viernes, 9 de abril de 2021

UNA CHISPA DE DIOS

 





UNA CHISPA DE DIOS

 

 Por  Sixto Castañeira Fernández


En el año 1755 un horrible terremoto destruyó la ciudad de Lisboa donde perdieron la vida  30.000 personas. Ante catástrofes como terremotos, pestes, pandemias,  uno se siente obligado a pararse a pensar en el sentido de la vida y del sufrimiento y se le ofrecen pensamientos, lecturas, enseñanzas  que le abren a la luz de la razón y de la fe.

En su tiempo Leibniz, muerto en 1716, distinguía tres tipos de mal, -metafísico, físico y moral- , centraba su atención en el origen del bien y sostenía la teoría de la armonía  del universo preestablecida por  Dios en  el mejor de los mundos posibles. Ante este terremoto Voltaire, ateo, defendía que la razón no podía conciliar la existencia del mal y el sufrimiento de inocentes con la existencia de un Dios de bondad, creador de este mundo. Este mundo no era el mejor de los posibles.

 

2. La Ilustración sometió toda la realidad al exclusivo análisis de la razón y del conocimiento científico. La razón es interpretada como una luz mental que ilumina el entendimiento; la razón es luz, la fe oscuridad; las creencias religiosas son consideradas “supersticiones”. El hombre ocupa el centro del universo, ajeno a poderes superiores.

 La Ilustración rompió con la tradición: el cristianismo era el alma de Europa y la matriz de la civilización occidental; al romperse la unidad de las creencias cristianas en las que vivía, la sociedad entra en crisis. El hombre reemplaza a Dios y quiere corregir la creación para hacer un mundo mejor, a su medida. La soberbia de la razón.

Hay muchas ilustraciones, pero la francesa se apropió del nombre; comenzó en el siglo XVII y no se interrumpió hasta hoy. Hay dos ilustraciones fundamentales: una Ilustración sin Dios, cuyo representante puede ser Voltaire, y una Ilustración con Dios, la Ilustración cristiana, que tampoco se ha interrumpido hasta hoy.

 La Ilustración cristiana considera que solo Dios conoce totalmente la verdad, pues la razón no puede alcanzar el saber absoluto que concilie Dios y el mal. Existen grandes interrogantes para los que nuestra razón no tiene respuesta por la vía del conocimiento científico, preguntas religiosas sobre el destino del hombre y el sentido de la vida. Quien busca un sentido para el mundo y la existencia se pregunta por Dios y esa pregunta es razonable. La conciencia moral del hombre tiene necesidad de  la existencia de Dios.

3.Siguiendo las reflexiones del filósofo Voltaire y los ideales de la Ilustración el hombre trató de reemplazar a Dios y eso nos ha llevado del mal físico al mal moral, a la Revolución, al Régimen del Terror, a la barbarie comunista, al totalitarismo nazista, a Auschwizt, la expresión más abominable de la degradación humana. Benedicto XVI lo visitó en 2006 y nos dio la respuesta del creyente: la razón y la fe. Primero, silencio; después, Señor, ¿por qué callaste? ¿por qué lo has permitido? Humilde confesión del misterio de Dios y del misterio del hombre. La humildad de la fe.

4.La ilustración cristiana se vio obligada a reflexionar sobre la justificación de la fe y dar respuesta a  la Revolución francesa en su lucha contra la Religión Católica. El cristiano dispone de la luz de la razón y de la luz sobrenatural de la fe en la búsqueda de  la verdad.

La fe es un don, una gracia de Dios. También se concibe como una luz  sobrenatural; la fe proporciona una visión de Dios, distinta del concepto de Dios de los filósofos. En la educación de la fe los maestros tienen una acción mediadora; San Agustín lo explica con sencillez en pocas palabras: “Verba admonent, intus docet veritas”. “Las palabras nos motivan, nos alertan, nos estimulan, pero dentro  enseña la verdad”. La verdad es el verdadero maestro, la luz divina de la fe; Dios nos ilumina, nos manifiesta la verdad contenida en las palabras. El cristiano escucha la palabra, entiende el contenido de la palabra de Dios y aporta su interpretación; si no las entiende, nadie lo puede hacer por él; el alumno  en su interior reconoce la verdad de las palabras del maestro, convirtiéndose en discípulo.

La fe cristiana no es fruto de la irracionalidad, sino de la razón; es una “fides quaerens intelectum”. “una fe que busca sin cesar una justificación racional”. El ser humano es más que la materia; para conocerlo hay que dirigir la mirada a su interior con una luz  que nos obliga a preguntarnos por el sentido de la vida; del más acá nace el camino para llegar al horizonte donde nos espera: un Padre que nos dio la vida. Necesitamos la fe para reconocer nuestra condición filial, somos hijos, somos amados, sabemos quiénes somos.

5. Séneca escribe “…prope a te est deus, tecum est, intus est…Quis deus incertum est, habitat deus… Lucili, sacer intra nos spiritus est”.  “Cerca de ti está un dios, está contigo, está dentro de ti. Qué dios sea, eso es incierto, un dios habita en nosotros….      Lucilio,  un espíritu sagrado habita en nosotros”. Séneca no conoce la identidad del dios que habita en nosotros; no conocía la Buena Noticia. San Agustín, sí. Los hombres admiran las montañas, los valles, los giros de los astros, pero rara vez dirigen la mirada hacia sí mismos, por lo cual dice: “Intravi in interiora mea…”  “Entré, dirigí mi mirada a mi interior… y allí encontré a quien es “intimior intimitate mea et superior summo meo”, “más intimo que mi intimidad y superior a lo más elevado que hay en mí, lo más espiritual que hay en mí”.

 En mí está el hombre interior, el yo, la persona, el alma,  “imago Dei”, imagen de Dios, “scintilla Dei”, una chispa de Dios. El descubrimiento de la persona, el hombre interior, con el don de la vida y de la libertad, es el triunfo del ideal cristiano. A. Machado lo dice con bellas palabras: “Converso con el hombre que siempre va conmigo”… “quien habla solo, espera hablar con Dios un día”…  “y una fe que nace cuando se busca a Dios y no se alcanza”, pues el hombre recibió  el don de la libertad y puede rechazarlo.

6. La fe se nutre en la familia con una educación cristiana en la que  se trasmiten unos valores a través del cuidado amoroso de la madre especialmente, pues la educación no consiste en hablar  de valores, sino en vivirlos. San agustín afirma: in nostris manibus codices, in nostris oculis facta. “En nuestras manos están los libros, la teoría, ante nuestros ojos los hechos, el ejemplo, la coherencia de vida”. La familia es una “Iglesia doméstica” que proporciona al niño una orientación decisiva. Si a un niño no se le enseña a rezar se le cercena la dimensión celestial, se le priva de identidad espiritual cristiana, patria espiritual de los hombres de la civilización occidental. Esta patria espiritual da sentido a la vida del hombre para el arraigo, donde echar raíces para crecer, pues el progreso humano (passus significa paso y escalón) no es horizontal; el hombre puede “graduarse” y degradarse, descender a un nivel inferior a los animales. Cicerón trata de dar una patria a todos los pueblos del orbe, unidos por la “humanitas”, la cultura grecolatina, por medio del estudio de las “humanidades”, las artes liberales, propias del hombre libre y que hacen libre al hombre; el humanismo. La fe cristiana asume el humanismo romano y le añade un territorio espiritual con la identidad espiritual cristiana con la que el hombre culmina y celebra su verdadera naturaleza.

La fe necesita una instrucción, pues tiene una doctrina moral y unos principios que exigen una instrucción racional que no se puede dar en la familia; necesita la catequesis y la  enseñanza pública, pues todos necesitan encontrar sentido a sus vidas y poder comunicarlo razonablemente a los demás; saber quién soy lleva a la necesidad de la educación religiosa. Los niños pequeños dicen “a mí nadie me quiere, nadie me hace caso”. Necesitan que alguien les diga: eres hijo, eres amado, Dios vela por ti.

La fe purifica de imperfecciones la moral y la razón purifica la fe de excesos e infidelidades de los creyentes a lo largo de la historia.

 La fe orienta el pensamiento filosófico, aportando “fragmentos de revelación” que, una vez descubiertos en la vida cristiana, la razón puede justificar. Los conceptos de dignidad,  persona, igualdad, libertad, fraternidad, tienen un contenido cristiano, pero separados del fundamento cristiano, aunque la razón humana pueda justificarlos, languidecen y acaban perdiendo vigencia sin que muchos los echen de menos.

La fe culmina con un encuentro de la persona del creyente con la persona de Cristo, en una adhesión amorosa y confiada a Jesús de Nazaret, el rostro humano de Dios, diciendo como el apóstol Tomás: ¡Señor mío y Dios mío!

 A la virtud de la fe están unidas las virtudes de la esperanza que mira al más allá, a la vida eterna junto a Dios y la caridad, que atiende al prójimo, el que necesita mi ayuda y al que yo puedo prestar la ayuda que necesita, hermano por adopción, la realidad concreta. La solidaridad es una virtud cívica, política, pero no es caridad sin esperar nada a cambio. La virtud de la solidaridad nos hace honrados ciudadanos, pero no cristianos. El fundamento de la solidaridad fue formulado por Terencio 275 años a. C:”Homo sum, humani nihil a me alienum puto”. “Soy hombre, nada de lo que es humano lo considero ajeno a mí”. El cristiano da un paso más, se hace samaritano, el amor fraterno, al que necesita mi ayuda  y puedo ayudarle, al que puedo invitarle a compartir la fe o ser testigo de la luz de la fe. Las entidades políticas buscan acercarse a la justicia organizando la convivencia con distintas formas de solidaridad, por lo que cada uno puede elegir una opción política con tal de que esa opción respete los derechos inalienables de la persona, el don de la vida, hijo predilecto (amado antes) de Dios que conoce su rostro desde su concepción. Un grupo de 150 militantes de un partido político firmó como cristiano un manifiesto en apoyo de su partido que promueve y aplaude  las leyes  del aborto y de la eutanasia. ¿Cristianos? Solidarios, sí. Admiten  una doble vida. La sociedad tiene autonomía en leyes sociales, económicas, etc, con un límite: ser acordes con las normas morales. La aprobación indiscriminada de las opciones políticas presupone la aprobación del principio: Lo que es legal es moral. El derecho puede ser justo o injusto y ambos son derecho. Si ningún partido cumple las condiciones mínimas, siempre se puede votar en blanco. La conciencia moral no está vinculada a la ley, sino a la verdad. La verdad es la necesidad más sagrada del ser humano, de la persona, del alma.

7. La fe se trasmitió dejando un legado cultural  de ritos y liturgia cristiana que vivifican la convivencia y la vinculación a los demás para compartir la alegría de la fe.   

En el pesebre de Navidad podemos contemplar al Niño Jesús, el Hijo de Dios Encarnado, el Logos, el Verbo, la Palabra, con el que podemos dialogar con el silencio, la escucha, la oración y la adoración que son los caminos que llevan a Dios. La fe ilumina toda nuestra vida y abarca todos los aspectos de la misma, espiritual, económico, social, familiar, pues la fe exige unidad de vida, coherencia de vida. Necesita el silencio interior; si las pasiones braman, no es posible el silencio donde el alma se encuentra con Cristo; en el silencio la persona se retira y escucha la Palabra; en el retiro espiritual la persona cultiva con la oración y meditación la amistad que Cristo, el Verbo Encarnado que habita en nuestra intimidad, nos ofrece; y en la adoración comparte con sus hermanos la alegría de su fe y agradece su presencia permanente, digna de ser celebrada.

La Encarnación del Verbo está unida a la Redención por la que el hombre recobra su dignidad, el valor de su humanidad y el sentido de su existencia.

 En la Epifanía, los Reyes Magos siguieron  la luz de la razón,  que los llevó a Jerusalén; la luz de la fe los dirigió a Belén de Judá, encontraron al Niño, creyeron en El, lo adoraron, se convirtieron, cambiaron de forma de pensar  y regresaron por otro camino,  por el camino de Jesús, un nuevo horizonte y una nueva esperanza que transforma toda su vida. Los Reyes Magos nos representan en nuestro camino de razón y de fe; también representamos y debemos ser testigos de la luz para los que buscan sinceramente al Niño para adorarlo.

