que la sociedad capitalista en Marx, como todas las sociedades anteriores, tiene un fuerte componente ideológico, pero, con todo, nos parece que hay que matizar que la sustancia de lo real se da en Marx en la infraestructura. Ello es así de tal manera que de manera diferente a como asegura Korsch, se da en el pensamiento original de Karl Marx una gradación de la realidad, siendo el determinante el nivel material, que esencialmente se traduce como nivel económico, puesto que las formaciones superestructurales son realidades ontológicamente de segundo grado, derivadas de las anteriores.

     Ello no obsta, según vemos, para que en el pensamiento del maestro de Korsch el proletariado deba construir su propia conciencia de clase, devenir en clase para sí, con sus propios objetivos y con un programa filosófico y político que supera a los de la burguesía. Pero  con ello, no se supone que Marx esgrima la filosofía como arma revolucionaria si no es concretando  a aquélla como programa político que es más bien el que lleva a la revolución comunista, aunque lo que haga, efectivamente, por la vía de la crítica la propia filosofía (muchas veces más ejerciéndola que representándola).Aún con todo, esta filosofía la presenta Korsch como la última, puesto que el proletariado, según frase del propio autor al final de esta obra, es la realización de la filosofía.

    Por ello, puede considerarse que la cita que a continuación expresamos es adecuada al marxismo, aunque aquí la corrección sea más ejercida que representada, en el sentido  de que desvela más bien lo que Marx podría haber dicho con claridad. “Así como la acción económica de la clase revolucionaria no hace superflua la acción política, del mismo modo, la acción económica y política a un tiempo no hace superflua la acción ideal; ésta debe ser llevada adelante hasta el fin en el plano práctico y teórico, como crítica científico revolucionaria y actividad agitadora antes de la toma del poder por parte del proletariado… Y lo que a la acción ideal le sirve para conducir contra las formas y conciencia de la sociedad burguesa, vale también en particular para la acción filosófica.[30]

    En cuanto al tema de la dictadura del proletariado, como sociedad de transición entre el capitalismo y el comunismo, según Abbagnano- Fornero [31], Korsch en una Anticrítica   titulada El sentido actual de problema ‘marxismo y  filosofía’ critica la posición de Lenin. Efectivamente en la Anticrítica[32] entiende Korsch, contrariamente a Lenin, que la dictadura es del proletariado y no sobre el proletariado, siendo una dictadura de la clase obrera y no del partido comunista o de los dirigentes del mismo, pues es un estadio de transición que sienta las bases de la extinción del mismo estado.  

     Como se sabe, aquí la crítica de Korsch a Lenin parece tener razón pero los textos del maestro Marx son pocos. No obstante, la última parte de la crítica de Korsch parece coincidir con los textos que exponemos en este trabajo. El problema, a su vez, reside en que estos mismos textos son suscritos por los teóricos del leninismo y del estalinismo y cumplieron el papel objetivo de alargar grandemente la fase transitoria de la dictadura proletaria.

     En otro orden de cosas, como vemos en el trabajo que presentamos, la esencia de lo humano en el pensamiento de nuestro autor (Marx) no hay que buscarla en la interioridad subjetiva, porque el hombre es producto de un nivel determinado de desarrollo económico y social (o de la base material). De esta manera, incluso las producciones espirituales y políticas dependen de estos niveles de desarrollo.

    Por eso, buscar una esencia antropológica independiente del nivel histórico del desarrollo de las fuerzas productivas materiales o, en general, del desarrollo social nos parece que cae fuera de lo que ortodoxamente puede ser considerado como marxista. Así, nos parece que las doctrinas de E. Bloch, expresadas fundamentalmente en su conocido libro El principio esperanza, que emprenden un análisis de lo humano entendiendo la esperanza como un universal de la conciencia humana caen dentro de estas matizaciones. De este modo, el entendimiento de  Bloch de que existe una esencia subjetiva que se manifiesta  a lo largo de la historia en los proyectos humanos de utopía, nos parece que cae algo alejado de la pureza del marxismo, aunque recoja el tema del comunismo como horizonte de lo que Avelino de la Pienda[33] llama el utopiar humamo, como horizonte de la esperanza escatológica. Así: “La esperanza, afecto de espera contrario a la angustia y al temor, es, por lo mismo la más humana de todas las emociones, y accesible sólo al hombre. Es al mismo tiempo, el afecto que conecta con un horizonte más amplio y luminoso”[34].

     El discurrir histórico, por tanto, se sitúa, en un horizonte móvil que va determinando la esperanza y que en los tiempos modernos se manifiesta en la concreción del avance definitivo del comunismo. Pero, como se ve, la esencia humana y la esencia del acontecer histórico es la esperanza, que parece evacuar los contenidos materialistas del marxismo, aunque sea sin intención de hacerlo. Entonces el devenir de lo histórico, aunque intente entenderse de modo materialista, no está constituido por la materialidad de la infraestructura en las fuerzas productivas o las relaciones de producción, y las derivaciones de sus implicaciones. Por el contrario, lo que mueve el proceso de la historia está marcado por esta esencia subjetiva que es la esperanza. Así nos dice: “ La filosofía de tal optimismo, esto es la filosofía de una esperanza concebida de modo materialista, tiene por lema la zona delantera del acontecer histórico…La filosofía de la intellecta spes, se sitúa por definición ‘al frente’ del proceso mundano, esto es, en la tan puramente investigada avanzadilla ontológica de la materia móvil y utópicamente abierta”[35].

    Por otro lado, en esta interpretación del marxismo Bloch, obviamente, coincide con Marx en que la alternativa al capitalismo y  el resultado natural del proceso histórico que inaugura el ésjaton es el comunismo. También en esa reivindicación del comunismo se afirma que el marxismo es un humanismo y ello no nos parece que sea incorrecto teniendo en cuenta que el propio Karl Marx en los Manuscritos de economía y filosofía afirma, según vemos en el presente trabajo, que el comunismo es el final de la alienación humana (posteriormente incidirá en que significa también el final de las contradicciones económicas y sociales), Por ello, se concluye que en Marx el comunismo implica que el hombre es capaz de alcanzar la felicidad y la perfección en esta tierra y ello también es lo que defiende el propio Bloch. Así nos dice Bloch: “Lo humano…se alcanza solamente a través del comunismo. El moderno punto de vista proletario no sólo no elimina el valor de la ‘humano’ sino que lo posibilita. Y cuanto más científico es el socialismo, tanto mayor es su preocupación por el hombre y tiene más a la vista la superación real de su alienación”[36].

    Por lo demás, ese futuro absoluto del hombre, ese comunismo entendido como reino de la libertad vendrá determinado por la plenificación, por una incorporación de todo lo humano, de todas las culturas humanas. En este sentido, en el concepto de esta etapa final de la historia en Bloch corrige a Marx, que concibe la incorporación al comunismo como dictadura de una clase exclusiva, surgida de la sociedad occidental y que entiende el desarrollo de las otras culturas como una incorporación al  capitalismo, que por su parte, origina sus sepultureros (el proletariado) y lleva en su dinámica interna hacia el comunismo. Así manifiesta Bloch: “Todas las culturas de la tierra…son experimentos y testimonios de importancia varia de aquel humanum que emerge como meta última y más importante del progreso. Aquellas no convergen en cultura alguna ya existente, ni siquiera en una cultura ‘dominante’ prevalentemente clásica, la cual,…haya sido aceptada como canónica. Las civilizaciones pasadas, presentes y futuras convergen únicamente en un humanum aún no manifestado suficientemente…”[37]

     En lo que respecta a la religión no tiene Bloch de ella la opinión negativa de Marx en cuanto que éste la piensa de 1844 en adelante como una superestructura que deriva de la infraestructura y que no tiene contenido liberador. Por el contrario Bloch acentúa el afán prometeico de la religión en la medida en que en ella late la esperanza en un mañana que redimirá los tiempos, a pesar de que esta visión coexista con la religión del autoritarismo y la opresión. Así dice refiriéndose a temas concretos de esta religión de la esperanza que se expresa en la Escritura en diversos pasajes. “ En fin, ne remarque-t-on pas que le Dieu du buisson ardent n´emploi pas le présent, mais un futur salvateur: je serai celui que je serai’- faissant ainsi éclater la représentation traditionelle de Dieu? Un flot abondant coule ici vers une fin escatologique et subversive, s´engageant dans l´exode  et portant vers le Royaumme utopique que sera son rivage, dans la plenitude du nouveau”[38].

     Pero Bloch no solamente interpreta a Marx en los terrenos de la Historia y de la Antropología, sino que ofrece desarrollos que no estaban contemplados en él. En este sentido, construye una Ontología con una idea determinada de Materia. De este modo, recoge el concepto aristotélico de materia y  concibe que el universo está inacabado, incompleto porque el mismo registra la necesidad de la forma y de la perfección y, aquí entiende Bloch, que el comunismo se inserta en el proceso de la materia, en el sentido en que el mundo marcha hacia esa utopía concreta que lo consuma y que se inscribe en el devenir de la materia. Así, por ello, esta materia es productiva de forma, de concreción y el comunismo se concibe como la culminación de esa materia necesitada de especificación[39].

     Parece evidente que esta concepción de la Materia como concreción queda lejos de las ideas de Engels expresadas en sus estudios sobre la misma idea y que la consideran como dotada de una dialéctica, con unas leyes de transformación propias bien determinadas. Además este materialismo concibe al que es propiamente marxista – el materialismo histórico- como un caso particular suyo, como un caso en que se concretan estas leyes de la materia en el campo histórico y, en general como consecuencia, en  todo el campo que roturaban las ciencias antropológicas, que en esa época, el siglo XIX, se estaban construyendo.

     Refiriéndonos  a otro autor, podemos decir que si entendemos por marxismo un cuerpo de doctrina acabado que transmite una cosmovisión y una comprensión determinada de la filosofía y del hombre nos parece que no se puede afirmar que Kolalowski sea estrictamente marxista. Efectivamente la distinción fundamental que defiende este autor es la que según él se da entre una izquierda humanista e intelectual y la derecha. De este modo, Marx cae dentro de la primera categoría y así es comprendido desde ella y no inversamente.

