Precisiones en torno a la resurrección de Cristo
Arsenio Alonso Rodríguez
La teología católica así como las demás confesiones cristianas
(ortodoxos, protestantes y anglicanos) coinciden en las siguientes convicciones
esenciales en torno a la resurrección de
Jesús, negada alguna de las cuales, se saldría fuera del Símbolo de la fe que las une en este punto capital de su credo.
Así, pues, de la resurrección de Cristo hay que decir cuanto sigue. A
saber:
1. Es un hecho real. No un hecho ideal, simbólico o construcción del sujeto. Real,
significa pues, que acontece al sujeto
como “cosa” afectante que está fuera de él. El sujeto se encuentra con el Resucitado.
El Resucitado, se le apareció. Se dejó ver a los testigos. En este sentido el
sujeto no pone nada. El encuentro con el Resucitado es puro don, sola gracia.
2. En tanto que hecho real, es un
hecho que acontece en la historia de los
hombres. Esto es, acontece en un tiempo
y en un espacio de este mundo. En el “acá” de este mundo espacio-temporal en el
que habitamos los hombres. No ocurre siempre ni en cualquier lugar. En este
sentido puede y debe calificarse la resurrección como hecho
histórico.
3. Simultáneamente, la resurrección
de Cristo es además un hecho que transciende la realidad de este mundo y la
historia de nuestro mundo. Jesús
ya no vuelve a morir nunca más[i].
No está sometido ya a las leyes de este mundo (se le puede tocar y atraviesa
las pareces, come y no necesita comer, no se le reconoce y se le reconoce
vivamente, estuvo un tiempo con ellos y luego ya nunca más hasta el fin
glorioso de su venida). Por ello, paradójicamente, siendo un hecho histórico no puede ser objeto
de estudio por la ciencia histórica. La ciencia
puede acreditar el sepulcro vacío,
el testimonio de los testigos oculares (Cf. 1
Cor 15, 3-5) y el movimiento de inusitada expansión que emergió en medio de un
aparente fracaso: la cruz. La ciencia puede y debe aportar importantes
criterios de credibilidad para la fe en el Resucitado pero la razón de la
ciencia histórica no puede saltar
hacia aquello que la trasciende: la
resurrección misma. En este sentido, la resurrección de Cristo es un misterio
de fe en sentido estricto; paradógica manifestación luminosa de Dios como “tiniebla” (Gregorio de Nisa).
El hecho histórico detectado por la ciencia
histórica, no se identifica con el hecho real de la historia. El hecho real es
más que el hecho histórico y éste no agota o aprehende en su totalidad nunca a
aquél. Este fue el error del historicismo modernista
4. La resurrección, decimos, se trata de un
misterio de fe en sentido estricto en cuanto que:
a) “la resurrección sólo puede entenderse adecuadamente… como plenitud peculiar de
Cristo a partir del misterio absoluto de la encarnación […] La resurrección de
Cristo no es un caso particular de una
resurrección en general, inteligible en sí misma, sino el suceso irrepetible
surgido de la esencia y de la muerte de Cristo que es el fundamento de la
resurrección de los redimidos por El”. [ii]
b) La resurrección de Cristo es soteriológica,
es salvífica. Trae e inagura la
salvación en la medida en que “es objetivamente el comienzo de la glorificación
del mundo; es un suceso conexo ontológicamente con esa glorificación. En dicho
inicio queda decidida fundamentalmente, e incluso iniciada la plenitud del
mundo. En otros términos, la resurrección rebasa el destino privado de Cristo;
ella crea el `cielo´”[iii]
5. La
Resurrección de Cristo entra dentro del
“designio de benevolencia” revelado por
Dios. El apóstol san Pablo, al comienzo de su carta a los cristianos de Éfeso
(Cf. 1, 3-14) eleva una oración de Bendición a Dios, Padre de nuestro señor
Jesucristo. “El tema de este himno de alabanza es el proyecto de Dios respecto
al hombre, definido con términos de alegría, de estupor y de acción de gracias,
como “designio de benevolencia” (v.9), de misericordia y de amor. ¿Por qué el
apóstol eleva a Dios, desde lo profundo
de su corazón, esta bendición? Se pregunta el Papa Benedicto XVI. Porque mira
su obrar, responde, en la historia de la salvación, que alcanza su cumbre en la
encarnación, muerte y resurrección de Jesús y contempla cómo el Padre celestial
nos ha elegido antes aun de la creación del mundo para ser sus hijos adoptivos
en su hijo unigénito Jesucristo (cf. 8, 14ss; Ga 4,4s.). Nosotros existimos en
la mente de Dios desde la eternidad, en un gran proyecto que Dios ha custodiado
en sí mismo y que ha decidido poner por obra y revelar “en la plenitud de los
tiempos” (Ef 1, 10).[iv]
Sólo dentro de
este plan de salvación cobra sentido la resurrección de Cristo y la
consiguiente salvación del mundo por El y para El creado.
