jueves, 8 de mayo de 2014

Precisiones en torno a la resurrección de Cristo













 Precisiones en torno a la resurrección de Cristo

Arsenio Alonso Rodríguez

La teología católica así como las demás confesiones cristianas (ortodoxos, protestantes y anglicanos) coinciden en las siguientes convicciones esenciales  en torno a la resurrección de Jesús, negada alguna de las cuales, se saldría fuera del Símbolo de la fe que las une en este punto capital de su credo.
Así, pues, de la resurrección de Cristo hay que decir cuanto sigue. A saber:
1.       Es un hecho real. No un hecho ideal, simbólico o construcción del sujeto. Real, significa pues,  que acontece al sujeto como “cosa” afectante que está fuera de él. El sujeto se encuentra con el Resucitado. El Resucitado, se le apareció. Se dejó ver a los testigos. En este sentido el sujeto no pone nada. El encuentro con el Resucitado es puro don, sola gracia.

2.       En tanto que hecho real, es un hecho  que acontece en la historia de los hombres. Esto es,  acontece en un tiempo y en un espacio de este mundo. En el “acá” de este mundo espacio-temporal en el que habitamos los hombres. No ocurre siempre ni en cualquier lugar. En este sentido puede y debe calificarse la resurrección como  hecho histórico.
3.      Simultáneamente, la resurrección de Cristo es además un hecho que transciende la realidad de este mundo y la historia de nuestro mundo. Jesús ya no vuelve a morir nunca más[i]. No está sometido ya a las leyes de este mundo (se le puede tocar y atraviesa las pareces, come y no necesita comer, no se le reconoce y se le reconoce vivamente, estuvo un tiempo con ellos y luego ya nunca más hasta el fin glorioso de su venida). Por ello, paradójicamente,  siendo un hecho histórico no puede ser objeto de estudio por la ciencia histórica. La ciencia  puede acreditar el sepulcro vacío,  el testimonio de los testigos oculares  (Cf.  1 Cor 15, 3-5) y el movimiento de inusitada expansión que emergió en medio de un aparente fracaso: la cruz. La ciencia puede y debe aportar importantes criterios de credibilidad para la fe en el Resucitado pero la razón de la ciencia histórica no puede saltar hacia  aquello que la trasciende: la resurrección misma. En este sentido, la resurrección de Cristo es un misterio de fe en sentido estricto; paradógica manifestación luminosa  de Dios como “tiniebla” (Gregorio de Nisa).
 El hecho histórico detectado por la ciencia histórica, no se identifica con el hecho real de la historia. El hecho real es más que el hecho histórico y éste no agota o aprehende en su totalidad nunca a aquél. Este fue el error del historicismo modernista

4.      La resurrección, decimos, se trata de un misterio de fe en sentido estricto en cuanto que:
 a) “la resurrección sólo puede entenderse  adecuadamente… como plenitud peculiar de Cristo a partir del misterio absoluto de la encarnación […] La resurrección de Cristo no es un caso particular  de una resurrección en general, inteligible en sí misma, sino el suceso irrepetible surgido de la esencia y de la muerte de Cristo que es el fundamento de la resurrección de los redimidos por El”. [ii]
    b) La resurrección de Cristo es soteriológica, es salvífica. Trae e     inagura la salvación en la medida en que “es objetivamente el comienzo de la glorificación del mundo; es un suceso conexo ontológicamente con esa glorificación. En dicho inicio queda decidida fundamentalmente, e incluso iniciada la plenitud del mundo. En otros términos, la resurrección rebasa el destino privado de Cristo; ella crea el `cielo´”[iii]