     De esta manera, según, Kolakowski lo que quedaría a nivel general de Marx sería la tendencia del humanismo de izquierda a no mantener sistemas cerrados, dogmáticos, contemplando por ello la realidad en toda su riqueza. Por ello, se ve que en esta interpretación queda poco del sistema marxista en cuanto tal y que lo esencial de su doctrina no está recogido en ella. Así, por ejemplo, se debe comprender su teoría de las ideologías, según la cual éstas no se diferencian por la verdad o la falsedad sino por la función social que desempeña.

    Del mismo modo, su concepción del comunismo amplía, quizás acertadamente, el contenido marxista, pero no puede ser considerada como tal en sentido estricto, porque desarrolla el concepto de comunismo en un sentido que no está contemplado por el propio Marx, que no habla la autonomía de los fines que no estén comprendidos en su determinismo económico. Así: “El concepto de comunismo contiene otros valores además de las relaciones de producción y el incremento del bienestar, valores que cuentan como fines en sí y no sólo como medios” [40]. Con ello el autor polaco se refiere, por ejemplo, al perfeccionamiento de los principios morales de la vida social y de la sensibilidad estética[41].

 

LA ESCUELA DE FRANKFURT

 

     Si hasta ahora el pensamiento marxista que hemos analizado, intentaba ser una interpretación de su fundador desde él mismo, en la Escuela de Frankfurt nos encontramos con lo que puede significarse como una incorporación de nuevos parámetros de pensamiento o de otras corrientes de pensamiento en el mismo marxismo. De ello se colige fácilmente que nos encontramos con una ampliación del cuerpo del marxismo o con una renovación, que toma el pensamiento del filósofo alemán, más que como un cuerpo de doctrina acabado, que admite desarrollos dentro de sí mismo, como una fuente de inspiración. En este sentido, tomará del pensamiento marxista lo que considere como teóricamente válido para el análisis de la nueva problemática social y para el nuevo desarrollo de lo que se pensará como un nuevo proceso de emancipación de las nuevas realidades de la sociedad capitalista.

     Como consecuencia, no se puede asegurar que la Escuela de Frankfurt presente una interpretación de Marx desde él mismo, sino que más bien cabe decir que lo que hace es inyectar en el pensamiento de Marx otras formas científicas y filosóficas, revisándolo conscientemente hasta donde se considere necesario. Por eso, en cierto sentido, más bien cabría decir que Marx cae bajo el área de pensamiento de los frankfurteses, y por ello su sistema puede ser considerado como uno de los desarrollos que ha tenido el pensamiento de la emancipación.

     En este sentido, la escuela de Frankfurt ha desarrollado una psicología propia que cae fuera del pensamiento original de Marx. En  efecto, si nos preguntamos el papel que juega la psicología como ciencia en el sistema marxista, hemos de responder que el estudio de las formas de conciencia cae en el pensador alemán dentro del dominio de la superestructura, porque, según sus propias palabras, es el ser social el que determina la conciencia. Por ello lo que hay que entender es que las representaciones psicológicas y la misma psicología individual no tiene espacio propio, no tiene entidad autónoma. De este modo, no está recogida en Marx la posibilidad de presentar la estructura psicológica entre la infraestructura y la superestructura o más acá del ser social del hombre, en una conciencia humana con sustantividad propia; y, sin embargo, la escuela de Frankfurt así lo hace y ello, en alguna medida, es ajeno a una interpretación estricta del espíritu de la teoría marxista.

     Por ello, lo que realmente hace la escuela es la revisión del marxismo, porque piensan, por ejemplo, en el caso que estamos tratando que Marx no reconoce una sustantividad que pide ser considerada, pues en el centro de su pensamiento se encuentra el dogma de que el hombre entra en relaciones de explotación con la naturaleza, constituyendo estas relaciones  el centro sobre el que pivota toda la realidad. Así que desde la nueva perspectiva inaugurada por Horkheimer y Fromm, que supone el reconocimiento de esta sustantividad de la psicología, se procede a integrar el mundo psicológico dentro de los esquemas materialistas y se piensa que es posible esta integración dentro del mismo aparato teórico marxista, suponiendo ello una ampliación del mismo.  Ello se hace mediante las construcciones psicológicas del freudismo y supone la existencia de una psique individual ontológicamente consistente[42].

     Por otra parte, el segundo de los conceptos clave de la escuela es el de la utopía negativa. Así, según indica su propio nombre se considera la utopía como poseyendo el carácter en alguna medida impreciso, en cuanto que no ofrece los detalles de la sociedad del futuro, sino que lo que más bien hace es criticar la realidad del presente a la luz de la utopía. Consecuentemente, dice Horkeimer. “nosotros podemos definir los males, pero no podemos decir que cosa es justa…El ‘duce’, llámese Stalin o Hitler, presenta su nación como el bien supremo, afirma saber qué cosa es el bien absoluto y, ciertamente, no lo es ni nuestra nación ni cualquier otra cosa”[43]. O también el mismo Horkheimer, define  la Teoría Crítica de la siguiente manera: “lo que nosotros entendemos por crítica es el esfuerzo intelectual, y en definitiva práctico, por no aceptar sin reflexión y por simple hábito de las ideas, los modos de actuar y las relaciones sociales dominantes; el esfuerzo por armonizar entre sí u con las ideas y metas de la época, los sectores aislados de la vida social…”[44].

     Puede decirse entonces que el papel de la Teoría crítica no es pequeño porque sirve a la causa de la justicia y de la emancipación. “Quizá haya épocas en las que sea posible arreglárselas sin teorías: en la nuestra, esa carencia empequeñece al hombre y lo deja inerme frente a la violencia.”[45]. Por ello, como se sabe, se concluye que la praxis no puede darse sin teoría, aunque la teoría, como se ha visto, cumple un papel más bien negativo en la crítica del presente, crítica que se hace a la luz de la utopía, pues esta es “ coronamiento de los sistemas filosóficos”[46].  

     En este mismo orden de cosas también señala Marcuse en Philosophie und Kritische Theorie: “El elemento utopístico ha sido, por mucho tiempo, el elemento progresivo de la filosofía: tales fueron las construcciones del estado mejor, del placer supremo, de la felicidad perfecta, de la paz perpetua”[47]. Por ello, como puede verse, se considera la utopía como elemento central que impulsa el desarrollo perfectivo de la historia. En este sentido, tampoco es ajena la interpretación marcusiana de Hegel,  pues el gran pensador alemán es visto desde el punto de vista de la misma utopía crítica. En efecto, es el mismo desarrollo del hombre, es su misma capacidad para construir modelos de racionalidad lo que permite que realidad se vaya acomodando progresivamente a la razón y que ésta actúe como crítica de la realidad, pues el proceso histórico busca la realización de lo racional. Así, lo que sigue puede ser interpretado como concordante con los postulados teóricos capitales de la escuela: “La vida de la razón aparece en la lucha constante del hombre por comprender lo que existe y por transformarlo de acuerdo con la verdad comprendida. La razón es también esencialmente una fuerza histórica. Su realización se cumple como un proceso en el mundo espacio-temporal, y es, en última instancia toda la historia de la humanidad. El término que designa a la razón como historia es espíritu (Geist) lo cual denota que el mundo histórico es considerado en relación con el progreso racional de la humanidad, no como una sucesión de actos y acontecimientos, sino como una continua lucha para adaptar al mundo a las crecientes potencialidades de la humanidad”[48].

    Por tanto, la lucha por acomodar la realidad histórica con los dictados de la razón en la interpretación de Marcase constituye las notas esenciales del pensamiento de Hegel y así lo hacen un precursor de los ideales de la utopía negativa. Desde luego, habría que descontar una cierta dosis del optimismo hegeliano en lo que se refiera a las posibilidades de la razón para determinar la realidad o realizarse en lo real, pero en esencia las posibilidades de la razón de organizar lo real se dibujan también en la utopía negativa, aunque la misma carezca de la concreción que esta razón tiene en Hegel.

     Así pues, si comparamos las teorías de los franfkfurteses en esta segunda característica con el pensamiento de Marx se observan algunas divergencias. Por ejemplo, al contrario que los filósofos de la Escuela de Frankfurt, en Marx el futuro se ve desde la crítica del presente, desde la crítica de la sociedad capitalista en tanto que tal[49] y  es este futuro el que, como sociedad comunista,  tiene que nacer de las contradicciones de la sociedad que le precede. En este sentido, el comunismo supone la cancelación de las contradicciones del capitalismo. Por ello, la comuna es entendida como una realidad que concluye el desarrollo de la sociedad burguesa y se ve la posibilidad de la crítica de la misma en tanto que el comunismo es la solución a sus problemas. En conclusión, en Marx se elabora el futuro desde el presente mientras que en la Escuela se hace la operación inversa y se intenta el cambio y el entendimiento del presente desde una utopía que no está concretada, definida.

     Por otra parte, en lo que toca a las posibilidades de definición del futuro creemos que de ninguna manera renunció el autor de El capital a ello y es seguro que en este terreno avanzó cuanto pudo[50]. Así, las caracterizaciones que hace de esta etapa escatológica de la historia y también los intentos de concretar los modelos de transición hacia el comunismo mediante el concepto de dictadura del proletariado que se concibe como un inicio de la sociedad comunista.

     Por último, siguiendo con las características esenciales de la Escuela de Frankfurt, se hace necesario señalar que tiene una clara vocación de trabajo interdisciplinar, ya desde los mismos orígenes. Por ello intentaron entender los problemas del desarrollo social con el concurso de varias ciencias (filosofía, historia, economía, psicología…). Así dice Horkheimer: “La revista tiene como punto de mira la promoción de la teoría del proceso social actual mediante la concentración en los problemas de la sociedad de todas las ciencias especialmente importantes para su constitución. Las fuerzas económicas, psicológicas y específicamente sociales deben ser estudiadas a través de investigaciones en los respectivos sectores del saber en la perspectiva de su eficacia social. La revista trata también cuestiones filosóficas y de visión del mundo cuando son significativas para la teoría de la sociedad”[51].