6. Por último, conviene recordar
cómo la teología cristiana es siempre
teología negativa o teología apofática. Ella nos previene contra los
riesgos del racionalismo, esto es, contra el intento de “dominar a Dios por sus
conceptos, un Dios del que ya no se sabe
si puede decir “yo soy”, un Dios más y más encerrado en los límites de la razón
humana, un Dios hecho a la medida del hombre… un Dios bien inútil; un día u
otro cedería inevitablemente el lugar al hombre ” (De Lubac).[v]
Y así ocurrió con el ateísmo de masas que eclosionó en las centurias siguientes
(siglos XIX y XX).
La teología
apofática nos advierte de la
inaccesibilidad e incomprensibilidad de Dios, el Misterio strictu sensu. Esta incomprensibilidad no es una cuestión antropológica, debida a la
situación actual del hombre, especialmente a su corporalidad. Así pensaba el
neoplatonismo; sino a una cuestión teológica, a la realidad misma de Dios que
es siempre mayor y más desemejante que la creatura, pese a toda semejanza. Nos lo dice bellamente
San Gregorio de Nisa: “En esto consiste el verdadero conocimiento de lo que
buscamos: en ver en el no ver, pues
lo que buscamos trasciende todo conocimiento, totalmente circundado por la
incomprensibilidad como por una tiniebla”.[vi]
Tertulias del
Círculo teológico,
En Oviedo, a 3
de mayo de 2014
[i] No se
trata de la devolución de la vida a un
muerto, para después volver a morir, como en el caso de los milagros de resurrecciones de Jesús; tal es el caso de la
resurrección de Lázaro o el hijo de la viuda de Naín. La resurrección en sentido propio y estricto, sólo tuvo
lugar una sola vez con Cristo. (Cf
también, la Asunción de la Virgen María). La resurrección del resto, será en
Cristo con la consumación de la creación y la historia cuando “El vuelva” (Cf. Parusía, Juicio
Final, fin del mundo).
[ii]
RAHNER, K.: Diccionario teológico,
Barcelona, 1966, voz “Resurrección de Cristo”.
[iii] Ibid.
p.640
[iv]
BENEDICTO XVI: Audiencia general, 5 de
diciembre de 2012. Aula Pablo VI.
[v] DE
LUBAC, H.: El ateísmo y sentido del
hombre, Madrid, 1969, p.68.
[vi] SAN
GREGORIO DE NISA: Sobre la vida de Moisés
II, 163. Cfr. PSEUDO-DIONISIO (S.VI)
quien influyó en toda la Edad Media, incluido SAN ALBERTO MAGNO Y SANTO TOMÁS
S.XIII); SAN AGUSTÍN (S.V), JUAN ESCOTO ERIUGENA, S. IX), NICOLÁS DE CUSA (S.
XV,) entre otros. La literatura mística se hace eco tambiénde la “oscuridad
luminosa” de Dios. (por ejemplo, S Juan de la Cruz: “Entréme donde no supe/y
quedéme no sabiendo/toda sciencia trascendiendo”/, etc.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario