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Círculo Teológico del siglo XXI





Las tertulias del "Círculo Teológico del siglo XXI" son producto de un encuentro semanal de un grupo de cristianos de varias denominaciones, pero también de otras religiones y espiritualidades. El ser un circulo teológico cristiano no quiere decir que no esté abierto al pensamiento religioso que se desarrolle en otros círculos. Sobre todo, como a lo largo de unos años se ha demostrado, somos un grupo de amigos que alrededor de un café o un refresco, hablamos y proyectamos nuestras vidas hacia Dios. Lo hacemos todas las tardes de los sábados en un hotel de la ciudad de Oviedo. Un hotel al que agradecemos el buen servicio y las atenciones de sus empleados que nos tienen que soportar en algunas de nuestras acaloradas discusiones.
Una aproximación al ideal de nuestras tertulias podría ser el que expone Paúl Tillch en su "Teología sistemática" donde combinamos lo empírico con lo metafísico, o como diría Juan de Valdés en sus "Consideraciones" aplicamos "ciencia y experiencia"a la experiencia del mundo.
 El Círculo Teológico
Los intentos realizados para elaborar una teología como una "ciencia" empírico-inductiva o metafísico-deductíva, o como una combinación de ambas, han puesto en evidencia que ningún esfuerzo de esta índole logra alcanzar el fin perseguido. En toda teología que pretenda ser científica hay un punto en que la experiencia individual, la valoración tradicional y el compromiso personal juegan un papel decisivo. Estas opciones, a menudo ignoradas por los mismos autores de tales teologías, son obvias para aquellos que las consideran partiendo de otras experiencias y otros compromisos. Si el método utilizado es el empírico-inductivo, debemos preguntar por la dirección en la que el autor busca su material. Si la respuesta es que lo busca en todas direcciones y en toda experiencia, debemos preguntar entonces qué concepto de la realidad o de la experiencia está en la base empírica de su teología. Cualquiera que sea la respuesta, siempre existe, implícito, un "a priori» de experiencia y de valoración. Lo mismo ocurre si el método empleado es el deductivo, como en el idealismo clásico. En la teología idealista, los principios últimos son la expresión racional de una preocupación última; como todas las ultímidades metafísicas, tales principios son asimismo ultimidades religiosas. Un sistema que de ellos se derive, se halla determinado, pues, por la teología en ellos implícita.
En ambos métodos, el empírico y el metafísico, lo mismo que en los intentos mucho más numerosos que combinan ambos métodos, podemos observar que el "a priori» que dirige la inducción y la deducción es un tipo de experiencia mística. Ya sea el "ser mismo" (escolásticos) o la "substancia universal" (Spinoza), ya sea el "más allá de la subjetividad y de la objetividad" (James) o la "identidad de espíritu y naturaleza" (Schelling), ya sea el "universo" (Schieiermacher) o el "todo J cósmico" (Hocking), ya sea el "proceso creador de valores" (Whitehead) o la "integración progresiva" (Wieman), ya sea el "espíritu absoluto" (Hegel) o la "persona cósmica" (Brightman) —cada uno de estos conceptos se fundamenta en una experiencia inmediata de un ser y un sentido últimos, de los que podemos llegar a ser conscientes intuitivamente. En su punto de partida, el idealismo y el naturalismo difieren muy poco entre sí cuando desarrollan conceptos teológicos. Ambos dependen de un punto en el que se identifican el sujeto que vive la experiencia y lo incondicionado que aparece en la experiencia religiosa o en la experiencia del mundo. Los conceptos teológicos, tanto de los idealistas como de los naturalistas, están enraizados en un "a prior» místico", en una toma de conciencia de algo que trasciende la separación entre sujeto y objeto.
Y si en el curso de un proceso "científico" descubrimos este a priori, tal descubrimiento sólo es posible porque el a priori ya estaba presente desde el mismo inicio. Tal es el círculo del que no puede escapar ningún filósofo religioso. Y no se trata en modo alguno de un círculo vicioso. Toda comprensión de las cosas espirituales (Geisteswissenschaft) es circular.
Pero el círculo en cuyo interior trabaja el teólogo es más reducido que el del filósofo de la religión, puesto que añade al "a priori místico" el criterio del mensaje cristiano. Mientras el filósofo de la religión procura permanecer general y abstracto en sus conceptos —como indica el mismo concepto de "religión"—, el teólogo es consciente e intencionadamente específico y concreto. La diferencia, desde luego, no es absoluta.
Dado que la base experimental de toda filosofía de la religión está parcialmente determinada por la tradición cultural a la que pertenece —incluso el misticismo está condicionado por la cultura—, incluye inevitablemente algunos elementos concretos y particulares. Sin embargo, el filósofo, en cuanto filósofo, procura hacer abstracción de estos elementos y crear unos conceptos acerca de la religión que tengan una validez general. Por otra parte, el teólogo reivindica la validez universal del mensaje cristiano a pesar de su carácter concreto y particular.

No justifica esta reivindicación haciendo abstracción del carácter concreto del mensaje, sino acentuando su irrepetible unicidad. Entra en el círculo teológico con un compromiso concreto. Entra en él como miembro de la Iglesia cristiana para realizar una de las funciones esenciales de la Iglesia: su autointerpretación teológica.

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