     Es así desde esta perspectiva como pueden comprenderse las incorporaciones de la psicología y del psicoanálisis a los estudios teóricos de la escuela; así por ejemplo, en los análisis de la familia autoritaria. Igualmente desde esta orientación, pueden ser entendidos estudios como el de Historia y Psicología publicado en la obra en español Teoría crítica, en los que pueden leerse afirmaciones como la siguiente, refiriéndose a la economía y  la psicología: “Es claro que la situación real que en la actualidad determina la relación entre ambas ciencias, también se refleja en la forma que presenta la psicología. Los hombres mantienen relaciones económicas a las que sus fuerzas y necesidades en su crecimiento han dejado atrás…La raíz de este momento especialmente importante desde el punto de vista del saber histórico, no está formada en modo alguno por meros manejos ideológicos… sino que la estructura psíquica total de estos grupos –es decir, el carácter de sus miembros- se renueva de continuo en conexión con el papel que representan en el proceso económico. Por consiguiente la psicología tendrá que penetrar en estos factores psíquico más profundos, por medio de los cuales la economía determina al hombre; en gran medida será psicología del inconsciente”[52]. Como puede verse, se habla de una clara  interrelación entre economía  y psicología y de la necesidad de entrar en las concreciones de la misma al mismo tiempo que se entiende la psicología como psicología profunda, como psicología del inconsciente, concepto que, como es sabido, tomaron del psicoanálisis freudiano.

     Concluyendo este último apartado y señalando las semejanzas con Marx, puede decirse que en éste tampoco falta el tratamiento interdisciplinar, pero es más ejercido que representado o teorizado. Además, en él es el núcleo materialista el que se realiza en las diversas ciencias y las organiza según sus patrones, mientras que en la escuela de Frankfurt las ciencias particulares conservan su especificidad,  aunque entre ellas se establezcan relaciones claras.

     En fin, una vez vistas las características generales de la Escuela pasaremos a analizar las aportaciones particulares de sus miembros. Comenzaremos por Hokheimer.

 

     Horkheimer

 

         Podemos afirmar que ya en la Dialéctica del Iluminismo se efectúa la inversión del marxismo en la medida en que las situaciones de dominio no provienen de un núcleo materialista (en Marx podría decirse que ello lo marca la aparición de la propiedad privada). Por el contrario, es una nueva actitud teórica, la actitud ilustrada la que es la causa de la opresión. Su programa consistirá en lo siguiente: “liberar al mundo de la magia. Se proponía mediante la ciencia, disolver los mitos y confutar la imaginación”[53].

    Así, esta nueva actitud teórica se muestra como un ideal de sistema en el solamente se reconoce lo que puede someterse a él, que puede deducir cualquier objeto. De esta manera señalan Horkheimer y Adorno: “El iluminismo reconoce a priori, como ser y acaecer, sólo aquello que se deja reducir a una unidad; su ideal es el sistema del cual se deduce todo y cualquier cosa”[54]. Pero este sistema se caracteriza por que con esta nueva actitud teórica, con este nuevo tipo de racionalidad que se inicia en la Antigüedad el hombre somete al mundo, sin que en este sentido, haya muchas diferencias entre judíos y griegos. “ A partir de ahora el ser se divide en el logos – que reduce, con el progreso de la filosofía, a la mónada, al mero punto de referencia- y en la masa de todas las cosas y criaturas exteriores…Si se dejan de lado las diferencias el mundo queda sometido al hombre. En ello concuerdan la historia judía de la creación y la religión olímpica…”[55].

     Así pues, como puede verse, el iluminismo o la actitud iluminista acaba por confundirse con la historia de la civilización, puesto que para Horkeheimer y Adorno el concepto iluminista se encuentra ya, como vemos, en los inicios de la civilización de la  misma manera que la sociedad burguesa se encuentra ya documentada en la Odisea[56]. Pero el fenómeno cultural del iluminismo, aunque intente combatir el mito y consista en la apuesta del hombre por enseñorearse del mundo, se salda con un fracaso, pues lo que en realidad produce es un ser alienado. En este sentido, el iluminismo supone un cambio del individuo en cuanto que desiste del instinto y del placer y se hace cargo de la renuncia y la fatiga de manera que se introyecta el sacrificio[57]. Por ello su intento de quitar el miedo a los hombres se salda con un fracaso, pues los hace presos de nuevas esclavitudes, de nuevas alienaciones. En efecto: “los hombres pagan el acrecentamiento de su poder con el extrañamiento de aquello sobre lo cual lo ejercitan. El iluminismo se relaciona con las cosas como el dictador con los hombres, pues el dictador sabe cuál es la medida en que puede manipular a éstos. El hombre de ciencia conoce las cosas en la medida en que puede hacerlas”[58].

     Sí pues, tal como vemos en este Horkheimer, el origen de la alienación humana no se encuentra en la materialidad de la infraestructura económica o en otro tipo de formación de índole material o económica, sino que el alejamiento de la identidad se da como producto de una praxis, que es en su definición teórica  consiste en la mirada esencial y organizadora de todas las realidades antropológicas con las que el ser humano se relaciona con la naturaleza después de la Prehistoria, después del mito. Como se ve queda poco del Marx materialista en la medida en que el núcleo del materialismo está disuelto, aunque persista en una gran medida la inspiración marxista, pues continúa latiendo en el pensador de la escuela de Frankfurt el afán liberador, el interés prometeico.

     Por otro lado, la crítica de la razón iluminista se transforma en la de la razón instrumental en la medida en que la razón ha renunciado a establecer el criterio del conocimiento y de la acción. Así la valoración de los fines últimos ha sido evitada por la razón objetiva, que por ello se convierte en razón instrumental, esto es, en razón que renuncia a analizar y a establecer los fines y su racionalidad. De esta manera: “La validez de los ideales, los criterios de nuestras acciones y convicciones, los principios básicos de la ética y de la política, todas nuestras decisiones fundamentales se hacen depender de factores distintos de la razón”[59].

     Por ello, los fines se establecen en base a motivaciones extrarracionales y puramente utilitaristas. Como consecuencia la razón se hace instrumental. Ello implica que los objetivos que busca no son otros que el dominio de los hombres y de la naturaleza. Ello tiene como resultado una praxis de dominio que, eliminando las posibilidades de discusión racional por parte de los individuos, acaba sometiéndolos  al poder de los grupos que detentan el poder. Ello se da tanto en los países capitalistas como en los que es la burocracia quien detenta el poder como es el caso de la U.R.S.S.

     Por otra parte, esta crítica de la razón subjetiva o instrumental viene acompañada en Horkheimer y Adorno de una crítica paralela de los sistemas filosóficos de Occidente, puesto que en ellos se encuentran los fundamentos de los que provienen los resultados de las sociedades contemporáneas. Así, por ejemplo, Kant significa el intento de incorporar en el sujeto transcendental la gestión y organización de toda la naturaleza puesto que reduce el objeto a un material sin forma que esta mismo sujeto tiene la función de organizar en virtud de los a prioris transcendentales[60].

     Por tanto, puede verse que en el pensamiento de Horheimer y Adorno el afán liberador, tan presente en el marxismo, se manifiesta en la consiguiente crítica ideológica, pero los motivos se transforman en una gran medida, de modo que este afán se encuentra más bien en una actitud, en una praxis teórica. Por ello, se entiende que el principal obstáculo para la emancipación se encuentra en esta praxis que organiza esquemas de dominio que son contrarios a la revolución.

    Así pues, puede afirmarse que se experimenta en Horkeheimer un desplazamiento del análisis político al filosófico, pues es la filosofía la que aparece como la principal para el momento de toma de conciencia de la humanidad de la irracionalidad del sistema de dominio. Por ello, el momento revolucionario más importante consistirá necesariamente en la toma de conciencia  de la sinrazón.

     En consecuencia, las formas contemporáneas de alienación no se producen en una clase determinada (en Marx la burguesía) y la desalienación o la emacipación no se concentran en un concreto sujeto histórico (la clase obrera en Marx) sino que estas se  producen difusamente. Tal es el funcionamiento de la lógica del dominio. Pero tampoco coincide Horkheimer con Marx a la hora de analizar las relaciones con el mundo de la naturaleza. Efectivamente, mientras que en el segundo el desarrollo de las fuerzas productivas y el dominio de la naturaleza constituyen una fuente de progreso que llegará a la emancipación definitiva, en el  primero el dominio de la naturaleza trae consigo la razón instrumental que es un factor de dominio sobre los seres humanos. En fin, en Horkheimer el proletariado desaparece como sujeto histórico revolucionario, siendo sustituido por la necesaria actividad teórica de la filosofía como instancia crítica que puede conducir a la emancipación y a la libertad. Por lo demás, puede decirse que el último Horkheimer experimenta un alejamiento aún mayor de las tesis del marxismo ortodoxo, del marxismo de Marx[61].

 

Adorno

 

    Tratando a Adorno tratamos al segundo de los grandes pensadores de la escuela de Frankfurt. En Adorno destacan, por una parte, los análisis y críticas de la industria cultural, en el que se incluyen sus implicaciones sociales y antropológicas. En este sentido, es paradigmática la tercera parte de la Dialéctica del iluminismo titulada la industria cultural, en la que según indica el propio subtítulo analiza el momento en que el iluminismo “se convierte en mistificación de masas”[62].

     Expresa aquí el autor que uno de los rasgos característicos de la sociedad contemporánea es la creación de un enorme aparato de industria cultural como instrumento de manipulación de la conciencia que el sistema usa para mantener sojuzgados a los individuos. En este sentido, las técnicas de la industria cultural alcanzan un alto grado de control de la conciencia individual, que es incapaz de sustraerse a él, debido no tanto al desarrollo de la técnica como al papel que desempeña, a la función que tiene asignada en el sistema. De este modo, los medios de comunicación  polarizan en torno a sí  a toda la población y con ello manipula a los individuos, los iguala y los controla mediante mecanismos más o menos estandarizados. Así, por ejemplo, especificando los mecanismos de control en el caso del cine, señala: “El film…no deja a la fantasía ni al pensar de los espectadores dimensión alguna en la que puedan moverse por su propia cuenta sin perder el hilo, con lo que adiestra a sus propias víctimas para identificarlo inmediatamente con la realidad”[63]. Como se ve, ello lleva consigo el hecho de que el ciudadano en absoluto es el dueño de esta industria y sus efectos, sino que se muestra como un objeto pasivo, cuyo destino consiste en que va a ser totalmente mediatizado y manipulado.