En Semana Santa podemos contemplar a Jesús, el Hijo de Dios, en su Pasión y muerte en la cruz; acompañarlo y agradecer el amor de Dios al hombre. Dios no calla ante el mal ni lo permite;   Dios padece el mal; asume la naturaleza humana,  se hace hombre y muere en la Cruz. Contemplar la muerte en la Cruz del Inocente, ayuda a conciliar la bondad de Dios y el sufrimiento humano; la Cruz da sentido al sufrimiento humano. Resucita al tercer día que es la garantía de nuestra resurrección y da certeza a nuestra esperanza. El misterio de la Encarnación es el misterio de nuestra fe al que siguen los demás misterios. Dios sale a mi encuentro y llama a mi puerta para encontrarse en amistad conmigo.

La renovación doctrinal y moral de la Iglesia  dio origen a la filosofía cristiana  de los filósofos personalistas. El Personalismo comunitario defiende una comunidad de personas en la que cada una reconoce en el prójimo el rostro de Dios y todas colaboran con su esfuerzo y capacidades para el bien común. El Personalismo comunitario es una nueva formulación del Humanismo cristiano.

8. La Ilustración  tiene muchos representantes:

G. Peces-Barba, ilustre catedrático de la Universidad de Madrid, trata de “Rehacer la ilustración” (ABC, 16/12/00), cuando se inicia la emancipación de la humanidad, cuya mayoría de edad se alcanzó con la Ilustración, “cuando el hombre no necesita andaderas y puede caminar por sí mismo”, ajeno a  poderes superiores. De la idea de “dignidad de la persona” se derivan los valores de “libertad, igualdad, derechos humanos o democracia” que la razón puede justificar. La etapa de la Ilustración no se ha cerrado y “quedan acciones y pretensiones pendientes de realizar de lo iniciado en la Ilustración para su liberación ideológica, económica y política, vinculada a razón y la ley, que determina la ética pública; las creencias religiosas quedan limitadas a la ética privada.

 

En primer lugar, prescinde de Dios y distingue una ética pública, vinculada a la Ley y al Derecho, y una ética privada limitada a las creencias religiosas. Es decir, dos vidas con el principio de que  para la ética pública “lo legal es moral”.

En segundo lugar,  no define  qué es la “dignidad de la persona humana”, por qué  la persona humana tiene dignidad, la “dignitas hominis”, palabra usada por Cicerón hace más veinte siglos  y, aunque hoy sea “indiscutible e indiscutida” no lo es por el resultado de un conocimiento científico-tecnológico, sino de la fe en la inalienable dignidad del hombre. En tercer lugar, en el “Considerando quinto del Preámbulo de la Declaración Universal de Derechos Humanos se afirma “Considerando que los pueblos de las Naciones Unidas han reafirmado en la Carta su fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana y…”. Es decir, los representantes de los pueblos de las Naciones Unidas declaran su fe en la dignidad de la persona humana. No la definen ni aclaran su contenido, como el resultado de un conocimiento científico, sino de la fe. Cuando hablamos de la “inalienable dignidad del hombre” no todos pensamos en la “dignitas hominis” de Cicerón. La fe cristiana le da un contenido concreto. El hombre tiene la dignidad de ser hijo de Dios que le da la vida, de ser persona, “imagen de Dios”, “chispa de Dios”.

La Iglesia no fue favorable a la Declaración de los derechos humanos, no porque no creyera en unos derechos descubiertos y vividos en el cristianismo, sino porque se formularon separados de su fundamento y contra su fundamento  cristiano, pues  en la Declaración “todas las connotaciones metafísicas y teológicas del mundo cristiano debían ser eliminadas”.

