FRAGMENTOS FILOSÓFICOS. FRAGMENTO 60: EL ARGUMENTO
ONTOLÓGICO.
Por José Pablo Noriega de Lomas
Las relaciones entre razón y fe, entre
filosofía y religión han sido un tema capital en la historia del pensamiento.
Shestov ha contrapuesto Atenas a Jerusalén, es decir, la filosofía occidental
(que tiene su origen en Grecia) a la sabiduría hebrea en una comparación en que
es superior la última. La Patrística significó, en los primeros siglos del
cristianismo, una síntesis en la que la filosofía servía a la religión. En la
Edad Media el gran filósofo hispano - musulmán Averroes creía que razón y revelación
podían expresar tesis contradictorias, siendo las dos igualmente verdaderas. Al
averroísmo latino respondió Santo Tomás de Aquino intentando la armonización de
fe y razón, pero supeditando la segunda a la primera. Ya en el siglo xx, el
teólogo protestante Tillich escribió sobre la correlación entre una y otra,
afirmando que cada pregunta de la razón tiene respuesta en las tesis
correspondientes de la Revelación. En fin, la problemática ha sido tratada
abundantemente en el desarrollo del pensamiento, y no siempre con premisas
religiosas (deísmo).
Pero de todas las posibilidades, la que supone
una mayor ventaja para la razón es la que parte del mismo Dios como comienzo de
la argumentación y del conocimiento. Esta es la vereda de San Anselmo de
Canterbury con el argumento ontológico, que como decimos parte de la Perfección
como principio de construcción.
Aquí el teólogo lleva a sus consecuencias constituyentes el "credo ut intelligam" (creo para entender) , primero ensayado por San Agustín de Hipona de una manera ligeramente distinta. Así es la cosa, porque con la afirmación de Dios como postulado se dan unas consecuencias que iluminan el entendimiento y dan alas a la razón. Ello aunque el argumento "a priori" (el ontológico) se exprese con más radicalidad, pues la razón se expone en su pureza.
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