      Todo ello significa que la industria cultural no es un fenómeno neutral sino que sus instrumentos transmiten ideología y sirven al objetivo de la manipulación de las conciencias. Por ello, según estamos viendo en Adorno y Horkheimer, la industria cultural provoca la alienación cultural, que bloquea las conciencias y les impide pensar críticamente. Como una consecuencia de ello, se registra el hecho de que la diversión como continuación del tiempo de trabajo se convierte en instrumento que es utilizado para acomodar a los hombres al sistema y que de hecho es su prolongación ideológica. Así manifiestan. “El amusement es la prolongación del trabajo bajo el capitalismo tardío”[64]. O también: “Sólo se puede escapar al proceso de trabajo, en la fábrica y en la oficina adecuándose a él en el ocio”[65]. Con ello se comprueba que el sistema mixtifica la realidad de tal manera que “vuelva a proporcionar como paraíso la vida cotidiana”[66].

      Como puede verse, este tipo de análisis de la industria cultural, podría ser encuadrado en el puro análisis marxista en lo referente a la superestructura ideológica. Consiguientemente se podría suponer que la industria cultural es un aspecto superestructural del sistema, cuyo fin es la propaganda y defensa de la sociedad burguesa en el campo cultural, aunque el núcleo esencial de la misma debiera ser ubicado en la infraestructura, en una determinada explotación, en unas específicas formas de dominación de clase. Pero, aunque los filósofos que estamos tratando ahora no renuncien a la crítica de la sociedad burguesa, más bien comprenden la sociedad burguesa, según han expuesto en la Dialéctica del iluminismo, como proviniendo de una mirada a las cosas, derivando ello de estructuras antropológicas más profundas que fundan lo que llaman la lógica del dominio[67].

     Consiguientemente, desde la perspectiva crítica de la Escuela de Frankfurt, con la Dialéctica Negativa también se opera esa inversión en la que la causa de la irracionalidad ética de lo real  no radica en la infraestructura económica. Por el contrario, como se está viendo, la causa de la opresión y de la alienación tiene causas más profundas. En concreto, en el caso de Adorno el problema radica en la ira, por la cual lo distinto es confundido con lo malo y con lo que merece ser perseguido.

     Por ello dice, refiriéndose a la ira: “El proceso de hominización ha racionalizado este mecanismo proyectándolo… Todo ser vivo que pretende devorar tiene que ser malo. La sublimación de este esquema antropológico es perceptible hasta en la gnoseología…La idea del antropocentrismo está emparentada con el desprecio de la humanidad: nada hay que no deba ser atacado. La sublime rigidez de la ley moral era de la misma madera que esa furia racionalizada contra lo diferente”[68]. En este sentido, esta ira es una transformación en la especie de lo que hay de animal en ella y ella se encuentra en la base de toda persecución. “El sistema… tiene su prehistoria en algo anterior al espíritu: la vida animal de la especie[69]”.

     Por tanto, puede decirse que los sistemas son expresión de esta furia y se concretan en la fagocitación de lo diferente, buscando la incorporación, la subsunción de ello en la lógica del propio sistema. En este sentido, por ejemplo, el Idealismo: “El Idealismo –sobre todo en Fichte se encuentra inconscientemente bajo la ideología de que lo que no es yo…l`autrui y en fin, todo lo que recuerda a la naturaleza es inferior, de modo que puede ser devorado tranquilamente por la unidad de un pensamiento que trata de conservarse”[70]. O expresado de otra manera más corta. “El sistema es el vientre hecho espíritu, y la furia el signo distintivo de todo Idealismo”[71]. Como puede verse, las características antropológicas más elementales están organizando el comportamiento teórico, que se manifiesta como filosofía.

     El sistema se manifiesta, entonces, en tanto que aprehensión unificadora y devastadora de lo diferente, pues no lo tolera. Por ello Adorno, frente al sistema del Idealismo opone el concepto de Dialéctica Negativa, que quiere anular la unión entre sujeto y objeto, entre concepto y cosa y, por ello, el propio momento de la síntesis en el que lo diferente queda asimilado. Por tanto, según el pensador de la escuela de Frankfurt, el pensamiento no puede o no debe asimilarlo todo, porque existe una inadecuación entre él y la cosa. Así, este extremo se ve claramente en la interpretación adorniana  de la prioridad del objeto, el cual lógicamente queda más allá del propio pensamiento. Ello lo defiende de la siguiente manera: “Realizar la crítica de la identidad lleva consigo un tanteo de la preponderancia del objeto. El pensamiento identificante es  subjetivista por más que no lo acepte…El sujeto está destronado ya antes…Y sabe que es la misma norma de su propia absolutez la que le hace sentirse absolutamente amenazado por el más pequeño resto de diferencia. Desde el momento en que pretende el todo, un minimum basta para hacerle fracasar…El objeto sólo puede ser pensado por medio del sujeto; pero se mantiene  siempre frente a éste como otro”[72]. Se ve claramente como Adorno defiende la prioridad de un objeto que no se deja asimilar por el sujeto, que permanece más allá de los intentos sistemáticos de este sujeto.

     Por otro lado, según el mismo Adorno, este reconocimiento de la primacía del objeto es lo que hace materialista una filosofía, pues el objeto se reconoce en último extremo como materia. Por ello, la Dialéctica Negativa de Adorno se convierte en materialista[73]. Pero este concepto del materialismo está muy distante del de Karl Marx, pues en éste el núcleo materialista se sitúa en la economía, en las relaciones que el hombre establece en su explotación de la naturaleza con éste y entre ellos mismos, mientras que en Adorno es más bien una posición teórica – la primacía del objeto- lo que se considera como centro del materialismo.

 

Marcuse

 

     Pasamos a continuación a exponer lo principal de la obra del otro de los grandes autores de la Escuela, Herbert Marcuse. Como se sabe, en Marcuse las ideas de felicidad y liberación se hallan en la base de su filosofía. En efecto, la felicidad es una de las piedras angulares del juicio que puede merecer todo proceso de liberación o todo proceso revolucionario. De ahí que la importancia de las medidas revolucionarias no radique en la planificación sino en que el interés que busca la planificación sea la búsqueda de felicidad de las masas.

     Es conocido que estas teorías tienen su origen en la Crítica del hedonismo[74]. En ella pasa revista al hedonismo tradicional señalando tanto sus aspectos positivos como los negativos. En cuanto a los primeros indica Marcuse que aparece el placer como un elemento necesario, como un componente esencial de lo que debe ser la liberación humana y que consiste en el disfrute como un correlato que acompaña al trabajo liberado. En lo que atañe a los elementos negativos dice Marcuse que el hedonismo olvidó la dimensión social de todo proceso de liberación, la dimensión colectiva y recluyó esta liberación en el ámbito individual y subjetivo, por lo que evitó los aspectos objetivos que todo proceso de liberación tiene.

     Por otra parte, también en esta obra se esboza lo que será la crítica de la represión sexual, que por su parte será el tema central de Eros y civilización. En este sentido, advierte que si las masas llegaran a la conciencia de la necesidad de quitar los frenos al eros  el principio burgués del trabajo entraría en crisis dado que la libertad del placer es más fuerte que éste prejucio burgués. Como una consecuencia de ello, se hace posible hablar de un potencial revolucionario implícito en la sexualidad.[75] Es, como es conocido, el anális marcusiano del erotismo una constante en su obra. Pero antes de continuar con él expondremos otros desarrollos de sus obras que preceden a los anteriores y que, en cierto sentido, los fundamentan.

     Efectivamente, Marcuse antes de otras cosas, se aplica al estudio de Hegel en su obra Reason and Revolution de 1941. Aquí, frente a las interpretaciones que hacen de Hegel un pensador totalitario, el pensador de la Escuela está convencido de la fecundidad revolucionaria de la obra de este filósofo, por ejemplo, en lo que se refiera a su método. Así sus afirmaciones referentes a que lo real se hace racional no conllevan necesariamente un pensamiento conservador, que significan claramente la necesidad de que la realidad debe ajustarse a la razón. Por ello, el hegelianismo lleva consigo la aspiración a la libertad y a la vida auténtica. De este modo: “la idea hegeliana de la razón ha conservado, aunque bajo una forma idealista, los esfuerzos materiales por una vida libre y racional”[76]. Por ello, en Hegel no estaría la necesidad de acomodación a los valores dominantes, sino que, entroncando con la Teoría Crítica que subraya la crítica del presente, intentaría un cambio de aquéllos. Así según Hegel en la Revolución Francesa: “El hombre se ha propuesto organizar la realidad de acuerdo con las exigencias de su libre pensamiento racional, en lugar de acomodar simplemente su pensamiento al orden existente y a los valores dominantes”[77]. Así pues, de ello se concluye que el ser humano es capaz de someter la realidad a la razón, haciendo ésta de contrapeso crítico del estado de cosas existente. Así: “El hombre es un ser pensante. Su razón lo capacita para reconocer sus propias potencialidades y las de su mundo. No está, pues, a merced de los hechos que le rodean, sin que es capaz  de someterlos a normas más altas, las de la razón”[78].

     Como una consecuencia de lo expuesto, se ve que el concepto hegeliano de razón no es conformista sino que tiene unas señas de identidad claramente críticas y por ello no se adecua mansamente a lo real. Es decir: “De este modo el concepto de razón en Hegel tiene un claro carácter crítico y polémico. Se opone a toda aceptación del estado de cosas dado”[79]. Tiene ello como resultado  que lo real tiene como necesidad suya el ajustarse a lo racional que lo determina en lo que debe llegar a ser, en lo que ha de ser. De esta manera. “Mientras hay una separación entre lo real y lo potencial, es necesario actuar sobre lo real y modificarlo hasta conformarlo con la razón”[80].

     Pero Hegel no llega a resolver prácticamente los problemas históricos del hombre, por lo que su sistema plantea la necesidad del paso a la crítica política y esto es lo se encuentra realizado en Marx. Por ello, en la parte de la obra dedicada a Marx nos dice. “en el sistema hegeliano todas las categorías culminan en el orden existente, mientras que en Marx se refieren a la negación de este orden. La teoría de Marx es una ‘crítica’ en el sentido de que todos los conceptos son una denuncia de la totalidad del orden existente”[81]. En definitiva, Marx  se encuentra orientado al futuro, al comunismo, mientras que Hegel está atado al presente.