5. La Resurrección de Cristo entra  dentro del “designio de benevolencia”   revelado por Dios. El apóstol san Pablo, al comienzo de su carta a los cristianos de Éfeso (Cf. 1, 3-14) eleva una oración de Bendición a Dios, Padre de nuestro señor Jesucristo. “El tema de este himno de alabanza es el proyecto de Dios respecto al hombre, definido con términos de alegría, de estupor y de acción de gracias, como “designio de benevolencia” (v.9), de misericordia y de amor. ¿Por qué el apóstol eleva  a Dios, desde lo profundo de su corazón, esta bendición? Se pregunta el Papa Benedicto XVI. Porque mira su obrar, responde, en la historia de la salvación, que alcanza su cumbre en la encarnación, muerte y resurrección de Jesús y contempla cómo el Padre celestial nos ha elegido antes aun de la creación del mundo para ser sus hijos adoptivos en su hijo unigénito Jesucristo (cf. 8, 14ss; Ga 4,4s.). Nosotros existimos en la mente de Dios desde la eternidad, en un gran proyecto que Dios ha custodiado en sí mismo y que ha decidido poner por obra y revelar “en la plenitud de los tiempos” (Ef 1, 10).[iv]
Sólo dentro de este plan de salvación cobra sentido la resurrección de Cristo y la consiguiente salvación del mundo por El y para El creado.
6.    Por  último, conviene recordar cómo la teología cristiana es siempre   teología negativa o teología apofática. Ella nos previene contra los riesgos del racionalismo, esto es, contra el intento de “dominar a Dios por sus conceptos, un Dios  del que ya no se sabe si puede decir “yo soy”, un Dios más y más encerrado en los límites de la razón humana, un Dios hecho a la medida del hombre… un Dios bien inútil; un día u otro cedería inevitablemente el lugar al hombre ” (De Lubac).[v] Y así ocurrió con el ateísmo de masas que eclosionó en las centurias siguientes (siglos XIX y XX).
La teología apofática  nos advierte de la inaccesibilidad e incomprensibilidad de Dios, el Misterio strictu sensu. Esta incomprensibilidad  no es una cuestión antropológica, debida a la situación actual del hombre, especialmente a su corporalidad. Así pensaba el neoplatonismo; sino a una cuestión teológica, a la realidad misma de Dios que es siempre mayor y más desemejante que la creatura,  pese a toda semejanza. Nos lo dice bellamente San Gregorio de Nisa: “En esto consiste el verdadero conocimiento de lo que buscamos: en ver en el no ver, pues lo que buscamos trasciende todo conocimiento, totalmente circundado por la incomprensibilidad como por una tiniebla”.[vi]





Tertulias del Círculo teológico,
En Oviedo, a 3 de mayo de 2014





[i] No se trata  de la devolución de la vida a un muerto, para después volver a morir, como en el caso de los milagros de resurrecciones de Jesús; tal es el caso de la resurrección de Lázaro o el hijo de la viuda de Naín. La resurrección en sentido propio y estricto, sólo tuvo lugar una sola vez con Cristo. (Cf también, la Asunción de la Virgen María). La resurrección del resto, será en Cristo con la consumación de la creación y la historia  cuando “El vuelva” (Cf. Parusía, Juicio Final, fin del mundo).
[ii] RAHNER, K.: Diccionario teológico, Barcelona, 1966, voz “Resurrección de Cristo”.
[iii] Ibid. p.640
[iv] BENEDICTO XVI: Audiencia general, 5 de diciembre de 2012. Aula Pablo VI.
[v] DE LUBAC, H.: El ateísmo y sentido del hombre, Madrid, 1969, p.68.
[vi] SAN GREGORIO DE NISA: Sobre la vida de Moisés II, 163. Cfr.  PSEUDO-DIONISIO (S.VI) quien influyó en toda la Edad Media, incluido SAN ALBERTO MAGNO Y SANTO TOMÁS S.XIII); SAN AGUSTÍN (S.V), JUAN ESCOTO ERIUGENA, S. IX), NICOLÁS DE CUSA (S. XV,) entre otros. La literatura mística se hace eco tambiénde la “oscuridad luminosa” de Dios. (por ejemplo, S Juan de la Cruz: “Entréme donde no supe/y quedéme no sabiendo/toda sciencia trascendiendo”/, etc.)

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