Y una Ilustración  cristiana con numerosos representantes:

María Zambrano (1904-1991), discípula de Ortega y Gasset, no se queda en la razón racionalista de su maestro por el exceso de confianza en la razón y en la ciencia para el dominio de la naturaleza. En su reflexión filosófica, siguiendo a San Agustín, frente a la soberbia de la razón propone la humildad confiada en la razón misericordiosa de Dios a fin de rescatar la condición filial de la criatura con el Creador. Participa en las Misiones pedagógicas con otros intelectuales para elevar el nivel cultural de los españoles para “rehacer España”. En su obra Hacia un saber sobre el alma expone la idea cristiana del hombre  “como un ser que muere y ama, que muere con la muerte y se salva con el amor” ; la raíz de lo humano en el sentir originario, donde la razón, sin dejar de ser razón, se hace “razón poética”. En el hombre existe  el saber originario que es anterior a la razón y nos invita a entrar en su interior, porque ahí se encuentra la raíz de la verdad y de la esperanza. Frente a la razón racionalista propone la “razón poética” que conjuga la unidad entre filosofía, poesía y religión y su centro es la persona. La filosofía y la religión necesitan del lenguaje metafórico de la poesía para su mejor comprensión.  El hombre es un ser personal y relacional con el otro al que hay que cuidar, el prójimo, el hermano. El hombre no es un “náufrago” que busca un horizonte, sino un ser “sumergido” que busca un horizonte en el que le espera: el Padre.

 

9. La catástrofe de Lisboa fue vivida e interpretada como un problema religioso. La llamada peste del siglo XX, el SIDA,  acabó siendo considerada como una simple enfermedad más Pero hay una diferencia: las enfermedades se padecen y el sida se puede contraer eligiendo una forma de vida arriesgada. En la epidemia del Covid-19 es llamativo el interés en apartar de nuestra vista los muertos, en soledad humana y espiritual, reducidos a un número del que se informa todos los días y muestras de dolor  por los daños colaterales.

Hemos tenido tiempo de pararse a pensar. Albert Camus afirmó: “He perdido la fe. He perdido la esperanza. Es imposible vivir una vida sin sentido”. Murió 10 años después. La fe es un don de Dios.; se puede suplicar; es posible “querer creer” y, dirigiendo la mirada a nuestro interior como San Agustín, reiniciar una vida cristiana con caridad,  esperanza y fe.

9. El profesor Felipe F. Armesto saca unas enseñanzas de esta pandemia: 1ª Humildad, pues, a pesar del progreso técnico y científico y de nuestra arrogancia colectiva de pensar que habitamos una época nueva de la historia, hecha a medida de manos humanas, seguimos pendientes de la naturaleza que no podemos controlar y que pueden acabar con nosotros sin que tengamos nada que ver.

2ª Caridad, para ser solidarios humanitarios confiando en la misericordia de Dios.

3ª Pensar que es saludable menospreciar la salud, pensando que la muerte es a veces caritativa, porque visita y libera a los enfermos, es igualitaria y justa, pues todos la merecemos. La ciencia y la fe deben tratar de ajustarse en la búsqueda de la verdad.

10. El hombre está dotado de libertad: la libertad de producir, promover, disponer; la más elevada es la libertad de donación, de donar el amor a Dios, a la familia y al prójimo. Al terminar el funeral por su madre, uno de sus hijos desde el ambón, nos dirigió estas palabras: “Doy gracias a los presentes, a los ausentes que no han podido acompañarnos por diversos motivos, y a mi madre por haber donado su amor a toda su familia y el amor es eterno. Muchas gracias”. No dijo que era amiga de sus amigas, sino que centró las virtudes de su madre en la más importante: el amor. Sus breves palabras me recordaron  la conocida sentencia de Cicerón: “las verdaderas amistades son eternas”. La amistad es la confidencia de dos personas, dos almas, el hombre interior “que siempre va conmigo”. San Agustín aconsejaba: “Dilige et quod vis fac”. “Ama y haz lo que quieres (hacer)”. Cicerón lo intuía, pero no podía justificarlo. Los cristianos creemos  que Dios es amor, y el hombre una chispa de Dios.

 

   Sixto Castañeira Fernández

   Profesor del Instituto Jovellanos de Gijón, con la Condición de    

   Catedrático. Jubilado


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