     Así pues, es en la segunda parte de la obra, que titula “El surgimiento de la teoría social”, donde expone su concepción del pensamiento de Marx y las teorías de este: el trabajo alienado, la abolición del trabajo, el análisis del proceso de trabajo y la dialéctica. En ella dibuja un Marx que no solamente estudia las estructuras económicas, sino que también trata de la transformación del hombre en el comunismo venidero. En este sentido, no puede Marcuse entender a su maestro, siguiendo la estela de su primera obra sobre el hedonismo, sin acudir al concepto de felicidad- que es tan importante en su interpretación del marxismo-  en tanto  que entiende que el proceso de liberación en Marx lleva con él la búsqueda de dicha felicidad. Asó afirma. “la idea de felicidad se enraíza firmemente en la exigencia de un orden social que acabe con la estructura clasista de la sociedad”[82].

     En este sentido, se entiende que la idea de felicidad pone de manifiesto lo mejor del sistema de Marx y trabaja  contra la cultura tradicional,  la cultura del trabajo. Así: “La exigencia de que los individuos libres alcancen la satisfacción milita contra la construcción de toda la cultura tradicional. En consecuencia, la teoría marxista rechazaba aún las ideas más avanzadas del esquema hegeliano. La categoría de felicidad ponía de manifiesto el contenido positivo del materialismo”[83]. Como se ve, Marcuse entiende que mediante el concepto de felicidad queda mejor explicada la teoría marxista, aunque nos quepa decir que no entra en las consideraciones originales de Marx. No obstante, quizá pueda decirse a favor de Marcuse que la idea puede ser entendida como un concepto inconsciente o, ejercido y no representado por el creador del materialismo histórico.

     Siguiendo con un orden de cosas parecido, aunque con otra obra en Eros y civilización se encuentra el intento de armonizar psicoanálisis y marxismo, según las esencias más puras de la escuela que tuvo sus orígenes en los años 30 del siglo pasado. En efecto, aquí se emplea la Psicología como auxiliar de la Sociología y de la Filosofía y, en general de la Teoría Crítica. Con este objetivo Marcuse interpreta a Freud entendiéndolo más como filósofo que como psicólogo y las categorías psicológicas del psicoanálisis son puestas junto a la Sociología y la Filosofia. De esta manera, con los conceptos básicos del psicoanálisis se emprende una crítica contundente de la civilización occidental, tema caro a toda la escuela, que intenta alcanzar las capas más profundas de la crítica filosófica y cultural.

     Para ello parte Marcuse de la tesis freudiana de que la civilización reprime el principio del placer y que es gracias a esta represión como se ha podido establecer. Ello implica que sobre la base de esta represión está el sometimiento de la cultura al principio de realidad, el cual reprime los instintos básicos del hombre. “La sustitución del principio del placer por el principio de realidad es el gran suceso traumático en el desarrollo del hombre – en el desarrollo de género (filogénesis) tanto como en el individuo (ontogénesis)”[84]. Se ve que la afirmación está puramente en el pensamiento del psicólogo de Freiberg.

     Pero Herbert Marcuse sostiene que la represión del principio del placer por el principio de realidad no es consustancial al ser humano sino específicamente de un determinado tipo de civilización. Así hace observar, refiriéndose a Freud e iniciando la crítica: “Esta concepción es tan vieja como la civilización y ha proporcionado siempre la más efectiva racionalización para la represión. En gran parte la teoría de Freud parte de esta racionalización: Freud considera  ‘eterna’ la ‘primordial lucha por la existencia’ y, por tanto, cree que el principio del placer y el principio de realidad son ‘eternamente’ antagónicos. La idea de que una civilización no represiva es imposible es una piedra central de la teoría freudiana”[85].

      Es precisamente esta última tesis la que contradecirá Marcuse de Freud, dibujando la posibilidad de una civilización en que, aún dentro de las limitaciones necesarias del principio del placer, éste no contenga la sobrerepresión que tiene en la civilización occidental y por ello pueda manifestarse con libertad, y esto en la medida en que los presupuestos se encuentran dados en nuestra civilización. Este es el optimismo que mantiene Marcuse y  como consecuencia, defiende que es posible una existencia humana sexualmente liberada, en la que predomine, no el trabajo, sino la libertad y la creatividad. Consiguientemente afirma: “La imagen de una cultura no represiva…aspira a una nueva relación entre los instintos y la razón. La moral civilizada es invertida armonizando la libertad instintiva y el orden: liberados de la tiranía de la razón represiva, los instintos tienden hacia relaciones existenciales libres y duraderas: generan un nuevo principio de realidad”[86].

    Como consecuencia puede aseverarse que la aparición de un nuevo principio de realidad va más allá de nuestra civilización, en cierta manera en un regreso que busca lo ancestral en el hombre y ello de tal manera que: “Esta regresión sería tanto psíquica como social: reactivaría estados anteriores de la líbido…y disolvería las instituciones de la sociedad en las que existe el ego de la realidad”[87]. Se delinea así una nueva psicología social, que conlleva una sociedad no represiva, movida por otros resortes, muy diferentes a los de nuestra cultura en la que el principio del placer se encuentra completamente sometido.

     Por otro lado, en su obra El hombre unidimensional   también emprende  Marcuse la crítica de la sociedad contemporánea, un tema que, como sabemos, es característica de toda la Escuela de Frankfurt en la medida que es una constante de todos sus miembros la crítica de la sociedad capitalista. En esta crítica ponen de relieve algunas de sus graves faltas, aunque en gran medida el esfuerzo resultó baldío, pues el capitalismo no solamente no ha retrocedido sino que ha absorbido a sus antagonistas.

     En el desarrollo de esta crítica defiende el pensador de la Escuela que el dominio de la sociedad sobre el individuo en el capitalismo es mayor de lo que ha sido en cualquier sociedad anterior, aunque el capitalismo utilice la tecnología en lugar del terror para ejercer esta dominación. Con estas formas nuevas lo que consigue es que la oposición al sistema queda anulada. Nos indica: “El progreso técnico, entendido hasta ser todo un sistema de dominación y coordinación, crea formas de vida (y de poder) que parecen reconciliar las fuerzas que se oponen al sistema y derrotar o refutar toda protesta en nombre de los prospectos históricos de liberación del esfuerzo y la dominación”[88].

      Como una consecuencia de ello, es apropiado usar el término de totalitaria para calificar a la sociedad industrial avanzada. Ello porque “el aparato productivo tiende a hacerse totalitario en el grado en que determina no sólo las ocupaciones, aptitudes y actitudes socialmente necesarias, sino también las necesidades y aspiraciones individuales”[89]. Así, nos cabe decir que la sociedad capitalista es totalitaria en tanto en que organiza el conjunto de los repertorios de la conducta de los individuos que forman parte de ella.

     Por otra parte, es también característico de la sociedad industrial el hecho de que uniformiza a los individuos, que introyectan el discurso de necesidades y de ideas que permiten la dominación de las elites. Esta dominación se realiza a través del poder omnímodo de los medios de comunicación de tal manera que el individuo es afectado en su totalidad haciéndose individuo mimético, Así lo muestra: “Hoy en día este espacio privado, ha sido invadido y cercenado por la realidad tecnológica. La producción y la distribución en masa reclaman al individuo en su totalidad y ya hace mucho que la psicología industrial ha dejado de reducirse a la fábrica. Los múltiples procesos de introyección parecen haberse cosificado en reacciones casi mecánicas. El resultado es, no la adaptación sino la mimesis, una inmediata identificación del individuo con su sociedad y, a través de ésta, con la sociedad como un todo”[90]. Como puede verse, en este nuevo capitalismo no es tan necesaria la represión directa, pues cuenta con la adhesión de las masas a través de la ideología que palpita en los medios de comunicación.

     Como resultado de ello, las libertades formales han perdido contenido y sustancia, puesto que tanto en los Estados Unidos como en la Unión Soviética se da una estructura de poder totalitaria que se concreta en una manera de vivir y de pensar impuesta a los ciudadanos. Por ello, observa lo siguiente: “Los fabricantes de la política y sus suministradores de información masiva promueven sistemáticamente el pensamiento unidimensional. Su universo de razonamiento está poblado de hipótesis que se validan a sí mismas y que, repetidas incesante y monopolísticamente se tornan en definiciones o dictados hipnóticos[91]. Se ve, pues, que la propaganda ideológica tanto del Este como del Oeste, a la que se refiere más concretamente[92], se basta para formar un determinado tipo de hombre y fortalecer el sistema social.

     Todo ello tiene como consecuencia que la conciencia de los individuos de las sociedades capitalistas tiendan a convertirse en conciencias felices en tanto que piensan que en sus sociedades lo racional es lo que realmente existe y que no tienen en cuenta la diferencia entre lo que existe y lo que debería existir. Por ello ni se imagina  sistemas de existencia distintos al suyo.

     Como resultado de ello, el panorama no es positivo porque, al final del libro, reconoce que el pensamiento negativo no tiene alternativas que levantar, aunque siga siendo leal a los desheredados de la tierra a través del Gran Rechazo. Por ello dice: “La teoría crítica de la sociedad no posee conceptos que puedan tender un puente sobre el abismo entre el pasado y su futuro: sin sostener ninguna promesa, ni tener ningún éxito, permanece siendo negativa. Así quiere permanecer leal a aquellos que, sin esperanza, han dado y dan su vida al Gran Rechazo”[93]. Por ello, puede afirmarse que aquí se conservan las constantes del pensamiento de la escuela en la medida en que la teoría se manifesta puramente como crítica sin que pueda alzar, a diferencia de Marx, alternativas claras y positivas.

     Pero no por que la posibilidad de cambio sea inexistente deja Marcuse de escribir sobre la existencia de nuevos sujetos revolucionarios, que existen más allá del conservadurismo general de la sociedad. Así: “bajo la base popular conservadora se encuentra el sustrato de los proscritos y los ‘extraños’, los explotados y perseguidos de otras razas y de otros colores, los desempleados y los que no pueden ser empleados. Ellos existen fuera del proceso democrático; su vida es la necesidad más inmediata y la más real para poner fin a las instituciones y condiciones intolerables. Así su oposición es revolucionaria incluso si su conciencia no lo es”[94]. Como se comprende, el sujeto revolucionario es muy distinto del marxista, pues es sabido que el único sujeto capaz de hacer y de dirigir la revolución es en Marx la clase obrera.

     Pero tampoco puede decirse que la posición de Marcuse despliegue el optimismo y la fe de Marx en la inevitabilidad de la revolución puesto que: “Las capacidades económicas y técnicas de las sociedades establecidas son suficientemente vastas para permitir ajustes y concesiones a las partes y las fuerzas armadas están suficientemente entrenadas y equipadas para ocuparse de las situaciones de emergencia”[95]. Es decir, el sistema tiene una gran adaptabilidad y medios para defenderse en último caso.

    Así pues, la fe en el futuro escasea, pues aunque reconozca posibilidades de cambio tampoco éste está asegurado, por lo que apunta otra vez aquí el tema de la negatividad. En efecto, el pensamiento más lúcido puede criticar o estimular el Gran Rechazo, pero lo que parece difícil es que todo ello se precipite en una sociedad alternativa a aquella que moldea el hombre unidimensional.

 

3. EL MARXISMO RUSO

 

     Vamos  a exponer aquí lo principal de la corriente del marxismo que tuvo mayor influencia en el mundo del pensamiento y en el mundo de las ideologías políticas, pues no en vano en Rusia el pensamiento de Karl Marx logró concretarse en régimen político de uno de los países más poderosos de la tierra. Esta corriente arranca con Plejánov y tiene sus principales exponentes en las abundantes obras de Lenin y en alguna de las  de Stalin, que dejó mucho menos escrito, aunque de hecho dictó lo que habrían de ser el pensamiento y la ciencia de todos los países del llamado socialismo real.

 

 Plejánov

 

         Como es sabido, el padre del marxismo ruso fue Plejánov. En efecto, su obra En defensa del materialismo le convirtió en la autoridad del marxismo en Rusia en su época. Según Kolakowski, Plejanov entiende que el discurso histórico de Marx  “se basa en la premisa de que ‘en última instancia’, todos los cambios históricos se deben al desarrollo de los instrumentos, de la capacidad de hacer que determina el carácter de la especie humana y el vínculo social de cooperación”[96]. Es decir: el grado de desarrollo de las fuerzas productivas determina el nivel intelectual de la sociedad y además a un grado determinado de desarrollo de las fuerzas productivas le corresponden unas determinadas relaciones de producción, lo cual determina las instituciones políticas, la psicología y las ideologías[97]. Así en Plejánov las condiciones económicas son “la fuente de las creaciones ideológicas, incluida la ciencia, la filosofía y el arte”[98].

     En este sentido, contradiciendo por ejemplo lo que luego diría Bergson, también explica Plejánov que la historia no se explica por el papel de los genios, sino por el papel que en ella juega la sociedad y la economía. De este modo refiriéndose al papel de la personalidad en la historia señala. “Die persönlichen  Besonderheiten der führenden Personen bestimmen das individuelle Gepräge der historische Ereignisse, und das Element des Zufälligen in dem von uns gennanten Sinne spielt skets genisse Rolle Im Verlauf dieser Ereignisse deren Richtung in letzer Instanz bestimmmt wird durch die sogennanten allgemeinen Ursachen, d. h., in wirklichkeit durch die Entwicklung  der Produktive Kräfte und die gegenseitigen Beziehungen der Menschen im gesellschaftlich- ökonomischen Prozess der Produktion”[99].

     De todos modos, expresa Kolakowski que la interpretación del marxismo de Plejánov no deja de reconocer las influencias entre los diferentes ámbitos de la sociedad y las relaciones complejas que se producen entre la infraestructura y la superestructura, afirmando la reacción de ésta sobre aquélla. Así escribe, refiriéndose a Plejánov: “Sin embargo, hay siempre una influencia recíproca: las instituciones políticas afectan a la vida económica; la economía y la psicología de una sociedad son dos aspectos de un mismo proceso…”[100]. Es decir, que según la interpretación de Plejánov, el marxismo construye la teoría teniendo en cuenta la abundancia de relaciones entre los diferentes ámbitos de la economía, la sociedad, las ideologías etc.

     Por nuestra parte no queremos dejar de criticar esta posición de Plejánov pues según creemos, aunque puedan reconocerse en Marx relaciones de reacción de la superestructura sobre la infraestructura material, no por ello hay que olvidar que la primacía ontológica, de la relación y de los cambios se encuentra en la base material, económica y es en ella en donde reposa lo fundamental del análisis de Marx y Engels.

     Por otra parte, defiende Plejánov que el marxismo es un cuerpo de doctrina completo  porque engloba en su campo tanto una filosofía social e histórica como una epistemología y una metafísica. Por ello entiende el autor ruso que el marxismo es una filosofía completa, un sistema filosófico que totaliza racionalmente el conjunto de la realidad. De esta manera, el materialismo histórico se completa con el materialismo dialéctico (parece que fue él quien utilizó por primera vez este último término) y no puede ser separado de él.

     En este sentido, es indispensable entender que la manera de Plejánov de entender el marxismo la heredaría Lenin de él. Por ello pasó a formar parte de la ideología del estado comunista, siendo el principal adalid de ella Stalin.

     Así pues, la filosofía de Plejánov consiste en una expresión exagerada de las tesis expuestas por Engels. En efecto, según el marxista ruso el materialismo marxista se basa en que el ser o la materia se basta a sí mismo y en que el pensamiento es un producto de la materia.

     De manera similar, toma en cuenta otras afirmaciones de Engels que, como hemos estudiado, defienden que la dialéctica es consustancial al mundo y que es una teoría de su desarrollo, por ejemplo en el caso de la transformación de la cantidad en calidad.

    En conclusión, Plejánov niega que haya distinciones importantes entre el estudio de la naturaleza y de la sociedad, pues, siguiendo a Engels, las formas de pensamiento de la historia resultan de una aplicación del método del materialismo dialéctico; por ello se conciben el campo de la naturaleza y el campo de lo social como partes de un mismo todo que es indivisible[101].

 

Lenin

     Como se sabe, Lenin continúa la línea iniciada por Plejánov de identificar como una sola doctrina el materialismo histórico y el dialéctico. Con ello se entiende como una única teoría, como una realidad indivisible el conjunto del pensamiento de Marx y Engels. Por ello, defenderá el materialismo dialéctico en la polémica con los empiriocriticistas en su obra Empiriocriticismo y materialismo.

      En esta obra plantea Lenin que no pueden existir posiciones intermedias entre el materialismo y el idealismo, categorizados con anterioridad a él por Engels. En este sentido, cree necesario tomar partido, porque las posiciones teóricas no son indiferentes para la lucha del proletariado, debido a que toda filosofía tiene unas implicaciones claras en la lucha de clases. En este caso el empiriocriticismo es calificado de idealista y por ello desechado como opuesto a los intereses de la clase proletaria y como defensor de los intereses de las clases y castas que son contrarias a la clase obrera.

      Al idealismo Lenin opone la filosofía del proletariado, es decir, el materialismo dialéctico, una de cuyas partes fundamentales es la teoría del reflejo, según la cual las sensaciones, los conceptos y, en general,  todos los aspectos del conocimiento humano son el reflejo que produce en nuestra mente el mundo material, las cualidades reales del  mundo material. Así afirma: “La materia es una categoría filosófica que denota la realidad objetiva que proporcionan al hombre sus sentidos y que está copiada, reflejada y fotografiada por nuestras sensaciones aún existiendo independientemente de éstas”.[102]

     De esta manera, como parte central de la teoría del reflejo está la aceptación de la idea tradicional de verdad en cuanto se entiende ésta como adecuación de la mente a la realidad. Así dice Lenin: “Unsere empfindungen für Abbilder der aussenwelt halten, die objektive Wahrheit anerkennen, auf dem Standpunkt der materialistischen Erkenntnistheorie stehen, das ist ein und dasselbe”.[103] Por ello más adelante dice:”Die Emfindung offenbart dem Menschen die objektive Wahrheit”[104] Como se ve Lenin está más allá o más acá de Kant, porque de toda la actividad cognitiva podemos predicar su verdad o falsedad con independencia del sujeto, y aunque ninguna verdad se compruebe definitivamente. En este sentido, nuestro conocimiento va conectado con el discurrir de la historia y es útil en la medida en que es verdadero con lo que también hay que descartar el pragmatismo.

     En definitiva, Materialismo y empiriocriticismo es una defensa de la filosofía de Engels, esto es, del llamado materialismo dialéctico y con la obra de Stalin Materialismo histórico y dialéctico de 1938 dio lugar a la tradición de la ortodoxia del marxismo, el llamado marxismo-leninismo.[105]

     Pero la concepción leninista, que muestra el materialismo histórico como un caso del materialismo dialéctico, más general, no se expresa solamente en la obra citada. Así, de manera más general, se considera como materialista la explicación de la conciencia a partir del ser y se entiende que la aplicación de esta tesis a la vida social constituye la concepción materialista de la historia. “Si, d’une manière genérale, le matérialisme explique la consciente par l’être et non inversement, il exigeait, appliqué à la vie sociale de l’humanité, qu’on explquât la consciente sociale par l’être social”[106] ”. Por ello la concepción materialista de la historia, como ya sabemos, explica la superestructura por la infraestructura, las ideas por la realidad económica y, en última instancia, por el desarrollo de las fuerzas productivas: “le marxismo fraye le chemin à l’etude vaste et universelle du processus de la naissence, du devéloppment et du déclin des formations economique de la sociêté en examinant l’ensemble des tendentes contradictories, en les ramenants aux conditions d’existence et de production…en révellant l’origene de toutes les idées et de toutes les tendentes diferentes, sans exception, dans l’état des forces productives matérielles”.[107]

     En otro aspecto, según el revolucionario ruso, la historia se revela en Marx, como una historia de la lucha de clases, de tal manera que ésta es su mismo hilo conductor, porque, por ejemplo, las mismas aspiraciones nacen de los niveles concretos del desarrollo de la lucha de clases. Así: “le marxismo a donnée le fil conducteur qui…permete de découvrir¿ l’existence de lois: la théorie de la lutte de classe”  por lo que, como hemos dicho arriba: “les aspirations contradictoires naissent de la différence de sutuation et de conditions de vie des classes en lesquelles se décompose toute societé”[108].

     Por otro lado, en lo que se refiere a la interpretación de la concepción del socialismo  de Marx, asegura Lenin que lo que Marx dice es que se alcanzará como consecuencia del desarrollo de las leyes económicas de la sociedad y que tiene al proletariado como ejecutor intelectual y moral de dicha transformación. Por ello escribe el dirigente del partido bolchevique lo siguiente en lo que se refiere a nuestra primera afirmación. “Marx conclut à la transformation inévitable de la societé en societé socialiste, en s’inspirant entièrement, exclusivement, de lois economiques du moouvement de la societé moderne”[109]; y lo que sigue con respecto a la segunda: “Le motear intellectuelle et moral, l’agent physique de cette transformation, c’est le prolètariat eduqué par le capitalisme…”[110]. Se ve pues que Lenin sigue la estela de Marx en la consideración de que el proletariado será la clase que hará la revolución y transformará el capitalismo en comunismo.

    Por su parte, la lucha del proletariado es una lucha por el poder político, por su conquista y cambia la propiedad de los medios de producción convirtiéndolos en propiedad social. Consiguientemente. “La socialisation de la production ne peut manquer  d’aboutir à la transformation des moyens de production en propiété social”. De otra manera. “La lutte contre la bourgeoise…devient inévitablement une lutte politique tendant à la conquête du pouvoir politique par le prolétariat (“dictadura du prolétariat)”[111]. Por ello, puede asegurarse que Lenin reivindica la más pura ortodoxia marxista con el concepto político de dictadura del proletariado, tan importante para su maestro.

     Posteriormente, en este mismo escrito, trata el político ruso acerca de lo que significará el nuevo modelo de sociedad en cuanto a las medidas que adoptará: el aumento del rendimiento del trabajo, la unidad de la industria con la agricultura, la coordinación del trabajo colectivo, etc[112]. Por lo demás sigue Lenin a su otro maestro, Engels, en cuanto al concepto de estado, expuesto en El origen de la familia, la propiedad privada y el estado en la medida en que Engels sostiene, como Marx, que el estado es un instrumento para defender los intereses de las clases dominantes, de las clases que se hacen con el poder.

     Stalin

     No obstante, la codificación del marxismo del marxismo se produce cierto tiempo después de la revolución rusa con la obra de Stalin de 1938 Materialismo histórico y dialéctico, que dio lugar a la tradición ortodoxa del llamado marxismo-leninismo.

     En esta obra el materialismo dialéctico es considerado como la cosmovisión del partido marxista-leninista y se define como dialéctico precisamente porque el método de estudio  de los fenómenos naturales así lo es y materialista porque la concepción de ellos es de ese modo. En efecto: “Dialectical materialism is the world outlook of the Marxist-Leninist party. It is called materialism because its approach to the phenomena of nature, its method of studying and apprehending them, is dialectical, while its interpretation of the phenomena of nature, its conception of these phenomena, its theory, is materialistic”[113]. Así pues, se ve que los aspectos filosóficos más fundamentales están cubiertos por la ontología del materialismo dialéctico, que opera así como perspectiva más general.

     Por ello, no es sorprendente que se conciba el materialismo histórico como una derivación de la teoría más general del materialismo dialéctico. Es decir, se entiende el materialismo histórico como una aplicación del dialéctico al estudio de la sociedad y sus fenómenos. Por consiguiente, señala Stalin: “Historical materialism is the extensión of the principles of dialectical materialism to the study of social life…”[114]

     Pero el método dialéctico es concretado por Stalin con más detenimiento y así distingue cuatro leyes las cuales son las que a continuación ofrecemos: la primera que todos los fenómenos están relacionados y que como consecuencia el universo tiene que ser estudiado como una totalidad; la segunda, que todo en el mundo natural está sujeto a cambio; la tercera nos dice que  los cambios cualitativos derivan de los cuantitativos y, por último, la cuarta de ellas asevera que todos los fenómenos de la naturaleza experimentan contradicciones internas por lo que el desarrollo natural es la manifestación del desenvolvimiento de estas contradicciones[115]. Como se puede observar, Stalin sigue las tesis engelsianas en lo que se refiere a la Filosofía de la Naturaleza, aunque haya suprimido la ley de la negación de la negación.

     También, en lo que se refiere a la interpretación materialista de la naturaleza, ofrece Stalin los principios que le corresponden. Estos son: en primer lugar, la afirmación de que el mundo es material; en segundo, que todos los fenómenos naturales son formas de materia y el tercero que el mundo puede ser conocido[116]. Así que, como se ve, se concilia la Ontología materialista con una Epistemología que no tiene en cuenta el planteamiento crítico, que aparece con Kant.

      Por otra parte, como según se desprende de lo que hemos apuntado más arriba, el materialismo histórico aparece como una derivación de la aplicación de los principios del dialéctico. Con respecto a ello. “It is easy to understand how immensely important is the extensión of the principles of philosophical materialism to the study of social life, of the history of society, and how immensely important is the application of these principles to the history of society…”[117]

     En este orden de cosas en su concepto del materialismo histórico destaca la repetición de la conocida fórmula marxista de la relación entre infraestructura y superestructura, de paso que se establece un claro paralelismo con los conceptos centrales del materialismo dialéctico, en cuanto que el mundo material es un hecho independiente de la conciencia: “if the material World represents objective reality existing independently of the conciousness of men, while conciousness is a reflection of gris objective reality, it follows that the material life of society, its being, is also primary, and its spiritual life secondary, derivative, and that material life of society is an objective reality existing independently of the will of men”[118]. Así pues, las teorías, las ideas, las instituciones políticas mismas o la vida espiritual de la sociedad son un reflejo de la realidad material, objetiva. Como consecuencia los diferentes períodos históricos tienen diferentes tipos de representaciones[119].

     A propósito de la periodización de la historia, distingue el dictador ruso cinco modos de producción: el comunismo primitivo, el esclavista, el feudal, el capitalista y el socialista y, en este sentido, el desarrollo de la historia es para Stalin la historia del desarrollo de la producción: “This means that the history of development of society is above all the history of the development of production, the history of the mode de production which succeed each other…”[120] Como se ve, sigue de cerca los conceptos y la división marxista de la historia en tanto que manifestación del modo de producción.

     En lo que respecta al socialismo, éste se logra porque las contradicciones del capitalismo así lo determinan, pues éste lleva en sí la revolución que conduce al nuevo modo de producción, el cual según el autor, se habría realizado en la nueva U.R.S.S. y habría reconciliado las contradicciones[121]. Por otra parte, la transición al socialismo se hace no por medios pacíficos sino por medio de la revolución: “such a transition usually takes place by jeans of the revolutionary overthrow of the old relations and the establishment of the new relations of production”[122]. Por tanto, todavía deberían pasar años hasta que el marxismo ortodoxo hable de la necesidad de la transición pacífica al socialismo.

     En cuanto a la relación entre la infraestructura y la superestructura, tampoco en Stalin puede decirse que tenga una única dirección, pues también se reconoce que la superestructura tiene su papel en el cambio histórico, de tal manera que las nuevas ideas y las nuevas instituciones políticas reaccionan sobre la infraestructura de las relaciones de producción y juegan su papel en las transformaciones sociales históricas. “After the new productive forces have matured the existing relations of production and their upholders –the ruling classes- become that ‘insuperable’ obstacle which can only be removed by the concious action of the new classes, by the forcible acts of these clases, by revolution. Here there stands out in bold relief the tremendous role of the new social ideas, of the new political institutions, of a new political power, whose mission it is to abolish by force the old relations of production”[123]. Por consiguiente, puede decirse que, en términos muy concretos, Stalin repite los esquemas de Marx muy fielmente.

     En conclusión, puede asegurarse que en lo esencial este fue el canon del marxismo ortodoxo, que fue repetido indefinidamente en la filosofía oficial de la antigua Unión Soviética y después también en los países que después de la segunda Guerra Mundial se hicieron comunistas en el Este de Europa. De este modo, todos los lugares comunes del marxismo fueron una y otra vez repetidos en manuales y libros editados en todo el mundo comunista. Así, por ejemplo, la intelección del marxismo como un todo en el que está presente tanto el materialismo histórico como el dialéctico puede verse claramente en la muestra siguiente: “Marx und Engels unterzogen die mechanischen und metaphisiches Begrenizheiten dieses Materialismos einer Gründliche Kritik.Indem sie sich auf die naturwissenchaften Entdeckungen in der Mitte des 19. Jahrhunderts stützen, arbeiten sie die dialektisch-materialistiche Lehre von The Materia und ihren Bewegungsgesetzen aus. Diese Lehre hatte fundamentale Bedeutung Für die Schaffung eines qualitative neues Weltbildes”[124]. Como se ve aquí se concibe el materialismo dialéctico como resultado de la crítica del materialismo anterior y se entiende ello como una filosofía general que da lugar a una nueva forma de representación del mundo, del conjunto de lo real.

     Y en este mismo orden de cosas se comprende la ciencia de la sociedad como una determinación del materialismo, en el mismo sentido que hemos estudiado en Stalin como parte del desarrollo general de la materia. Por tanto, también aquí se entiende el materialismo histórico como una derivación o concreción del materialismo dialéctico. De esta forma: “Die menschliche Gessellchaft ist eine Existenz-form der Materia, und zwar ihrem Wesenn ihrer Sturktur nach die komplizierste Form. Sie ist ein spezifischer, qualitative teil der Materie…”[125].

     Concluyendo con el marxismo ruso, tenemos que decir que su interpretación del materialismo histórico es correcta porque responde a los planteamientos marxistas, pero presenta el gran error de incluir el materialismo histórico como parte del materialismo dialéctico y de presentar los dos como unidos y como partes de una única doctrina. En efecto, el marxismo no se construyó nunca como materialismo dialéctico, siendo éste una creación de Engels.

 

 

    

 

 

 

 

 

    

 

 

 

    



[1] Véase N. Abbagnano- G. Fornero Historia de la Filosofía. V. IV  p.5.

[2] Max Adler, citado por Abbagano -Fornero , op. cit. p. 6. ( No dan referencia de la obra de donde viene la cita).

 [3] Labriola ,In memoria del Manifesto dei Comunisti, en Scritti filosofici e politice V. II, p.497. Turín 1976, a cargo de F. Starberi..  Citado por Abbagnano-Fornero op. cit., p. 14

[4] Véase Abbagnno op. cit., p. 15

[5] Véase Ibídem.

[6] Véase Abbagnano p. 15-6

[7]R. Mondolfo, Umanismo di Marx, Turín, 1968  p. 314.  Cit. por  Abbagnano- Fornero,  op. cit., p.27

[8] Op. cit., p. 244. Cit. por Abbagnano-Fornero  op., cit.,p.29.

[9]  N. Bobbio Introduzione a R. Mondolfo, Umanismo di Marx, Turín 1968 p. XVI. Cit. por Abbagano- Fornero, op. cit., p. 29

[10] Gramsci Quaderni del carcere  ed. crítica , Turín,1975 v. II, c.7. p. 881. Citado por Abbagnano- Fornero  op. cit., p. 33.

[11] Gramsci Lettere dall carcere, cit. p.323. Citado por Abbagnano-Fornero  op. cit., p.33-4

[12] Véase Quaderni vol. II, c. 10. p.1224. Cit. por Abbagnano- Fornero op. cit., p.39.

[13] Quaderni v. III, c. 19, págs. 2010-11. Cit. por Abbagnano p. 40.

[14] Véase La lucha de clases en Francia  págs

[15] Véase El manifiesto comunista págs.

[16] Luckacs Historia y conciencia de clase,Milán 1967 p.35. Cit. por Abbagnano, p. 55

[17] Lúckacs Op. cit., p.6 nota 7. Cit. por Abbagnano- Fornero, op. cit., p.56

[18] Véase Abbagnano- Fornero, Historia de la filosofía,IV ,p. 57.

[19] Citado por Abbagnano- Fornero op.cit., p. 58.

[20] Luckács El asalto a la razón. Ediciones Grijalbo, 1976.

[21] Op. cit., p. 3.

[22] Ibídem  p. 3.

[23] Ibídem p. 5

[24] Ibídem  p. 6.

[25] Véase op. cit., págs 249-324.

[26] En este sentido por ejemplo la obra de De Yurre  El marxismo

[27] La  concepción materialística de la historia; traducción italiana como apéndice de Marxismo e Filosofía.  Cit, por Abbagnano- Fornero en Historia de la Fiosofía, IV, p.72.

[28] Op. cit., p. 94. Cit. por Abbagnano- Fornero op. cit., p.73.

[29] Op. cit. p.77. Cit. por Abbagnano- Fornero, op. cit.,p. 77

[30] Ibídem p.83. Cit. por Abbagnano- Fornero op. cit.,  p.78

[31] Ibídem p. 83

[32] Ibídem

[33] A. De la Pienda Paraísos y utopías. Ediciones Paraíso, Oviedo, 1996.

[34]  E. Bloch Das Prinzip Hoffnung I, p.88, Berlín 1954. Citado por Predrag Vranicki Historia del marxismo,II, p.268

[35] E. Bloch, Das Prinzip Hoffnung, I, p.217, Citado por Predag Vranicki, Historia del marxismo, II,  p.268.

[36] Ibídem, p.287. Citado por Vranicki ibídem  p.269

[37] Bloch, Tübinger Einleitung in die PhilosoPhie. Frankfurt a. M., 1963, p. 202-3. Citado por Vranicki op. cit.,  p.274.

[38] E. Bloch L´athéisme dans le christianisme, Poitiers1978, p.16. Editions Gallimard

[39]  Para esto véase Abbagnano- Fornero op. cit.,  p.101.

[40] L Kolakowski Von der richtichkeit der Maxime “Der zweck heiligt die Mittel” en Der mensch ohne alterntive, München, 1967, p. 205. Citado por Predrag Vranicki en Historia del marxismo,II,  p.204

[41] Para lo referente a Kolakowski véase P. Vranicki op. cit., págs 200- 5.

[42] Para todo esto véase Abbagnano-Fornero Historia de la Filosofía,IV, t.II, págs. 126-32

[43] Kritische Theorie gestern und heute; conferencia veneciana de 1969; editada en La societá de transicione,  p171. Citado por Nicolás Abbagmano- Giovanni Fornero en Historia de la Filosofía v. IV t. I, p.135, ed. Hora. Barcelona, 1996.

[44] Max Horkehimer Teoría crítica, Buenos Aires, 1974  p. 287-98.

[45] Ibídem p. 286

[46]Ibídem

[47] Traducción italiana en Cultura e societá, Turín,1969 cit., p 95. Citado por Abbagnano- Fornero op. cit.,p. 134

[48] Herbert Marcase Razón y revolución p.16. Editorial Altaya,  Barcelona, 1998

[49] Véase nuestro apartado las contradicciones del capitalismo.

[50] Véase nuestro capítulo sobre el comunismo.

[51] Z f s Jahrgang I,1932 págs. I-II. Citado por Abbagnano- Fornero Historia de la filosofía v.IV , t. I, p.132-3

[52] Horkheimer Teoría crítica. Amorrortu editores, Buenos Aires, 1974  p. 32.

[53] Max Horkheimer y Theodor Adorno, Dialéctica del Iluminismo, 1969. Editorial Sur, Buenos Aires, p.15

[54] Ibídem  p.19

[55] Ibídem p.21

[56] Véase op. cit.,págs. 60 a 102

[57] Ibídem p.139

[58] M. Horkheimer- T. Adorno  Dialéctica del iluminismo p. 22.

[59] M. Horkheimer Eclipse de la razón, 1947, p. 15. Citado por N. Abbagnano- G. Fornero op. cit., p.141

[60] Véase op. cit., p. 141 a 143.

[61] Para esto véase N. Abbagnano-g. Fornero Historia de la filosofía v. iv t. ii págs 147-154

[62] Véase Dialéctica del iluminismo editorial Sur.1969 págs 146-200

[63] M. Horkheimer- T. Adorno  op. cit., p.153

[64] Ibídem p. 165

[65] Ibídem

[66] Op. cit,  p. 171

[67]  Véase lo dicho en páginas anteriores al respecto en los análisis de Horkheimer de la Dialéctica del iluminismo.

[68]  T. Adorno Dialéctica negativa, Taurus , Madrid , 1975., págs 30-31

[69] Op. cit., p. 30

[70] Op. cit., p. 31

[71] Ibídem

[72] T. Adorno Dialéctica Negativa p.185

[73] T. Adorno Op. cit., págs 193 a 197

[74] Crítica del Hedonismo  en Zeirschcrift fúr Sozialforschung,1938  cit. por Abbagnano- Fornero en Historia de la filosofía v. IV t.I , p. 178

[75]  Véase para la exposición de lo dicho hasta aquí de Marcuse Dialéctica Negativa., págs 174 a 180.

[76] Herbert Marcuse Razón y revolución Editorial Altaya, 1998 p. 11.

[77] H. Marcuse op. cit., p.12

[78] H, Marcuse ibídem

[79] H. Marcuse op. cit., p. 17

[80] H. Marcuse op. cit., p.17

[81] H. Marcuse op. cit.,  p.

[82] H. Marcuse op. cit. p.288

[83] H. Marcuse op. cit., p.288

[84] Herbert Marcuse Eros y civilización, editorial Seix Barral, Barcelona, 1968, p.28.

[85] Herbert Marcuse op. cit., p.30

[86] Herbert Marcuse op. cit., p.185.

[87] Herbert Marcuse op. cit., p.185

[88] Herbert Marcuse El hombre unidimensional. Ensayo sobre la ideología en la sociedad industrial avanzada. Editorial Joaquín Mortiz. México, 1968, p.14.

[89] Herbert Marcuse op. cit., p.17

[90] Herbert Marcuse op. cit., p. 32

[91] Herbert Marcuse op. cit., p. 36.

[92] Herbert Marcuse op. cit., págs. 36-7

[93] Herbert Marcuse op. cit., p.274

[94] Herbert Marcuse op. cit., p. 273.

[95] Herbert Marcuse ibídem

[96] Leszek Kolakowski  Las principales corrientes del marxismo  t.II p.334

[97] Véase Leszek Kolalowski  op. cit., p.334

[98] Leszek Kolakowski op. cit., p.334

[99] Plejánov Über die Rolle der Persönlichkeit in der  Geschichte p.48

[100] Leszek Kolakowski  op. cit., p.334

[101] Para lo referente a esta última parte del pensamiento de Plejánov que estudia la relación entre el materialismo histórico y el materialismo dialéctico véase Leszek Kolakowski Las principales corrientes del marxismo t. II, págs 335-340.

[102] Citado por Kolakowski en Las principales corrientes del marxismo, t. II, p.444.

[103] W. I. Lenin Werke, Band 14,Materialismus und Empiriokritizismus, Berlin, 1975 p.125 Dietz Verlag Berlin.

[104] Ibídem

[105] Para el materialismo dialéctico de Lenin véase Leszek Kolakowski Las principales corrientes del marxismo, II, págs 439-449, Alianza Universidad.

[106] V. Lenin Karl Marx  en Marx, Engels, marxisme. Editions en Langes etrangères. Moscou, 1954, p.21

[107] Ibídem  p.22

[108] Ibídem  p.23

[109] Ibídem  p.41

[110]  Ibídem

[111] Ibídem

[112] Véase ibídem  p. 41-2

[113] J. Stalin Dialectical and historical materialism  en Problems of leninism, Foreign Langages Press, Peking, 1976, p.835  

[114] Ibídem

[115] Véase op. cit., p.836 a 844

[116] Véase op. cit., p.844 a 848

[117] Op. cit., p.848

[118] Op. cit., p.849

[119] Véase ibídem

[120] Op. cit., p.858

[121] Véase op. cit., p.866 y 867

[122] Op. cit., p 871

[123] Ibídem

[124] Grunlagen der marxistisch-leninistische Philosophie, Verlag Marxistische Blätter Gmbh. Frankfurt am Main, 1974, p. 70.

[125] Op. cit., p.256